Ferrari ya empieza a pensar cómo ganar con Leclerc

Creo que la frase viene ni que pintada para describir la situación actual en Ferrari… y otras situaciones vividas en un pasado no muy lejano en Maranello. Como viene otra muy futbolera que los socios del Barça decíamos hace unos años, yo era todavía joven: "¡Aquest any, sí!". Traducido "esta temporada sí –seremos campeones– antes de caer en el desencanto y culpar al presidente, al entrenador y, sobre todo, a los árbitros para exclamar "¡Este año, tampoco!".

El ciclo de Vettel en Ferrari está llegando a su fin, aunque es muy probable que el que pague los platos rotos no sea de momento el piloto alemán, sino Maurizio Arrivabene. Y claro, Mattia Binotto, el director técnico… otra tradición del Cavallino en los últimos tiempos. Ahí está Simone Resta, que ya ha pasado a Sauber, aunque a Mattia ahora se le nombra poco.

La pareja piloto-jefe de equipo está completando su cuarta temporada sin conquistar el título y la historia reciente nos dice que cinco años es la máxima paciencia que los tifosi tienen antes de exigir que Maranello sea puesto patas arriba.

Pasó con Fernando Alonso y Felipe Massa; al cuarto año, Massa debió ceder lugar al recuperado Kimi Raikkonen. Y en el camino se quedaron Aldo Costa, Luca Marmorini, Luca Montezemolo y Stefano Domenicali… e incluso el efímero Marco Mattiacci.

Quizás Michael Schumacher tenía asumida esta situación cuando a finales de 2006 decidió, contra viento y marea, retirarse. Lo tuvo claro quizás recordando lo sucedido en 1999, cuando el que debía ser su primer título con Ferrari se escapó a causa del accidente en Gran Bretaña. Pero después vino esa racha triunfal de cinco títulos consecutivos, que puso la miel en la boca de todos los tifosi, que desde entonces parecen sufrir síndrome de abstinencia.

Durante los tres años siguientes Räikkönen y Massa estuvieron en el equipo. Pese al título 2007 del primero y el casi título del brasileño en 2008, los tifosi, que ya llevaban cinco años sin cambios, los pidieron y llegó Fernando, que tras cinco años en el equipo, se marchó sin un título, pese a que en dos ocasiones estuvo a punto de lograrlo.

Pero Ferrari necesita urgentemente realidades. Hace 11 años de su último título de pilotos, diez del último de constructores. Tal como van encarriladas las cosas, parece poco probable que este año Vettel logre invertir la situación, por más que se ponga el ejemplo de 2012, cuando logró recuperar 39 puntos a Alonso, entonces piloto de Ferrari. Y quizás recuerden cómo en 2010 logró su primera victoria, cuando era el candidato con menos posibilidades.

En Ferrari creen que Sebastian es capaz de volver a hacerlo… pero quizás olvidan que los que no fueron capaces de impedirlo –y en dos ocasiones– fueron precisamente ellos. 

La realidad ha sido dura. Creían tener un gran chasis y el motor más potente, incluso Mercedes lo admitía. Vettel estaba eufórico tras haber derrotado a Mercedes en su feudo, Silverstone, pues el trazado británico está a un paso de la sede del equipo de F1 alemán. Pero de los nueve puntos de ventaja tras el GP de Gran Bretaña se ha pasado a los 40 de desventaja: 50 puntos perdidos entre Alemania, Hungría, Spa, Monza y Singapur. Es cierto, 25 de ellos de tacada, sólo en Alemania, la casa de Vettel, pero ello no resta valor a la inmensidad de la pérdida en estos últimos Grandes Premios.

'La Ferrari', como dicen en Italia, está en fase decreciente, mientras Mercedes ha ascendido a la cima. La victoria de Singapur es inapelable porque los dos últimos años, las flechas de plata habían sufrido mucho en este trazado. Mercedes ahora gana en los circuitos más rápidos y también en los más lentos. Han solucionado sus problemas iniciales y Hamilton, tan criticado hace unos meses por su dispersión, contesta a sus críticos en pista.

La prensa italiana empieza a ver a Vettel como un perdedor. Resuena la frase de Alonso que decía que Vettel no sería un grande hasta que no consiguiera un título con otro coche que no fuera un Red Bull… aunque él haya sumado sus dos coronas con Renault. 

Y Vettel, que tiene contrato en vigor para 2019, quizás ve con preocupación que la Scuderia no haya hecho caso a su deseo: renovar a Räikkönen. Arrivabene ha preferido apostar por un joven, Charles Leclerc, que dicen que será un nuevo campeón. 

Es algo que sucede en Ferrari: cada fichaje que hacen en época de sequía es la del futuro campeón. Riesgo para el monegasco, cierto, pero también para Vettel, que posiblemente recuerda bien lo que pasó cuando en Red Bull decidieron subir a Daniel Ricciardo al primer equipo. Y en el horizonte, esa perla llamada Max Verstappen que todo el mundo cree que antes o después acabará vistiendo de rojo, pero en lugar de toros o búfalos, se dedicará a domar caballos.

Vettel en Ferrari parece destinado a sufrir el mismo problema que otros campeones que han pasado por Maranello, como Alonso, pero también como Prost o Mansell. Y es que domar al Cavallino Rampante no es fácil y muchas veces uno acaba cayendo y quedando a los pies del caballo.

Como decía al inicio. Da la impresión de que en Ferrari ya han comenzado a pensar en cómo ganar con el siguiente piloto.