8.000 coches nuevos esperan su entrada en Rusia como consecuencia de la guerra

Así, en una gigantesca explanada del puerto de Zeebrugge –Bélgica– se encuentran aparcados cientos de Cadillac Escalade, Lexus RX o Toyota Land Cruiser 300. Los más de 8.000 vehículos que le faltan a Rusia llegaron a puerto a principios del mes de abril desde diferentes partes del mundo para su comercialización desde San Petersburgo, pero ahora se encuentran retenidos por la Unión Europea, que ha prohibido la exportación a este país por un valor superior a los 50.000 euros.

Además de los vehículos de lujo, que están valorados en más de 200 millones de euros, entre esos 8.000 automóviles existen otros que perfectamente podrían llegar a tierras rusas, ya que su valor es inferior a la cantidad máxima permitida. Sin embargo muchos de ellos no llegarán a su destino porque los fabricantes prefieren buscar otros mercados en los que darles salida, tal y como reconoce Marc Adrianssens, director de la terminal de automóviles del puerto. Esto se debe a que, sanciones a parte, la comercialización de coches en Rusia es una cuestión de imagen y ahora mismo, ninguna quiere que se asocie su marca a un conflicto bélico.

Este hecho es especialmente llamativo y costoso en casos como el de Renault, que finalmente ha decidido vender su participación de AutoVAZ a la administración rusa por el simbólico precio de un rublo. En otros casos el miedo a dañar la imagen de marca, las dificultades logísticas o el descenso en picado del valor de la moneda local, hace que muchas firmas busquen otra salida a esos coches. BMW o el grupo Stellantis han cerrado sus fábricas allí.

La acumulación de los 8.000 coches en el puerto de Zeebrugge supone un problema adicional para los exportadores. Y es que este centro logístico, que es uno de los más grandes de Europa y mueve más de dos millones de coches al año, cobra un alquiler por tenerlos allí estacionados. Si se tiene en cuenta que la rotación habitual es de dos semanas como máximo y estos automóviles llevan parados ya un mes, el coste se dispara. Y ojo, porque lo normal es que este tiempo se alargue bastante más. Es por ello que actualmente buscan diferentes fórmulas para darles salida y minimizar en lo posible unas pérdidas que ya se calculan millonarias.

Esta prohibición se suma a la ya presente de vender semiconductores o material informático, porque este puede tener tanto un uso civil como militar.