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Mis 'youngtimers' favoritos: Opel Zafira OPC, un monovolumen irrepetible – Prueba

Al volante, casi no parece que nos encontremos ante un vehículo de siete plazas
Actualmente, pueden encontrarse ejemplares entre 125.000 y 150.000 kilómetros por menos de 10.000 euros
La Zafira original celebra este año su 25 aniversario - SoyMotor.com
La Zafira original celebra este año su 25 aniversario
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03 Ago 2024 - 13:44

Hoy en día, encontrar un coche familiar con más de 200 caballos no es una rareza, pero hace aproximadamente 20 años, el coche que hoy probamos recibía merecidamente el apelativo de monovolumen de siete plazas más rápido del mundo, fruto de su motor turbo capaz de desarrollar 240 caballos.

En el tercer texto que dedicamos al Opel Zafira, tras repasar la historia de su primera generación con motivo de su 25 aniversario, así como del propio desarrollo y características del Zafira OPC de segunda generación.

Y es que, a pesar de que se trata de uno de los familiares más exitosos de los últimos tiempos, la variante OPC es una auténtica rareza, ya sea para los estándares actuales como los de hace dos décadas. Por ello, es una suerte tener la oportunidad de ponerse a los mandos de una de estas unidades.

Externamente cuenta con detalles específicos que ya enumeramos en el anterior texto, pero lo cierto es que en persona no destaca en demasía, y únicamente nos delata la filosofía del modelo la doble salida de escape y ese exclusivo color azul ''Ardenas''. A destacar también el hecho de que, a pesar de ser un monovolumen con hasta siete asientos, prescinde de cualquier tipo de puerta corredera.

Nos abrimos paso al interior y, una vez asentados, termina de golpe cualquier mensaje que nos recuerde el tipo de vehículo que en realidad estamos conduciendo. Para empezar, los asientos Recaro agarran con gran firmeza y el pedalier de aluminio se hace notar bajo nuestras zapatillas.

Los paneles de salpicadero y los medallones de las puertas tienen un acabado plástico que denota el paso del tiempo, pero estando salpicados de botones, nos retrotrae a una época —¿mejor?— en que lo digital se restringía únicamente a las lecturas de la autonomía en la instrumentación frente al conductor, marcada por cierto con un sugerente ribete del mismo color que la carrocería, y a la información de la pantalla en posición central, con grafismos simples y que estaba lejos de ser táctil.

La palanca de cambios se encuentra elevada, en posición y tamaño común al del monovolumen típico, pero se agradece que se encuentre cerca del aro del volante de cara a una conducción deportiva. El detalle irreverente y hasta cómico lo da la forma de la palanca del freno de mano, con un diseño y despliegue calcado a la de un avión.

AL VOLANTE

Comenzamos a rodar y, como se ha mencionado antes, parece difícil concebir que estamos conduciendo un siete plazas. Todo ofrece un tacto duro, desde la propia palanca, la dirección y hasta la introducción de las marchas. El pedal del embrague no lo es especialmente, pero el radio de acción se sitúa aproximadamente entre el 70 y el 80% del recorrido del mismo.

Al acelerar, el habitáculo es invadido sin piedad por el sonido destacadamente metálico de ese motor cuatro cilindros turbo de 240 caballos, con su bloque de hierro fundido y su culata de aluminio. Es el mismo que encontraríamos en el Astra OPC, pero en esta versión adquiere un cariz especial, pues lo diáfano del habitáculo hace que el sonido reverbere dentro del mismo.

En cuanto a la entrega de potencia, hay que decir que se aprecian varios matices. Desde el ralentí y hasta aproximadamente 2.400 revoluciones por minuto, el motor es bastante dócil y permite circular de manera relajada por zonas urbanas, como pudimos comprobar por las inmediaciones de Cornellá y el aeropuerto de Barcelona. Es a partir de esa zona y sobre todo al alcanzar las 5.000 revoluciones cuando éste explota y el coche muestra su verdadero carácter, sobre todo en las incorporaciones a la autopista y durante los adelantamientos. El escalonamiento entre marchas es la misma que la del Zafira de 200 caballos más comedido que se vendía a su vez.

El confort de rodadura también queda un poco mermado por su condición deportiva. El esquema es el mismo que el del Zafira de serie, suspensión McPherson delante y de tipo torsional en el eje trasero, pero sus elementos son específicos para la variante OPC, con una reducción en altura de 15 mm que ayuda a reducir el momento de inercia en curvas. Los frenos eran asimismo específicos para esta versión, para detener con seguridad los 1.665 kilos que mostraba en la báscula —aún y así, más de 200 menos que el Grandland GSe contemporáneo—.

Con todo ello, el coche es bastante seco a la hora de absorber los baches y se nota sobre todo durante los cruceros de autopista. Tampoco se libra de cabecear en cuanto toca coger una curva cerrada a velocidades alegres. Eso sí, aun con todo, no hay familiar que se le parezca en este sentido a la hora de circular rápido por enlazadas. Porque sí, el subviraje marcado termina por aparecer —no hay que caer en el chiste fácil de que los ''Opel no giran''— pero a unos niveles de velocidad inconcebibles para un coche de esta categoría. No hay que olvidar que el famoso Vectra OPC contaba con un bloque V6 en posición delantera con un tren de rodaje también al eje delantero.

Durante los tramos, y a pesar de un comportamiento dinámico estimable para su tamaño, uno se pregunta si no hubiese sido mejor elección proporcionar a este modelo con un sistema de tracción a las cuatro ruedas, más a sabiendas de que el prototipo Snowtrekker hacía uso de una configuración de este estilo

No podemos hablar de consumos porque nuestra prueba se restringió a un período corto, pero si el consumo homologado medio era de unos 10 litros/100 kilómetros, uno puede hacerse idea de las cifras aproximadas que registrará si se le 'aprieta'.

¿Qué modelos podían hacerle sombra? La verdad es que pocos, por no decir ninguno. Podría compararse con una Ford S-Max y su motor de cinco cilindros de 220 caballos o una Renault Grand Space con nada menos que un V6 y 245 caballos bajo el capó. Pero estos ejemplares estaban mucho más orientados al confort de recorrer largas distancias en poco tiempo, más que a la deportividad pura. Además, se encontraban un peldaño por encima en cuanto a tamaño, ya que el Zafira siempre se ha considerado un monovolumen compacto. Homólogos más acertados hubieran sido una C-Max o un Scénic, en su caso.

En cierta manera, y salvando las distancias, tras bajarme del coche no puedo evitar recordar la mítica Renault Espace F1 con el motor V10 Williams, de una filosofía parecida pero llevada al extremo. En definitiva, este Zafira OPC cubrió una etapa de locura en Opel que terminó en 2010 poco antes de lanzarse la tercera generación del coche y que dejó de lado estas siglas. Un concepto irrepetible, ya que ahora parece impensable que un fabricante se lance incluso a la comercialización de un monovolumen. De segunda mano, puede adquirirse por menos de 10.000 euros y puede ser una inversión a largo plazo si se lleva un mantenimiento de manera correcta, ya que no debería de bajar su cotización, sino todo lo contrario.

Pero si hablamos de locuras, ¿qué tal un Meriva OPC con su motor 1.6 litros turboalimentado de 180 caballos? Porque sí, también existió, una quimera todavía más exclusiva.

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