¿Hay vida después de Newey?

Por ahora, hay cuatro ingredientes clave: el mejor técnico del mundo, una fábrica que estará dotada con las herramientas tecnológicas más avanzadas, un propietario dispuesto a invertir y un piloto que es considerado como uno de los mejores, sino el mejor, en marcar direcciones a seguir.

Mucho se ha hablado de ello y del tiempo que necesitará Newey para llevar al equipo al mejor nivel, con suerte en 2026 o 2027; un poco más si nos atenemos a los cinco años de ‘construcción’ que requieren los nuevos equipos.

Pocos se han planteado lo que sucede a un equipo cuando Newey toma las de ‘villadiego’. Y el panorama, al menos a corto plazo, no ha sido sencillo para estos.

En Red Bull se lo están planteando ahora. Obviamente, las declaraciones oficiales hablan de que un equipo no es un solo hombre, que confían en sus técnicos, etc. Pero lo cierto es que Newey prácticamente ha hecho muy poca cosa en el actual RB20, y el equipo ha perdido, si no competitividad —al menos con Max al volante—, sí el dominio casi insultante del pasado año y del que tuvo a inicios de esta misma temporada. ¿Efecto Newey-bye bye?

De hecho, hay un detalle importante. Cuando Newey quiso pasar a Jaguar, abandonando McLaren, Ron Dennis movió todos sus recursos para impedirlo, con éxito. Tenía muy claro lo que podía suceder con la pérdida del ‘domador del viento’. Lo consiguió una vez, no la segunda, cuando Newey se decidió por Red Bull, que acababa de comprar Jaguar.

Newey llamó la atención en Leyton House, el heredero de March, a finales de los 80 e inicios de los 90. Intuyó que Leyton iba a tener problemas financieros y se dejó querer por Williams. Pero se fue dejando un ‘regalo’, un proyecto muy ambicioso para Leyton de cara a 1991, que su sucesor prefirió aparcar… y que Leyton, necesitada de dinero, vendió a McLaren, que se inspiraría en él para 1993 y permitió a Senna luchar por el título. Quizás, con más medios o confianza de sus hombres, Leyton House podría haber sobrevivido, pese a los problemas legales de la empresa matriz en Japón.

Williams, ayudada por el motor Honda, fue el equipo a batir a partir de 1993. De no haber sido por el mortal accidente de Ayrton Senna, posiblemente hubiera monopolizado los títulos.

Todo se torció para Williams en 1997. McLaren y Mercedes susurraron cantos de sirena a Newey. Williams pensaba que lo mejor era poner toda la carne en el asador de cara a 1998, año en el que habría un cambio reglamentario muy importante.

Es difícil decir si la decisión de Newey se debió a los cantos de sirena de Mercedes y McLaren o tuvo que ver con la decisión de Renault de retirarse como motorista, dejando que sus motores los gestionara Mecachrome primero y Supertec después.

Se iniciaba, en cualquier caso, una caída de Williams de la que el equipo todavía no ha acabado de reponerse, aunque estuvo cerca de hacerlo: de la mano de BMW remontó un poco… haciendo valer una máxima: cuando Williams tiene un buen motor, gana. Pero pasaron tres años sin victorias.

En McLaren, las cosas funcionaron bien. Durante dos años, Mika Hakkinen logró contener el asalto del ‘Dream Team Ferrari’ y ponerle las cosas difíciles al equipo Schumacher-Brawn-Byrne-Todt.

Pero todo cambió cuando Newey se fue a Red Bull. En 2007, McLaren se jactó de tener su primer coche ‘totalmente diseñado por ordenador’, ruptura total con la era Newey, quien todavía usa el tablero de dibujo y la regla de cálculo.

Newey dejó McLaren en 2003… y en 2004 el equipo hizo una importante regresión de la que se recuperó parcialmente un año después, y sobre todo en 2007… pero con el estigma del ‘spygate’.

Para entonces, Newey ya llevaba tiempo en Red Bull… pero sus primeros años estuvieron dedicados sobre todo a construir una fábrica ejemplar, con las últimas herramientas disponibles. En 2009, con la base lista, Red Bull comenzó a levantar cabeza, se mostró aspirante a los títulos y a partir de 2010 inició su dominio de cuatro años con Vettel. Un dominio que se quebró porque Renault no supo adaptar el motor a la era híbrida.

Ahora llega a Aston Martin, pero con la parte no visible del trabajo —la de poner en marcha una fábrica hecha a medida— ya realizada, lo que puede acortar el tiempo de crecimiento para el éxito.

Todo ello cuando entran en juego nuevos factores: reglas técnicas completamente nuevas y con Red Bull que, con el apoyo de Ford, corre un riesgo adicional al convertirse en motorista, mientras Adrian seguirá contando con la experiencia de Honda.