Los tres dominadores y el que pudo completar el póker

Sí, lo han adivinado. Los tres protagonistas tienen nombres y apellidos. Michael Schumacher, entre 2000 y 2004; Sebastian Vettel, de 2010 a 2013, y Lewis Hamilton, de 2014 a 2019, a quien se le puede perdonar el ligero lapsus de 2016.

La racha que debió ser y no fue la protagonizó Fernando Alonso, campeón de 2005 y 2006, pero que en 2007 perdió el tren y no pudo recuperarlo ni cuando llegó a Ferrari. Mala gestión del dúo de pilotos por parte de Ron Dennis y un error de enfoque del problema por parte del asturiano, entrando en el juego político más que haciendo de 'killer' en la pista y, como remate, el 'spygate' que marcó su suerte.

Sin duda, Fernando es uno de los más grandes de su época y de la historia, pero con un palmarés notablemente por debajo de su talento. Circunstancias, elecciones e impaciencia algunas veces. Detalles que han marcado la diferencia.

Entre las tres rachas ganadoras, obviamente, se da la circunstancia de un coche dominante o, al menos, lo suficientemente bueno como para conquistar el título y una neta diferencia en el caso de Schumacher y Vettel con el de Hamilton.

Mientras los dos pilotos alemanes se impusieron gracias a una perfecta simbiosis entre piloto e ingenieros, para formar una unidad indivisible, Lewis ha sabido ganar con diferentes ingenieros, aunque el caso de Michael y el de Vettel presentan algunas diferencias notables.

Michael formó un tándem con el dúo Ross Brawn y Rory Byrne, con Jean Todt apoyándolos a muerte, realmente espectacular. Se han vivido pocas simbiosis entre equipo y piloto como ésta, quizás sólo la de Jim Clark con Colin Chapman.

Aquel fue un equipo construido alrededor de un piloto, todos a su servicio. Es momento de recordar lo que en su momento dijo Giovanni Agnelli, el dueño de Ferrari: "Os he dado todo y ahora llega la pieza que faltaba, el mejor piloto del mundo". Y pese a ello, tardaron cinco años en lograr la corona de pilotos… hubieran sido cuatro de no mediar el accidente de Michael en Silverstone en 1999.

Todt y Schumacher en Portugal en 1996 - © Sutton Images

De hecho, el aterrizaje de Michael en Ferrari no fue el del piloto, sino el de la cúpula del equipo. Todt convenció a Michael al prometerle que podría seguir contando con los ingenieros que le habían dado los títulos en Benetton. Brawn aceptó y para convencer a Byrne, el trío no dudó en desplazarse a Tailandia donde Rory acababa de abrir una escuela de buceo y pesca submarina, para vivir de una forma mucho más tranquila que en el despacho de la dirección técnica de un equipo de Fórmula 1.

El caso de Vettel puede parecer similar al de Michael, una simbiosis total entre Seb y Adrian Newey, con la figura del Dr. Marko pendiente de apostar todo por el joven alemán, el piloto que él había creado. Sin embargo, en el caso de Vettel, sus triunfos van aparejados a la superioridad del coche diseñado por Adrian Newey, 'el domador del viento', que logró unos límites de velocidad de paso por curva inimaginables gracias a la explotación de la carga aerodinámica.

Vettel era la pieza perfecta para pilotarlo, pero el equipo no giraba en torno a Sebastian, al menos no de la misma forma que Ferrari en la década anterior y, además, siempre estaba la sombra de Marko presionando con posibles pilotos nuevos.

Cuando se pasó a la era híbrida, en Red Bull sintieron que Vettel había perdido el foco; y Vettel, que Red Bull no podría ganar en una era dominada por los motores. La llegada de Daniel Ricciardo sentó las bases para el divorcio.

Curioso que tanto Michael como Vettel quizás deban mucho a sus compañeros, quiero decir a los fallos de sus compañeros. En 1999, el accidente de Michael dejó a su compañero, Eddie Irvine, en posición de ganar el título… pero en Japón todo fue mal; quizás el retorno de Michael a la pista no facilitó tranquilidad al norirlandés, que firmó un último Gran Premio del año para olvidar… y se tuvo que olvidar del título.

Y Vettel debe su primer título a un final inédito en la Fórmula 1, cuatro pilotos aspirando a la corona en la última carrera: el líder, Alonso, sólo preocupado por su rival más cercano; el compañero de Vettel, Mark Webber. Vettel era el que menos posibilidades tenía, así que fue a la suya, ganar: ya se encargó Webber de meter la pata con un toque temprano con las protecciones, que le provocó un  pinchazo temprano, y Ferrari –imbuida de la obsesión de Fernando de marcar al australiano– de errar la táctica, pensando que en Red Bull jugaban una carta diferente para hacerse con el título y entraron en boxes al ver que Webber lo hacía, donde quedaron fuera de juego.

Vettel celebra su primer título en Abu Dabi 2010 - © Sutton Images

Lowe y Hamilton en Hungría 2013 - © Sutton Images

Hamilton, por el contrario, ha impuesto su ley de una forma diferente. Ha tenido diversos directores técnicos –Bob Bell, Paddy Lowe y James Allison, pero ha contando con el trabajo de Toto Wolff, que ha sabido tener cohesionado el equipo, que trabaje como una máquina engrasada esté quien esté al frente técnico. En cualquier caso, un éxito que está marcado por el dominio del motor Mercedes… en unos años en los que el propulsor ha acaparado el protagonismo.

Y lo ha hecho a un estilo absolutamente diferente a Schumacher y Vettel. El primero era capaz de trabajar hasta la saciedad en pos de la perfección, rodando día sí, día también. El segundo, refugiándose celosamente en la familia. Y Hamilton, extrovertido, fiestero, con gran repercusión en las redes sociales…; en su imagen pública, pero tremendamente implicado de puertas para dentro.

Eso sí, también Lewis le debe algo a uno de sus compañeros. Si cabe preguntarse que hubiera sucedido si Irvine hubiera sido campeón en el 99 o Webber en 2010, también podemos preguntarnos que hubiera pasado con Lewis si Rosberg no hubiera decidido colgar el casco tras su corona de 2016. Con un compañero que no es rival, Hamilton ha podido relajarse y dividir mejor su tiempo entre trabajar con el coche y disfrutar de su vida… sin perder tiempo en el politiqueo.

Cuando se analiza más en profundidad, uno se da cuenta de los pequeños detalles que han tenido un papel clave. Por ejemplo, la rotura de bujía de Vettel en Japón 2017… pero quizás el lapsus de Vettel en Bakú ese mismo año tras el coche de seguridad. Eso pudo haberlo cambiado todo, por ejemplo. Y en otras ocasiones parece que Vettel es muy sensible al comportamiento de su coche. Hamilton parece más un luchador que Seb.