Audi Q2

La versión que hemos conducido, en diciembre de 2020, del Audi Q2 es la 35 TFSI, es decir, la que equipa el motor 1.5 de gasolina con 150 caballos y cambio S tronic. Se trata de un viejo conocido para nosotros, puesto que ya lo conocemos de otras pruebas como la del Audi A3 Sportback o el Seat León ST. Se pueden por tanto recalcar las virtudes y los defectos nombrados entonces. Entre las primeras, que se trata de un propulsor más que suficiente como para mover con soltura a este SUV, que tiene un gasto de carburante aceptable –anuncia 6,4 litros a los 100 kilómetros y nosotros obtuvimos tras un recorrido mixto de unos 90 kilómetros 7,5 litros– y que presenta un funcionamiento muy lineal que no da pie a sustos o errores ni siquiera cuando se lleva a cabo una conducción más dinámica. En el debe hay que apuntarle una evidente falta de fuerza en bajos.

El cambio S tronic funciona a la perfección en casi todo momento. No vamos a descubrirlo ahora. No obstante, la gestión que hace la electrónica del mismo en ocasiones es mejorable. Nos encontramos en varias situaciones con carreteras secundarias de fuerte pendiente hacia arriba en las que se hubiese agradecido engranar una marcha más corta para paliar la falta de bajos del motor. Entendemos que se prioriza la eficiencia sobre otras cosas, pero al menos en el modo Sport no debería ser así. Por suerte el Q2 tiene levas tras el volante para manejar el cambio de forma manual y evitar este contratiempo.

Y que hablamos del volante, tenemos que hacerlo de la dirección. De serie es progresiva, y eso quiere decir que se adapta constantemente a la velocidad del vehículo. Según aumenta la velocidad se puede sentir más firme, lo que aumenta la precisión de los giros o el confort en ciudad. En función del modo de conducción seleccionado también se puede notar que crece o decrece la resistencia al giro. Lógicamente es en el modo deportivo cuando más duro se pone el volante. No obstante, incluso en el modo de conducción destinado al confort, se trata de una dirección capaz de transmitir perfectamente lo que sucede en el asfalto y que permite no tener que hacer apenas correcciones incluso en zonas de curvas complicadas.

Nuestra unidad de pruebas equipaba el acabado S line. Obviamente la suspensión adaptativa es la que le confiere al vehículo una mayor versatilidad, pero la deportiva ya permite un desempeño en curva que poco tiene que envidiar al de un coche del tamaño del Q2 que no sea un SUV. La estándar no la hemos probado, pero suponemos que, si bien será algo más confortable, provocará que se noten más las inercias en ciertos momentos. En todo caso se trata de un SUV muy ágil que llega a sorprender por su desempeño sobre los virajes, donde no muestra un atisbo de subviraje o sobreviraje siempre y cuando no se sobrepasen las leyes de la física.

Hay que destacar el tacto de freno que ofrece el nuevo Q2, que al menos en esta versión S line es más firme de lo que uno cabría esperar, precisamente una característica que aporta una mayor precisión al conductor.

Por último hay que apuntar que la vida a bordo del Audi Q2 no cambia en exceso respecto a lo ya conocido. El espacio disponible en la parte delantera es bastante amplio, mientras que en la trasera lo suyo es que no viajen más de dos adultos a pesar de que hay homolgación para tres. Desde el puesto del conductor se tiene un perfecto acceso a los datos, tanto los que muestra el cuadro de mandos –en nuestro caso el Audi virtual cockpit– como la pantalla del sistema multimedia. Esta última, por cierto, se empieza a ver algo desfasada tanto por su tamaño como por su resolución.