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GP Mónaco: Ganan todos, pierde la banca

La banca perdió por una vez en la ruleta monegasca, que más bien fue una ruleta rusa en la que Mercedes se pegó un tiro en el pie
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José Miguel Vinuesa
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26 Mayo 2015 - 09:30

Lewis Hamilton llegó a Mónaco puntualizando que nunca había sentido que lo hubiera hecho todo perfecto en el circuito urbano. Así que estaba dispuesto a pulir sus propias carencias. Y lo hizo. Durante el fin de semana se mostró fuerte, especialmente cuando importa en este circuito: en la clasificación. Incluso autoritariamente, mejorando en su último intento de vuelta su propia pole, y eso que ya no lo necesitaba porque Rosberg había cometido un error en su último intento. Porque Rosberg había cometido dos veces el mismo fallo en la misma curva (Sta. Devota), en lo que era un 'deja vù' desmoralizador del Gran Premio de Italia de 2014.

A Hamilton no podía inquietarle nadie tras su soberbia pole position. Y cuando comenzó la carrera, tampoco tuvo nada de lo que preocuparse. Se puso líder y se fue alejando paulatinamente. No demasiado, pero sí lo suficiente como para controlar la carrera con comodidad y no arriesgar en exceso, conservando consumo y neumáticos. Y en un circuito como el de Mónaco, en el que adelantar es tremendamente difícil, eso eran los cimientos de una victoria segura. Como apostar por la banca, que rara vez pierde.

Porque además de sus errores en clasificación, Nico Rosberg se veía presionado por el Ferrari de Sebastian Vettel. Era otra vez el Mercedes débil, la víctima sobre la que se podía intentar un ataque. No, no iba a ocurrir, era difícil, y aunque Vettel le mantenía el ritmo a escasa distancia, tampoco era la sombra de Nico, salvo en muy contadas ocasiones, como por ejemplo viéndose ralentizado por un doblado.

Así que la clásica procesión monegasca tenía el orden muy establecido, y todo hubiera ido según el plan de no ser por un error estratégico grave. Imperdonable. Max Verstappen tiene un accidente fuerte en la primera curva al intentar adelantar a Romain Grosjean, un leve error de cálculo, y aparece en escena el necesario coche de seguridad en pista. Era la vuelta 62. No había motivo para perder la calma. Apenas dieciséis vueltas para el fin de la carrera, y eso descontando las vueltas que se pasaran bajo carrera neutralizada. El liderato seguía en manos de Hamilton, con una importante ventaja, cuando se dirigió sorpresivamente a los boxes a cambiar los neumáticos. Quizás lo necesitaba, o quizás no querían sustos innecesarios, pero medir los segundos de ventaja de manera incorrecta no es algo que un equipo como Mercedes debiera cometer. De ahí que la reacción de Lewis fuera la de casi todos los que veían el Gran Premio: "¿Qué ha pasado, chicos?".

Lo que había pasado era que tanto Rosberg como Vettel le habían superado. Ahora, a falta de pocas vueltas, en un circuito estrecho, era tercero. Sí, con sus flamantes ruedas nuevas, que en un circuito normal le hubieran devuelto con algún esfuerzo, pero con total seguridad, al liderato. Pero no en Mónaco. De repente se encontraba como Mansell con Senna en el 92, salvo que aquélla vez no se debió a un error de estrategia sino a un fallo en el neumático. Y con la importante diferencia de que Lewis no se jugaba la victoria, sino luchar por el segundo lugar. Y si avanzaba rápido, aún quedaba presionar el líder. Una labor ingente. Así que Lewis lo intentó cuando se fue el coche de seguridad, pero mientras Rosberg abría un hueco, Vettel era un muro infranqueable. Y Hamilton se rindió, o fue inteligente, según se mire. Porque más valía un tercero que un cero. Y sumido en la incredulidad de haber perdido de una manera tan inesperada un Gran Premio merecido, vigiló sus espaldas de los ataques de Ricciardo y se dirigió a la meta, tras la cual deberá digerir tan extraña derrota.

El error estratégico de Mercedes es reincidente, después de lo acontecido en Malasia, donde sí, Ferrari estaba fuerte, pero sin el fallo de estrategia podría haber sido otra cosa. Otra vez un coche de seguridad hace perder el norte a los estrategas de las flechas plateadas, lo cual vuelve a dar pruebas de que mientras lideran con ventaja, no hay problemas, pero cuando tienen que adoptar una decisión comprometida, su toma de decisiones no es acertada. Por suerte ahí estaba Rosberg, pero si Vettel, que se emparejó con él en la salida, lo hubiera adelantado, habrían regalado la victoria a Ferrari. No es que Mercedes deba tomar medidas precipitadas, pero tal vez la reflexión tras Malasia no fue todo lo profunda que debería.

Y mientras la banca perdía por una vez en la ruleta monegasca, que más bien fue una ruleta rusa en la que Mercedes se pegó un tiro en el pie, el resto ganaban. Ganaba Rosberg, que aunque era sabedor de las anómalas causas de su victoria, no podía ocultar su tremenda alegría. No era para menos, porque en el deporte del motor nada se puede dar por sentado hasta la bandera de cuadros. Y aunque es consciente de que Hamilton lo superó con un amplio margen, nadie le quita ya su segunda victoria consecutiva del año (también tercer G.P. de Mónaco consecutivo), lo que le acerca a sólo 10 puntos de su compañero y máximo rival. Justo hace un año, en Mónaco, la derrota de Hamilton le llevó a un periodo de inestabilidad (unida a algún fallo mecánico) que puso a Rosberg en una situación muy ventajosa de cara al Mundial. ¿Puede ocurrir lo mismo?. La amargura de Hamilton era de dimensiones bíblicas, su parsimonia en llegar a boxes y salir del coche, su lenguaje corporal, todo indicaba un dolor emocional profundo que tendrá que restañar tan rápido como suele ir en pista. Pero si duda de su equipo, si duda en su desempeño, puede verse en un aprieto. Es hora de desplegar la madurez emocional que se le ha visto en los últimos meses.

Gana Ferrari, que de verse en su ya tradicional cuota de podio por carrera, se encontró con una segunda posición que además, en hipotéticas (pero poco realistas) cábalas por el título mundial, le permite recortar puntos con el líder. No, no es esa su lucha ni debe ser su objetivo. Pero sí que se vio a un Vettel que podía seguir sin demasiada complicación a un Mercedes, lo cual, tras la sangría de rendimiento de España, da un respiro a los de Maranello. Si la tracción y la entrega de potencia son claves en un circuito como el de Mónaco, al menos Ferrari estuvo decente en dicho trazado. Lejos del tiempo a una vuelta (siete décimas en un circuito de poco más de tres kilómetros es una gran distancia), pero no tanto respecto a Rosberg en carrera. Claro, que Mónaco es un circuito del que sacar conclusiones no es aconsejable.

Porque, si lo hacemos, ¿Red Bull ha mejorado tanto?. Seguramente no, y sin embargo tuvieron un resultado excelente: cuartos y quintos. Y por méritos propios. Volvemos a los tópicos: puede que en un circuito permanente no hubieran superado a Räikkönen (que, o mejora ya sus clasificaciones, o seguirá desaprovechando oportunidades), pero no es menos cierto que Ricciardo se jugó el todo por el todo en un adelantamiento al finlandés en la curva de Mirabeau. Reglamento en la mano, su toque con el de Ferrari no era sancionable, pero tampoco fue tan claro que su adelantamiento estuviera en el punto en el que se considera superado un coche. Quizás Kimi podía haber dado más margen, quizás Daniel no debió ser tan optimista, pero en todo caso se agradece la valentía, que en un circuito así es además mucho más loable.

Gran carrera para Sergio Pérez en un Force India que no está en esas posiciones por rendimiento. Pero, otro tópico, en Mónaco cuentan aún las manos, y menos los medios, así que lo que hizo el mexicano fue sacarse una actuación sin mácula, y unos puntos muy merecidos, maximizando su oportunidad de tener un buen resultado.

Y entonces llegamos a Mclaren, que al fin consigue puntuar. Eso anunciaban tras España, y cosas de la vida, quien pensaba que no puntuarían en todo el año, Jenson Button, es el que hizo una carrera correcta, sin atacar a nadie pero sin ser atacado, que le llevó al octavo puesto. Cuatro puntos que no son un triunfo, pero son un peldaño en el que afianzarse. Pero, ¿realmente es la posición de los Mclaren?. Su rendimiento no fue tan bueno como igualmente profetizaban, y no pudieron entrar en la última tanda de clasificación. Volvieron los problemas, otra vez para Alonso, tanto en clasificación como en carrera. Y si bien un rendimiento deficiente puede ser entendible, aunque a duras penas, lo que no debería serlo ya son los problemas de fiabilidad. Cada vez es un fallo distinto, que se vuelve recurrente, y si desaparece, surge otro nuevo. Ahora bien, no debe perderse de vista que hubo un equipo que se desmoronó estrepitosamente en las calles de la Costa Azul: Williams.

Y ese equipo está por encima de Mclaren en rendimiento (y de muchos otros que les pasaron por encima), y volverán a estar en forma en Canadá, próximo Gran Premio. Así que hay que ver estos puntos de Mclaren como un verdadero prodigio de manos más que de una mejora notable en el coche, que da pequeños pasos, pero lamentablemente no parece que seguros. E incluso Alonso ya apuntaba que aerodinámicamente no están entre los mejores, cuando precisamente era uno de los puntos que se daban por buenos en el rendimiento del coche. Pero claro, difícil saberlo si no puedes rodar al máximo, o incluso rodar.

El que sigue dejando unas actuaciones para enmarcar es Carlos Sainz. No es una cuestión de banal patriotismo, sino de puesta en valor de un piloto que ya no debe sorprender a nadie, pese a ser un debutante. Su rendimiento en clasificación fue soberbio, pero se vio obligado a salir desde el carril de boxes por no asistir al pesaje del monoplaza. Otro quizás se hubiera desmoronado, tras una clasificación así en un circuito como Mónaco. Pero Carlos se arremangó, introdujo cordura a la situación, y paso a paso pudo ascender hasta una impresionante décima posición, esto es, sólo dos posiciones por debajo de donde debería haber comenzado. Esto es lo que se llama una carrera inteligente, con una dosis de tranquilidad que es difícil de mantener en un circuito así de estresante.

Y otro que ganó fue Roberto Merhi. Acabó delante de su compañero, un Stevens con mejor coche, pero sobre todo, no puede pasar desapercibido que llegó a sacarle una ventaja que rondaba el minuto en un momento de la carrera. Esto es, casi doblado. Así que, donde las manos cuentan y el arrojo se premia, el castellonense se quitó de un plumazo todos los pesos que soportaba por verse superado por su compañero. Toda una demostración de fuerza cuando importa.

Así pues, dejando atrás el coqueto enclave costero-montañoso en el que se ubica un circuito ratonero, en general había más sonrisas que lágrimas. Algunas de esas sonrisas no son reales, pero si se ganaron en la pista son merecidas, porque es la única que dictamina. Y las lágrimas llevan en su composición una mezcla de decepción y revancha, con la necesidad de rehacerse ante un golpe moral que, justo un año después, vuelve a mortificar al mismo piloto. Veremos si no ha conseguido dañar su fortaleza.

 

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