Probamos el BMW M4 GT4 de Nerea Martí y José Manuel de los Milagros

Una historia totalmente diferente. Eso es lo que supone probar un coche de carreras. Y es independiente de la cantidad de unidades de calle, por muy potentes y deportivas que sean, que hayan pasado por tus manos. Hace un año aproximadamente lo pudimos comprobar con el BMW M2 CS Racing. En esta ocasión el turno ha sido para el BMW M4 GT4, de nuevo el coche con el que compiten –el GT-CER aún no ha acabado– Nerea Martí y José Manuel de los Milagros.

Dotado de un motor de 3.0 litros y seis cilindros, el M4 GT4 puede desarrollar una potencia de hasta 550 caballos con 650 Newton metro, cifras que se pueden limitar electrónicamente. La caja de cambios es una ZF de siete velocidades que se maneja con las levas situadas detrás del volante. Volante, por cierto, que lleva la firma de Fanatec, y permite conectarlo tanto al coche de carreras como al simulador de casa. Así, sin más.

Este año ha sido Nerea Martí la que nos ha hecho de 'coach'. Una breve explicación de los mandos del volante –por suerte sólo había que quedarse con las maniobras de arranque y parada más la desconexión y posterior conexión del limitador de velocidad para boxes– y un par de vueltas como copiloto en las que tratamos de memorizar todo lo que hacía la valenciana. Esa fue nuestra clase teórica antes de enfrentarnos a la bestia.

Ver el coche desde fuera según te acercas al puesto del piloto impresiona, aunque más lo hace estar sentado en el cockpit mientras los mecánicos te atan los arneses. Por no hablar del acelerón de pulsaciones que supone arrancar el coche por el pit lane. Pero es apagar el limitador y poco a poco sentir exactamente lo mismo que con el M2 CS Racing... ¡es mucho más fácil de conducir de lo que parece! Y ojo, recalco lo de conducir. Pilotarlo al límite para sacarle las últimas décimas es tan complicado como sucede en cualquier otro coche de carreras.

Ya sea con todos los controles activados o con un extra de permisividad una de las grandes claves para sacar el tiempo con el BMW M4 GT4 es acelerar con el volante lo más recto posible. Parece una obviedad, pero es algo que requiere de una preparación que llega hasta el momento antes de encarar el viraje. Porque antes de girar –sobre todo ante las curvas más cerradas– hay que clavar bien los frenos, unos frenos que se pueden tratar con mucha violencia –zapatazo con el pie izquierdo para posteriormente regular en la parte final de la deceleración–. Sólo en el momento en el que parece que uno va 'parado' hay que girar y dulcemente notar como el coche rota. Ahí hay que dejarlo correr y tener paciencia. Y si no es suficiente la merma de velocidad que hemos aplicado, con el propio freno ayudas a que vire. Cuando el fin de la curva asoma se endereza paulatinamente el volante y se da gas sin piedad. ¿Pérdidas de tracción? Algo raro has de hacer para que el M4 GT4 las tenga. Recordemos, con 550 caballos.

El punto al que más ha costado acostumbrarse es uno que hemos pasado por alto en el anterior párrafo. El momento del giro. En las apenas tres vueltas que hemos completado al Jarama no nos ha dado tiempo a responder como debíamos ante la forma de virar del M4. Entre los reglajes de carrera, los neumáticos slick y demás 'bondades' que presenta el coche, tiene una capacidad de rotación que escapa de la comprensión de los mortales hasta pasados unos cuántos kilómetros. Retrasar el momento del giro hasta el último momento es fundamental. Si haces la maniobra demasiado pronto vas a forzar los neumáticos delanteros, lo que provoca subviraje, aumento de temperatura... un desastre, en definitiva. Lo curioso es que de primeras resulta más sencillo girar donde toca en las curvas rápidas que en las lentas, aunque la generación de esta sensación quizá tiene más que ver con una velocidad de aproximación mayor a este tipo de virajes que hace que, 'por error', tu reacción llegue en el momento justo.

De camino a boxes a uno le quedan ganas de más, de mucho más. Con lo fácil que se lleva el M4 GT4 más las sensaciones que produce no podía ser de otra manera. Pero ahora es cuando recordamos las vueltas que hemos dado desde el asiento de la derecha. Ahí todo se movía más, mucho más. Parecía estar más próximo al precipicio. Acercarse al límite –a pesar de que Nerea seguro que estaba muy lejos de él– es otra historia. Otra totalmente diferente...