Bugatti, a por su primer eléctrico: costaría menos de un millón de euros

Puede parecer que un millón de euros es mucho dinero, pero no es tanto si se tienen en mente las cifras que habitualmente maneja la firma francesa. El Bugatti Chiron cuesta 2,5 millones, que son 3,5 millones en su variante Super Sport 300+.

El fabricante que dirige Stephan Winkelmann cree que un eléctrico no sólo es la puerta de entrada a un mercado en ciernes, sino que el hecho de hacerlo asequible también es la forma de aumentar su producción para demostrarle al Grupo Volkswagen que son una marca rentable.

Winkelmann está en negociaciones con Volkswagen para asegurarse la financiación necesaria para emprender el proyecto, del que todavía no se conoce ningún detalle. No ha trascendido ni un calendario teórico ni tampoco las prestaciones teóricas del vehículo.

Señala que la industria "está cambiando" y que "tenemos que aprovechar las oportunidades que se presentan para hacer de Bugatti una marca que va hacia adelante".

Ésta no es la primera decisión disruptiva de este directivo alemán. Cuando estuvo al frente de Lamborghini -también propiedad de VW- se aventuró a crear un SUV pese a ser una marca eminentemente deportiva. El resultado fue el Lamborghini Urus, que en este 2019 ha ayudado a doblar el número de ventas de la marca respecto a 2018.

Winkelmann quiere que Bugatti comercialice un eléctrico que cueste entre 0,5 y 1,0 millones de euros. Su objetivo, atraer a un nuevo público y aumentar la facturación para que la marca sea sostenible sin el sustento del grupo alemán. Un hito que Luca di Meo y Seat han conseguido en el último lustro, en otro mercado y con otras prácticas.

Un precio inferior al millón supondría rebajar incluso el montante original del Bugatti Veyron. Dado que la tecnología eléctrica es más cara que la térmica, el resultado previsiblemente sería un coche con personalidad deportiva pero no tan extremo como sus hermanos de gasolina.

Sea como sea, que Bugatti se embarque en el campo de la electromovilidad es la enésima confirmación de que incluso las firmas más radicales abrazan la transición que afronta la industria.

Ferrari también estudia el tablero de juego para lanzar su primer eléctrico, aunque Louis Camilleri ya ha dejado claro que no será una realidad hasta como mínimo 2025. Los italianos quieren profundizar en el dominio de las nuevas tecnologías para no arriesgarse a perder su esencia cuando den el salto.