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El mercado de coches clásicos: ¿inversión burbuja?

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José Miguel Vinuesa
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06 Ene 2017 - 08:01

El mundo del automóvil, independientemente de las épocas, siempre ha sido de interés para muchos inversores. El mundo de los coleccionistas siempre ha sido amplio, con personajes muy conocidos, y otros no tanto, que en un principio se dedicaban a la compra venta de modelos entre ellos, pasando así de mano en mano.

Pero desde hace bastantes años, ese es un sector en cierto modo marginal, siempre en términos relativos. Porque prácticamente todos los meses del año tenemos una o varias subastas de coches clásicos, de todas las épocas. A veces, ni siquiera clásicos, pero nos centraremos en estos por ser los que reciben las pujas más altas.

¿Por qué se ha centrado el mundo de la inversión en las cuatro ruedas?. Hasta hace no tanto, y aunque sigue existiendo, era el mercado del arte el que llamaba más la atención en las subastas. Pero hoy en día, se subastan lotes inmensos de coches. Y algunos alcanzan cifras absolutamente astronómicas, especialmente en el arco de los tres últimos años: en 2014 se pagaron 38 millones de dólares por un Ferrari GTO, y el año pasado casi 36 millones por otro Ferrari, el 335S. Y en ese rango de las dos cifras millonarias encontramos muchos modelos.

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El precio de un coche clásico varía según distintos requisitos: su producción –menor producción, más caro–, la rareza del modelo, el nivel de deseo por poseerlo, la estética, quién fue su propietario, o su pedigree deportivo, entre muchos otros factores. Cada factor suma. Pongamos un ejemplo claro: el Ferrari Testarossa de los años ochenta, hace unos diez años, podía adquirirse en el mercado de segunda mano por un precio mínimo de unos 35 o 40.000 euros. Si hoy buscas uno, por menos de 100.000 rara vez te lo encontrarás. Eso es una subida del doble, motivado por lo especial del modelo, su estética, ser uno de los últimos producidos en vida de Enzo Ferrari y su mítico motor V12. Lo mismo está ocurriendo con otros modelos como el Porsche 911 SC, el BMW E30 M3, o el Audi Ur-Quattro. Coches de los ochenta que se están convirtiendo en los más buscados por personas que entonces no se los podían permitir, pero que con su poder adquisitivo actual se lanzan a por el coche que un día estuvo colgado en la pared de su habitación.

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De hecho, en los últimos años la mayoría de coches han duplicado como mínimo su valor, mientras que en marcas como Ferrari lo han sextuplicado en modelos de 1958 a 1973, y por cinco en los años anteriores a 1958.

Las grandes fortunas se han volcado en este producto por su rápida salida y fácil adquisición, con pocos trámites e impuestos relativamente bajos, y que no tiene ninguna entidad oficial que controle sus valoraciones, de modo que invierten el dinero en un producto del que se espera que al menos mantenga su valor, o pierda muy poco. Con suerte, que aumente. Tenemos un ejemplo muy cerca en la figura del hijo de un expresidente de Comunidad Autónoma, que compraba verdaderas joyas a precios de saldo, presuntamente blanqueando dinero, pero en todo caso realizando inversiones de futuro: un F40, por ejemplo, siempre tendrá un valor alto en el mercado. Raros son los coleccionistas del tipo Nick Mason, Jay Leno o Ralph Lauren, que los adquieren por verdadera devoción al automóvil o a su diseño. Ahora el coche es un objeto de prestigio coleccionista y de marcado poderío económico. Siempre lo ha sido, es cierto.

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Se llegó al punto de elaborar un libro, obra de Dietrich Hatlapa y titulado 'Better tan gold: Investing in Historic Cars', en el que el autor analiza desde un punto de vista de inversión el mercado de coches clásicos. Descubrió, por ejemplo, que en el periodo de 2008 a 2011, el mercado de clásicos aumentó su valor un 20%, mientras el oro lo hizo un 10%. Además de comparar este mercado con el del arte, las acciones o el ámbito inmobiliario. Pero con todo, recomendaba y veía el mercado de clásicos como una inversión que debía verse como de no retorno financiero, para no quedar afectado en periodos de bajada del mercado. Lo que el autor considera el 'factor diversión'. Pero ese factor no está presente en todos los coleccionistas.

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De hecho, el mercado empieza a mostrar signos de agotamiento. En muchas subastas, los coches se venden por debajo del valor estimado de venta. Sólo en coches verdaderamente singulares, se mantienen precios desorbitados, y las piezas raras empiezan a escasear, y aunque los vendedores siguen manteniendo la fe en el alto valor de sus coches, los compradores empiezan a mostrarse reticentes e intentan comprar a la baja, aunque suponga todavía el desembolso de una gran cantidad de dinero. El precio más alto, como decíamos antes, se remonta ya a 2014. ¿Ha explotado la burbuja?. Si no lo ha hecho, está a punto de hacerlo, entre otras cosas porque la escalada de precios era insostenible, unido al hecho que los inversionistas feroces han ido siendo desplazados por verdaderos conocedores, que pagan menos pero que investigan y aprecian mejor la singularidad de un coche, y están dispuestos a pagar por él un precio justo a sus características.

Ante esta perspectiva, es de esperar una lenta pero pronunciada bajada de las cifras. De hecho, en 2014 la revalorización de los coches fue del 46’7% de media, mientras que en 2015 fue del 15’8% y en 2015 del 8%. Siempre serán altos los precios, pero poco a poco se irá cribando de nuevo el comprador, que está volviendo a ser el verdadero entendido, apasionado por el automóvil y su estilo, para el que poseer una pieza especial no es una inversión, sino un motivo de orgullo y de satisfacción

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