BMW M3 Compact: el anti–Golf no nato de la casa bávara

Hubo un tiempo en el que los fabricantes más Premium del mercado buscaban expandir sus gamas, en lugar de cara al segmento SUV, hacia los peldaños más bajos, donde se ubican los compactos y los urbanitas. De ahí nacieron a comienzos de los 90 modelos como el Clase A de Mercedes o el Audi A3. BMW contaba con el Serie 3 Compact, pero en 1996 se adelantaba al resto de sus rivales con el desarrollo de una variante 100% M de este modelo. Se trataba, además, de un homenaje a la revista 'Auto Motor und Sport', que por entonces celebraba su 50 aniversario.

Exteriormente contaba con un kit estético discreto, únicamente con un paragolpes algo más agresivo, llantas de 17 pulgadas y una zaga caracterizada por un difusor coronado por cuatro salidas de escape plenamente funcionales. En cotas, el Compact era 23 centímetros más corto que el sedán del que derivaba, aunque conservaba la distancia entre ejes.

El interior recurría a unos asientos Recaro tipo bacquet fabricados en fibra de carbono con arneses de seguridad de cuatro puntos, mientras que el volante, el pomo de la caja de cambios y el freno de mano iban recubiertos en alcántara. El salpicadero, curiosamente, se tomaba prestado directamente del M3.

UN GRAN MOTOR EN UN CUERPO PEQUEÑO

Hasta el momento, las mecánicas que se ofrecían para el Compact se reducían a dos de cuatro cilindros con 102 y 140 caballos de potencia. Pero para este prototipo, el equipo de BMW Motorsport se las ingenió para introducir el S50B32 de seis cilindros y 3.2 litros que montaba el M3 E36 de la época, con nada menos que 321 caballos de potencia. Todo ello era gestionado por una transmisión manual de cinco velocidades y, como buen BMW, toda la energía se enviaba al tren posterior. Por supuesto, se debieron endurecer las suspensiones y mejorar las pastillas de freno.

Sorprendentemente, o no tanto, el M3 Compact resultó aún más rápido que la variante sedán –con un 0–100 kilómetros/hora en 5,3 segundos– gracias a los 150 kilos menos de peso del conjunto. Los periodistas que lo probaron destacaron su ''agilidad, firmeza e intransigencia'' superiores a las de hermano mayor. Para hacernos una imagen, su relación peso/potencia era mejor que el 1M que se lanzó en 2011, mientras que la variante más potente que se lanzó al mercado fue la 323ti de 1997, con el motor de seis cilindros en línea, tarado en 170 caballos.

El resultado era un coche de talante ciertamente radical, tal vez demasiado como para estar orientado a ser el acceso de gama e ir dirigido a la clientela más joven. De haber llegado a fabricarse, posiblemente habría tenido una potencia reducida y hubiese prescindido de la fibra de carbono en los asientos.

Pero el problema, sin duda, es que por aquel entonces no había hueco en el mercado para un deportivo compacto de estas características, algo que no se vería hasta unos años más tarde, concretamente y ni más ni menos que con el 1M mencionado anteriormente, y alcanzó su cénit con el M2 que, como bien dice Jackob Polschak, jefe de desarrollo de prorotipos en BMW Motorsport, ''es el descendiente directo'' del M Compact.

Y es que la casa bávara no se ha quedado corta en experimentar con nuevas formas de expandir la gama M hacia derroteros con los que más de un entusiasta soñaría. Entre ellos está el BMW M8 que desarrollaron en completo silencio y que no desvelaron al mundo hasta casi 20 años después. Un caso muy parecido fue el M3 GTR Straßenversion con todo un motor V8 en su vano, que sentó las bases del M3 E92 que se vería en 2007.