Diferencial de deslizamiento limitado: características y funcionamiento

Antes de meternos en harina, explicaremos un poco el cometido del elemento diferencial, que es tan simple y sencillo de entender como terriblemente importante para realizar una conducción segura. A la hora de tomar una curva, la rueda externa y la interna deben girar a distinta velocidad, pues una recorre más distancia que la otra. Ello es un problema para el eje motriz, pues el par del motor es el que es y así debe transferirse a las ruedas, por lo que se hace necesario un elemento intermedio que derive y divida esa energía entre ambas ruedas. Ahí es donde entra en juego el diferencial, que hace honor a su nombre. Como ejemplo visual tenemos a los karts, que prescinden de este elemento, por lo que la manera de hacerlos tomar las curvas es directamente derrapando o, al menos, con movimiento relativo entre el asfalto y la rueda.

Éste consiste en un conjunto de engranajes dispuestos de una manera especial, de modo que la energía entra por un engranaje primario, pasa por otro central y sale finalmente a través de dos secundarios –uno cada rueda–. Esta disposición de la que hablamos permite básicamente que cuando una de las ruedas se acelera, la otra decelere en la misma proporción. Con la teoría explicada, es fácil comprender que a partir de este funcionamiento hay diversas opciones, así como limitaciones y libertades, que se le pueden poner al mecanismo. Ello nos da los distintos tipos de diferencial, aunque hoy nos vamos a centrar en los de deslizamiento limitado –o LSD, acrónimo de su nombre en inglés–. PARTICULARIDAD DE LOS LSD’S La verdadera razón de ser de estos diferenciales tiene lugar cuando una de las ruedas se encuentra sobre firme resbaladizo y la otra no. En estas condiciones, una rueda girará de manera incontrolada –la que desliza– y acaparará la gran parte del par, por lo que el coche difícilmente avanzará. La manera de solventar esta situación es con una serie de pequeños embragues encastrados entre placas de fricción colocados justo a la entrada de cada engranaje secundario. Cuando una rueda gira sin control, se genera una fuerza que activa el sistema de embragues de la rueda contraria, lo que fuerza al par a pasar a la rueda que sí tiene tracción. El sistema también puede funcionar, por ejemplo, mediante un fluido viscoso, aunque su principio de trabajo es el mismo.

Nótese la placa con embragues a la entrada del palier

Se trata de un mecanismo complejo, por lo que suele ser terreno de los vehículos más caros y, sobretodo, utilizado en competición. Ejemplos de ello son el Ferrari F8 Tributo o el magnánimo McLaren F1 –los actuales hypercars británicos utilizan diferenciales abiertos, más simples que los LSD–. Otros vehículos algo más mundanos son el nuevo Ford Puma ST, el Toyota GR Yaris o el BMW Serie 1.