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Mercedes–Benz 500E: sin AMG… pero con firma Porsche

Lanzado a finales de los 80, antes de la 'Era AMG'
Porsche se encargó de su producción y puesta a punto de chasis
Su V8 prestado del SL500 rendía 325 caballos y 480 Newton metro
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17 Jul 2021 - 09:20

La dupla entre Mercedes–Benz y AMG parece a día de hoy inseparable, ya que todos los miembros deportivos que se precien de serlo en la gama del fabricante alemán llevan su firma. Pero hace 30 años, AMG no era más que otro preparador independiente, por lo que no es de extrañar que para la creación de una variante deportiva de su Clase E colaborase junto a nada menos que Porsche.

Aunque empezase modificando modelos de Mercedes–Benz para competición y para la calle posteriormente, AMG nunca estuvo desde el principio tan estrechamente ligada como ahora a la marca de la estrella. Y como muestra de ello, están los ejemplares de Mitsubishi que modificó a finales de los años 80. A modo de historia, el primer AMG ''oficial'', el C36, salió de fábrica en 1993 y no fue hasta 1999 que el taller de Affalterbach pasó a ser una filial de Mercedes–Benz.

A mediados de los años 80, la firma de la estrella comenzaba a fabricar el W124, todavía sin el sobrenombre de Clase E, ya que éste lo adoptó en la renovación de 1993. Tras el retoque estético que tocó en 1989, se decidió ofrecer una variante más picante que la 300 E24 con motor de seis cilindros en línea y 220 caballos. La elegida sería la 500E, con el motor V8 de 326 caballos del 500 SL –el mismo que, preparado, catapultó a la gloria al Sauber–Mercedes C9 con el que la firma volvió a competir tras más de 30 años–.

Sin embargo, la firma de la estrella no podía dar abasto con todos los modelos de su gama y no contaba con el espacio suficiente en sus factorías para una variante extra de pequeña tirada. Por ello, buscó un socio cercano con experiencia en coches deportivos, socio que encontró en Porsche. Sí, el 500E se fabricaba en Stuttgart, en las mismas líneas de montaje que el 959. Concretamente, se ensamblaba el chasis, se enviaba a Mercedes–Benz para aplicar los tratamientos de pintura correspondientes y volvía a Stuttgart en un proceso que llevaba 18 días.

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Por supuesto, una colaboración con Porsche no debe ser desaprovechada, y ésta no se limitó exclusivamente a la fabricación. Los chicos de Porsche pusieron a punto el chasis cogiendo prestados elementos del SL, con lo que la carrocería descendía unos 23 milímetros. Con el mencionado motor, Mercedes–Benz se puso manos a la obra y optimizó la admisión para elevar el par hasta 480 Nm, mientras que por otra parte, se mantuvo la transmisión automática de cuatro relaciones.

En cuanto al trabajo estético, el modelo bebía de lo que se había visto en los vehículos de competición de la marca en el DTM, aunque en un envoltorio algo más discreto que el del 190E Evolution 2. El extra de musculatura de los nuevos paragolpes y pasos de rueda tan solo le otorgaban unos 52 milímetros más de anchura con respecto al W124 básico.

¿Y cuál fue el precio de todo? Lo cierto es que nada barato. Si aplicamos la inflación correspondiente, el Merceds–Benz 500E costaba un equivalente de 175.000 euros cuando llegó a los concesionarios en 1990. No obstante, tampoco fue un modelo al que considerar un fracaso, pues al cierre de su producción en 1995 habían salido de la cadena 10.479 unidades, a razón de unas 20 unidades diarias en su mejor momento.

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Más adelante llegarían unidades AMG más potentes y capaces, como el E 60 AMG 6.3 de 1996, que vio la potencia de este mismo V8 –código interno M119– elevada hasta los 410 caballos y 616 Newton metro. Pero, ¿quién se podría resistir a una berlina deportiva de la estrella con el sello de Porsche? Actualmente, las mejores unidades pueden alcanzar precios por encima de los 70.000 euros, aunque se pueden encontrar también ejemplares en buenas condiciones por unos 30.000 euros.

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