Calentón en Imola: cuando el piloto abandona el cuerpo de robot

Los pilotos han sido educados desde muy pequeños para actuar según lo políticamente correcto. Aprender a expresarse y comportarse en un entorno de máxima presión no es ninguna tontería. Hay que recordar que son referentes de miles de niños y su actitud, como nos recordó hace poco el polémico caso de Nikita Mazepin, debe ser ejemplar.

Sin embargo, la adrenalina de las carreras a veces saca a relucir su parte más humana. Eso fue precisamente lo que nos sorprendió de Imola. Vimos a George Russell, un piloto habitualmente de carácter racional, con un discurso bien estructurado y demasiado maduro para su edad, totalmente fuera del registro al que nos tiene acostumbrados. 

Probablemente antes del domingo no imáginabamos al educadísimo piloto británico acercándose a Bottas para increparle. Claro, tampoco veíamos posible un accidente así, de repente, entre un Mercedes y un Williams.

Sin embargo, no es ni mucho menos la primera vez que un piloto saca su rabia en contexto de fin de semana. Ni tampoco será la última. Quizás la más reciente fue en el Gran Premio de Brasil, cuando Max Verstappen increpó a Esteban Ocon después de perder el liderato tras chocar contra él.

Pero hay muchas más: Massa acudió a darle un toque a Hamilton por arruinar su carrera del GP de Singapur de 2011; el 'guantazo' de Ayrton Senna a Eddie Irvine en el GP de Japón de 1993; cuando tuvieron que separar a Michael Schumacher y a David Coulthard en Spa 1998; el enfrentamiento entre Mansell y Senna de Spa 1987; la pelea entre Chico Serra y Raul Boesel en el GP de Canadá de 1982 y probablemente la más famosa, la de Piquet y Salazar en el GP de Alemania de 1982.

Todas ellas una evidencia de cuando el piloto abandona, por un momento, el cuerpo de robot y salen a la luz sus instintos más primitivos.