Febrero del 88 en Laponia, un Renault 21 y un récord de velocidad

Las marcas de coches utilizan infinidad de recursos para obtener publicidad y uno de los más extendidos durante el siglo pasado era lograr récords de velocidad de muy distintos tipos y en diversas situaciones. Está, por ejemplo, el titánico proyecto C111 de Mercedes, que lo llevó a lograr varios hitos con diversas mecánicas a lo largo de más de una década.

A día de hoy, estos récords ya no están tan valorados. La velocidad pura y dura está disputada por extremos y carísimos hypercars que se baten el cobre a velocidades ya cercanas a los 500 kilómetros/hora, aunque a día de hoy, parece ser que lo que más prima a la hora de 'vender' un producto de automoción es lograr una gran tiempo de vuelta en el anillo norte del circuito de Nürburgring, el ''Infierno Verde''.

No obstante, a finales de los años 80, Renault y la revista Auto Hebdo decidieron llevar a cabo una campaña de publicidad tan absurda como alucinante: llevar al corriente y cotidiano Renault 21 a ser el vehículo más rápido que jamás hubiera surcado una pista helada.

Para empezar, lo que el equipo necesitaba era encontrar ese campo de juegos, una pista lo suficientemente grande como para que el coche alcanzase esa velocidad, se mantuviera y luego pudiera frenar. La encontraron en la Laponia sueca, en el lago Hornavan, un enorme accidente geográfico que se extiende a lo largo de 70 kilómetros entre sus extremos.

Lo segundo era elegir el vehículo y prepararlo adecuadamente, ante lo cuál, el equipo lo tenía todo planificado. El protagonista sería el Renault 21 Turbo, que aterrizaba ese mismo año en el mercado con su tracción total y dispuesto a hacer la vida difícil a sus rivales alemanes.

Para prepararlo de cara a esta tropelía, se puso especial énfasis en la eficiencia aerodinámica, para lo que se eliminaron ambos espejos retrovisores y se proporcionó un carenado plano a la parte inferior de la carrocería. A ello se le añadió la necesaria reducción de peso y las mejoras mecánicas, que principalmente consistieron en sustituir el turbo original por otro Garret de mayores dimensiones. También se reformó la culata y se modificaron las relaciones del cambio para favorecer la velocidad punta en lugar de los consumos y rendimiento.

Finalmente, la pieza clave, el piloto. El elegido fue Jean–Pierre Malcher, piloto que obtuvo cierto éxito durante los años 80 en las carreras de turismo francesas. Hasta suecia se desplazó la expedición, con dos unidades preparadas por si surgía alguna avería en una de ellas.

El registro del récord no supuso mayor problema que el de despejar un carril mediante quitanieves. Se realizaron dos pasadas, una con neumáticos de contacto convencionales y otra con unos con clavos específicos para hielo. Con los primeros se logró una velocidad punta de 246,926 kilómetros/hora, mientras que con los óptimos fue con los que se logró la hazaña, al alcanzar 250,610 kilómetros/hora.

El reto y su consecución quedaron grabados para la publicación de Auto Hebdo, quien había ayudado a organizar el evento y de la que el piloto era probador y periodista. Hubieron de pasar 23 años hasta que Bentley decidiera batirlo con su Continental Supersports y el reconocido piloto finlandés Juha Kankkunen al volante.