Volkswagen Driving Experience: una mañana productiva en el Jarama

El curso Race Tour en el que participamos incluía vueltas rápidas en circuito con el Golf R y el Golf GTI, un juego de habilidad con el Polo GTI, una demostración práctica de asistencias con el nuevo Taigo y una generosa sesión de off-road con el T-Roc, el Tiguan y el Touareg. También una prueba de híbridos enchufables –Arteon– y eléctricos –ID.4 GTX–.

La experiencia que vivimos nosotros tenía un coste de 180 euros, aunque existían otras opciones más económicas con un programa de actividades más reducido.

Es una oportunidad interesante de expandir nuestro horizonte como conductores. Es una suerte de formación para ponernos en un amplio abanico de situaciones y así sentirnos con más confianza la próxima vez que salgamos a la carretera con nuestro vehículo. También proporciona grandes dosis de adrenalina y diversión.

El Race Tour comienza a bajas revoluciones con una sesión teórica sobre el trabajo que Volkswagen está haciendo en el campo del coche eléctrico. Aquellas personas con más conocimiento de la materia encontrarán esta charla redundante, aunque para el conductor medio que aún piensa en gasolina y Diesel sí será enriquecedora.

Acto seguido nos desplazamos hacia la zona de off-road para el minuto de gloria de los SUV. Nos esperan el T-Roc, el Tiguan y el Touareg, que superan holgadamente nuestras expectativas. Cualquier propietario de alguno de estos tres coches haría bien en hacer esta parte del curso para ser del todo consciente del verdadero potencial de su máquina.

En nuestro caso, probamos primero el T-Roc y luego el Touareg. La operativa es la misma en ambos casos: nos ponemos al volante y seguimos las indicaciones del instructor, que nos guía desde el asiento del copiloto por un circuito de obstáculos que dura entre 5 y 8 minutos. Montículos, terreno escarpado, descenso por rampas con freno automático, arranque en pendiente...

El tamaño más compacto del T-Roc lo convierte en todo un juguete en estas condiciones, aunque es el Touareg el que nos deja más impresionados por su rendimiento. Es con éste que nos enfrentamos a un giro peraltado de 180 grados, a un gran obstáculo de agua o a rampas que remontamos a baja velocidad como si tuviésemos una reductora.

Una aproximación de este tipo al off-road nos sirve para dejar atrás los típicos temores que todos podemos tener cuando nos imaginamos fuera del confort del asfalto. Y también nos ayuda a poner en valor la polivalencia de los SUV, a pesar de que nos cuesta imaginar que alguno de sus conductores los someta a esas condiciones con asiduidad.

El siguiente reto está en el circuito. Ahí nos esperan el Golf R y el Golf GTI, con los que daremos dos vueltas rápidas –salir de boxes, pasar por meta, volver a boxes–. En realidad, es una vuelta y media. Luego tenemos que aminorar para que los frenos bajen de temperatura antes de llegar al Pit-Lane, para enfriarlos progresivamente.

El Golf GTI tiene una merecida legión de seguidores, pero cuando salimos a la pista nos basta con una frenada para ver que el Golf R es otro animal. Permite apurar la frenada una y otra vez, y ahí está el freno siempre constante para hacer que el coche sea dócil, predecible y suave incluso a altas velocidades. Con el GTI, las distancias de frenada son más largas y la estabilidad menor. A final de recta, todo vibra cuando clavamos frenos. No es la sensación más tranquilizante, pero el instructor ni se inmuta.

Claro que esta comparación es en circuito, a velocidades que pueden superar los 200 kilómetros/hora. El Golf GTI es un coche de corte deportivo, pero no una bestia de carreras como su hermano mayor. Permanece igualmente como la opción más inteligente para el día a día por rendimiento, mantenimiento y consumo. Sólo aquellos que busquen el rendimiento superlativo se quedarán con sensación de poco.

El siguiente punto del Race Tour es una prueba de habilidad en el paddock. Los organizadores delimitan con conos un circuito de cuatro metros de anchura y nuestro desafío es completarlo lo más rápido posible con un Polo GTI. La excusa perfecta para jugar rápidamente con las manos y admirar el reducido radio de giro del modelo.

Con la adrenalina por las nubes, lo siguiente es una fase de descompresión con el nuevo Taigo. Salimos en caravana del circuito y completamos una ruta circular de dos kilómetros que nos sirve para comprobar cómo funciona el Travel Assist. Básicamente, vemos que el Taigo es capaz de mantener la velocidad, acelerar o frenar de forma completamente autónoma sin necesidad de tocar ningún pedal gracias al control de crucero activo con función de Stop & Go.

El fin de fiesta lo ponen las nuevas tecnologías motrices y para ello salimos a pista primero con un eléctrico –ID.4 GTX, en nuestro caso– y luego un híbrido enchufable –Arteon–. Extremamos precauciones con los frenos para no tener ningún sobresalto y trazamos por una última vez en el Jarama, de nuevo con un instructor como nuestro copiloto particular.

La mañana termina. En cuatro horas hemos conducido ocho coches distintos, hemos dado seis vueltas rápidas al circuito del Jarama y hemos hecho off-road. Como suele ocurrir en estos casos, los temores iniciales con los que llegamos al circuito desaparecen y nos quedamos con ganas de repetir para seguir consolidando los conocimientos adquiridos.

Cualquier conductor haría bien en echar un vistazo a los cursos de la Volkswagen Driving Experience. Si ya tiene en mente hacer un bautizo en pista con un superdeportivo, que lo reconsidere porque esta propuesta es mucho más racional. Por un precio similar o incluso inferior, vivirá una experiencia más completa que le hará desenvolverse con más confianza en su día a día en la carretera.