Peugeot 907: una quimera de 17 años con motor V12

A día de hoy, casi parece un crimen presentar un vehículo con motor V12, ya sea en formato real o conceptual, ya que las cada vez más restrictivas normativas anticontaminación obligan a las marcas a explorar con nuevas formas de movilidad. A comienzos de siglo XXI, el automóvil vivía una época dulce en cuanto a la comodidad de las marcas para presentar grandes motores y automóviles más que deseables.

No obstante, no fue menor la sorpresa que se llevaron los asistentes al Salón de París del año 2004, donde la firma del león reveló un ejercicio de estilo que, de haber llegado a la realidad, podría haber rivalizado con lo más granado de los GT’s en aquel entonces, véase Ferrari 575 Maranello, Bentley Continental GT o Aston Martin Vanquish. Es lo que ocurre cuando das a tus diseñadores carta blanca para crear su mejor obra: la carrocería hecha de fibra de carbono y su V12 hablaban por sí solos.

Comencemos con su mecánica, la cual podía contemplarse gracias a la cubierta de metacrilato que dejaba ver cada una de las tomas de admisión de los 12 cilindros. Peugeot no contaba con un motor de estas características, de modo que nació tras la unión de dos V6 de 2,9 litros, visto en una gran variedad de modelos tanto de Peugeot, como de Citroen o Renault.

El resultado era un V12 a 60º con 506 caballos, 620 Newton metro de par y cerca de seis litros de cilindrada, controlado a través de una caja secuencial de seis relaciones que derivaba la potencia al eje trasero. Éste iba colocado en posición delantera, pero lo más retrasado posible para una distribución de pesos lo más perfecta posible.

El aspecto externo no era menos espectacular. Su configuración de Gran Turismo con un enorme motor delantero le otorgaba al capó un tamaño colosal con una toma de aire acorde a su tamaño, mientras que el interior, de color borgoña, era espacioso gracias en gran medida a sus 2,5 metros de batalla y su configuración biplaza. En el lateral destacaban las salidas de escape tras las ruedas y, el conjunto, reflejaba el estilo de diseño que la marca impuso durante los primeros compases del siglo XXI.

Las cifras de velocidad y aceleración, siempre teóricas, se situaban en un 0 a 100 kilómetros/hora por debajo de los cuatro segundos, con una punta marcada en unos estremecedores 357 kilómetros/hora. Teóricas, sí, pero el coche era plenamente funcional.

Por desgracia y como es común en estos casos, este ejercicio de diseño y celebración de la casa francesa se quedó simplemente en eso. Rumores ponían sobre la mesa la posibilidad de fabricar una pequeña tirada de 50 ejemplares, propuesta que, cierta o no, quedó descartada en definitiva. Por suerte, el prototipo todavía existe a día de hoy y es un elemento más de la magnífica colección del museo de Peugeot en Sochaux, Francia.