Esto no va de coronavirus, sino de supervivencia de la F1

No se engañen. No hablamos del intento de recomponer un calendario, salvado el mayor número de pruebas posibles. Ni tampoco sobre la posibilidad adelantar las 'vacaciones estivales' a esta primavera. Ni siquiera lo que más que lógico es imprescindible, posponer las reglas previstas para el próximo año hasta 2022. Y otros detalles por el estilo, como si se puede hacer un GP con sólo 12 coches. Todo esto es 'anecdótico', o si lo prefieren piezas del puzzle global, tridimensional. De lo que realmente hablamos de 'salvar' el futuro de la F1.

A lo que se enfrenta la F1 es un año 'en blanco', con caída brutal de ingresos pero con la mayor parte de gasto efectuado y con la necesidad de afrontar el gasto del futuro. Y se enfrenta a un panorama de incertidumbre total porque es imposible saber cuando la vida –que no la F1, que en el fondo es un 'cachito' sólo de la vida– volverá a ponerse en marcha. Ni siquiera a qué 'nivel' lo hará. Pero seguro que no estará al mismo nivel de antes.

Mi amigo Jaime Alguersuari Sr. –el expiloto de moto, fundador de Solo Moto, de Solo Auto, promotor de las World Series Renault– me envió un tweet que era claro: "Si la F1, en su conjunto, no ha aprendido nada del excepcional momento en el que estamos viviendo, los acontecimientos le darán tal hostia que los sentará. La inmersión económica será de tal magnitud que acabará con el gasto vacuo".

No quisiera ser tan drástico como él, pero a lo largo de medio siglo de amistad he comprobado que sus predicciones acaban cumpliendo casi siempre e incluso lo hacen con notable exactitud. Eso fue lo que en su momento le llevó a detener las WSR, porque creía que las sumas necesarias –similares o ligeramente inferiores a la F3 y menos de la mitad de la GP2– y pese a que muchos pilotos habían hecho de ella el trampolín para llegar a la F1, ya estaban fuera del alcance de muchos padres, que en el fondo eran los sostenedores de las carreras de sus hijos.

Durante el último año, quizás año y medio o dos, se ha venido hablado de la necesidad de 'redimensionar' la F1, de recortar costes. Todos en el fondo son conscientes, pero los grandes no quieren quedar a merced de los pequeños. Esto es como el póker: los jugadores con más dinero, a poco que sepan jugar, tienen ventaja. El hecho de haber aceptado un 'techo presupuestario: más psicológico que efectivamente real.

La combinación 'letal' de un parón de la actividad económica con la necesidad de la industria del automóvil de afrontar cambios tecnológico drásticos y la evidencia de que el motor de combustión tiene fecha de caducidad. Y sin saber como va a quedar el tema del patrocinio.

Si se mira alrededor, está claro que la F1 cuesta mínimamente 30 veces más que la F2 mínimo, entre 12 y 20 veces más que la IndyCar. La 'exclusividad' y el 'glamour' tienen un precio, pero la burbuja pincha si este es excesivo.

¿Podrán aguantar los pequeños equipos? La respuesta es que muy posiblemente no. ¿Sentirán la tentación algunos grandes constructores de aprovechar la coyuntura y cerrar la puerta a la F1? No sería sorprendente. ¿Podrán los circuitos seguir pagando los cánones estipulados? Probablemente intentarán rebaja sustancial. ¿Podrán los gobiernos seguir justificando el apoyo a los GP? A plazo inmediato sería muy difícil de justificar. ¿Habrá público dispuesto a pagar el precio de las entradas? Probablemente mucho menos.

Es en un escenario de futuro imprevisible en el que se deben tomar decisiones. Y la primera incógnita es saber cuando se volverá a la 'normalidad'. La F1 es un 'negocio global', con 'actores globales' y un 'escenario' asimismo global. Así que no vale que la cuarentena se supere en un determinado país o entorno geográfico, sino que debe abrirse casi globalmente el panorama. Así que hablamos de 'normalidad global'. Lo que parecía inicialmente podía ser mayo es ahora julio o agosto. Sólo medio año disponible.

Es posible que nadie –o muy pocos– de los equipos lo admitan. Pero saben que deben bajar el nivel de forma rápida y palatina, pero sin sacrificar el áurea. No es sencillo, pero se juegan la supervivencia.

Quizás la vieja receta de Bernie, "la buena vida es cara. La hay más barata... pero no es vida", ya no funcione.