Probamos el nuevo Suzuki Swift: por qué es una opción a pesar de tener menos potencia que sus rivales

Menos de cuatro metros, con alguna versión por debajo de los 1.000 kilos –las que superan esta barrera lo hacen por muy poco– y un motor con menos de 100 caballos –82 concretamente–. Parece que hablamos de un coche del pasado, ¿verdad? Pues no. Se trata de la cuarta generación del Suzuki Swift –la primera de todas la marca no la considera un modelo global por venderse también bajo el paraguas de algunas de las firmas de General Motors–, que se edifica sobre la misma plataforma que la precedente y por tanto presenta casi las mismas medidas. Tan sólo gana 1,5 centímetros de longitud para llegar a 3,86 metros. Un segmento B, sí, pero más orientado si cabe al uso urbano que rivales como el Peugeot 208 o el Mazda2, que aproximadamente miden cuatro metros. Ambos, por cierto, también se venden con motor microhíbrido.

El mejor resumen que se puede hacer del Suzuki Swift es que es un coche sincero. Lo que aparenta es lo que da. O incluso más, porque esa ligereza permite diversión al volante si se aumenta el ritmo. Dentro de lo que permite el motor, eso sí. Conviene no dejarlo caer de vueltas –en el caso de la versión manual de cinco marchas, puesto que también se puede equipar un cambio CVT que funciona más que correctamente– si se quiere avanzar con viveza cuando la carretera lo permita. Es en los cambios de dirección cuando se notan los pocos kilos que hay que mover. En todo caso que nadie espere los apoyos de un deportivo porque no los tiene, ni tampoco lo pretende. Pero precisamente eso añade más gracia a una conducción dinámica en lo que a disfrute, que no en cuanto a eficacia, se refiere.

En todo caso no es el Swift un coche concebido para ir fuerte. Su fuerte, lógicamente, está en la ciudad, donde su desempeño es suave y confortable. Lo mismo se puede aplicar al tacto que ofrece la dirección, que al ritmo antes descrito peca de un exceso de viveza. Nos deja también buenas sensaciones el tacto del freno. Es prácticamente normal, extremo destacable cuando se trata de un coche electrificado.

Lógicamente potencia del motor, justa pero no escasa, hace que en autopista haya que jugar con el cambio en la versión manual para salvar con éxito maniobras críticas como los adelantamientos o las aceleraciones. La variante automática hace el trabajo por nosotros, y a pesar de la naturaleza de un CVT no se nota en exceso esa 'incongruencia' que suele percibirse entre la contundencia de nuestra pisada al pedal, el sonido del motor y la velocidad a la que se ganan kilómetros/hora. También es destacable el consumo, del que aunque no podemos aportar datos del todo concretos por lo breve que fue nuestra prueba durante la presentación del coche, sí que podemos asegurar que es sencillo de mantener por debajo de 5,5 litros a los 100 kilómetros y viable bajar de la barrera de cinco litros.

La vida a bordo del Swift es la que se puede esperar en un coche de este segmento y tamaño. El espacio en la zona delantera es suficiente, mientras que en la trasera lo mismo para dos personas no muy altas y, aunque posible, no recomendable para una tercera. La visibilidad que se tiene desde el asiento del conductor no tiene pega, algo a lo que ayudan los reglajes del asiento en longitud y altura –los delanteros pueden llevar calefacción– y del volante en altura y profundidad. El maletero, por su parte, es apto para dos maletas de viaje con sus 265 litros.

Entre los materiales utilizados en el habitáculo el plástico duro es protagonista. Estéticamente no queda mal, y tampoco se le puede exigir mucho más dado el segmento que ocupa si se quiere mantener el precio de venta. El aislamiento acústico, eso sí, puede mejorar, especialmente en lo que al motor se refiere.

Donde puede considerarse que peca respecto a sus adversarios es en el entramado tecnológico. El cuadro de mandos es analógico salvo por una pequeña pantalla TFT central de 4,2 pulgadas, mientras que la pantalla central, de 9 pulgadas, muestra un sistema multimedia que está un punto por debajo de los estándares actuales, tanto por funcionamiento como por resolución, aunque es compatible con Apple CarPlay y Android Auto.

¿POR QUÉ HAY QUE COMPRAR UN SUZUKI SWIFT Y NO UNO DE SUS RIVALES?

El precio del Suzuki Swift es uno de sus principales argumentos de compra. Empieza en 18.500 euros, mientras que el Mazda2 lo hace desde 21.300 y el Peugeot 208 desde 22.200 con etiqueta eco –siendo justos, esta versión del modelo francés tiene cambio automático, con lo que la comparación con el Swift en este caso debe ser con la variante CVT, que empieza en 21.700 euros, con lo que no existe tanta diferencia–. Además, el menor tamaño puede ser importante para aquellos que tengan claro que van a pasar la mayor parte de la vida del coche circulando por ciudad. Y todo ello sin olvidar que el consumo de combustible es intachable.

También hay que decir que el Suzuki Swift ofrece una versión 4x4, algo de lo que carecen sus rivales. En todo caso, al tratarse de un vehículo claramente urbano, no es algo que vaya a aportar mucho.