Un fin de semana con Ferrari: a la vanguardia de los sueños

A Ferrari la distinguen muchas cualidades. Velocidad, belleza, exclusividad o pasión podrían ser algunas, pero quizás la más intrínseca de la compañía es la atención al detalle. Y eso es aplicable a cuestiones en aparencia menores como la vestimenta de sus empleados, u otras de mayor calado como sus coches, ya sean de calle o de competición. El detalle, lo que marca la diferencia, es lo que hace que un producto sea perfecto. Pero Ferrari va más allá, y cuida un elemento fundamental para la compañía: el cliente, el receptor último de la producción que surge de Maranello.

Todo comienza por la presencia del emblema, el famoso 'Cavallino Rampante' que Enzo Ferrari recibió de la familia Baracca allá por 1923 y que se ha convertido en signo distintivo de la marca. A partir de ese momento sabes que te vas a introducir en el lugar donde se generan los sueños, los deseos y las satisfacciones. Sea en lo competitivo como en lo comercial. Nos recibe así el Responsable de Comunicación del programa Corse Clienti, un departamento dentro de la estructura Ferrari que ya deja clara su vocación: carreras de clientes. Lo que busca este programa es que el cliente sienta la emoción de la competición en su cuerpo, bien sea con las carreras de la Ferrari Challenge, cuyo modelo conoceríamos enseguida, bien con otras disciplinas. La Challenge es el paso obvio de ese cliente que participa en algunos eventos en pista, que asiste a cursos de pilotaje que se imparten en Maranello o recibe los consejos de los instructores oficiales de la marca. El cliente conduce, mejora y se le abre la puerta de ponerse a los mandos de un verdadero coche de carreras que, según nos cuentan, sirve de banco de pruebas para la producción.

Si ese cliente es de alto nivel, no sólo en cuanto al pilotaje sino también presupuestario, se le abre una nueva puerta, casi gloriosa: los F1 o el programa especial FXX. Hablamos de palabras mayores, pues se trata de ponerse al volante de la cumbre del automovilismo deportivo o de un modelo extremo que sólo puede usarse en circuito. En ambos casos los coches son del cliente, que los ha comprado, pero la gestión, mantenimiento y custodia de los mismos corresponde a Maranello. Desde allí, si el cliente lo desea, Ferrari envía el coche a un evento programado por la marca o a un circuito alquilado por el propietario, donde se desplazan los mecánicos que conocen el coche. Y no se trata de un juego, porque cuentan con Marc Gené como instructor de lujo para conocer el monoplaza, analizar los puntos fuertes y débiles de los pilotos y asesorar en el pilotaje para lograr una mejora sustancial. De repente, te puedes sentir como piloto del equipo más famoso del mundo de las carreras. Y, en el caso del FXX, además colaborar con la marca en la búsqueda de innovaciones para los futuros modelos. Eres parte de Ferrari, y así te lo hacen sentir.

Con la competición en mente, apartado con la que se relaciona a Ferrari de manera indisoluble, nos dirigimos a mantener una instructiva charla con Ugo Maceratini, que destila simpatía por todos sus poros. Pero en sus ojos se puede apreciar algo más: pasión por su trabajo. Nos confiesa entre orgulloso y ruborizado que trabajar con Ferrari es su sueño de infancia, cuando su padre le regaló dos cochecitos, uno azul, que era un Lotus, y uno rojo, que le enseñaron que llevaba un motor de 12 cilindros. Su amor fue incondicional desde entonces. Hoy es ingeniero del equipo Formula Racing en la Challenge, en el GT Open y en otras disciplinas. Conoce todos los secretos del 488 Challenge, un modelo que se introdujo en el año 2017 como sustituto del 458 Italia. Deriva del modelo de calle, pero tiene más que ver con los GTE del WEC y GT3 que con el modelo de producción. Y pese a ello, nos confiesa que el coche te permite sentirte piloto al instante por sus reacciones nobles aunque brutales.

Porque hablamos de un coche de carreras con un motor V8 turbo de 3.9 litros y 670 caballos. ¿Las diferencias con el de producción? Aparte de los aditamentos aerodinámicos, donde destacan los aletines en el frontal –que ha heredado directamente el 488 Pista– y el alerón trasero con múltiples opciones de regulación, elementos como las suspensiones regulables o el habitáculo. Pero el equilibrio del coche está en el centro, por eso es tan aparentemente dócil, pero sobre todo permite una regulación casi inmediata según los deseos del piloto. Además, el sistema electrónico del coche permite su reseteo con el arranque, de modo que el acelerador se regula por sí mismo, accionado además por un sistema 'fly by wire'. Una pléyade de sensores recogen todos los datos del coche en tiempo real, y además muestran la telemetría al piloto en la pantalla tras el volante, con tiempos por vuelta, sectores, y tiempo ideal. Un coche de competición que cuenta como único lujo con el aire acondicionado, necesario para soportar el calor del interior durante la media hora de carrera. Es así como un cliente se sumerge en la competición de forma casi natural.

Un coche de carreras derivado del de calle. Ése es el espíritu de la Challenge desde su creación en el año 1993. Y el posible sustituto del 488 Challenge ya ha llegado en la vertiente comercial. Se trata del F8 Tributo, que quizás en unos años sea el modelo de la copa monomarca. Es hora de conocer en un selecto espacio en el paddock al recién llegado. Pese a ser un lugar desmontable rezuma elegancia, con cómodos sofás de color gris, mesitas y una barra en la que puedes degustar un auténtico café italiano, tomar un refresco y comer algo dulce o salado. Hay varias filas de sillas delante de una gran pantalla en la que algunos empleados dedicados al trato con los clientes explican cómo trazar curvas o las características del nuevo modelo. Que ahí está, en un profundo color Blue Corsa. Edoardo Rossi, un joven con mirada viva y sonrisa risueña, es el Product Marketing Manager del modelo. Tras su presentación en el Salón de Ginebra, es la primera vez que atraviesa los muros de Maranello para asomarse al mundo. Edoardo está orgulloso de la nueva creación, y se le nota en el entusiasmo de sus palabras, pero también denota la responsabilidad que han sentido con él. ¿Por qué F8 Tributo?

El V8 es un motor tan característico de Ferrari como el V12, aunque éste sea el ADN de la compañía. Es por ello que, ante la excelencia de un motor que lleva tres años seguidos considerado como el mejor del mundo, era hora de rendirle homenaje. Ya presente en el F40, son precisamente cuarenta los kilos que han logrado rebajar en el peso del Tributo, fundamentalmente gracias al alerón trasero de fibra de carbono y a varios componentes del motor, un 3.9 litros turbo de 720 caballos que monta también el 488 Pista. Y ahí está, en posición central trasera, con una ventana diáfana sólo interrumpida por aperturas de refrigeración. Este es el centro de la creación, y desde aquí se puede desarrollar el resto. Con un chasis de aluminio –Edoardo confiesa que el chasis de fibra de carbono no aportaba nada reseñable al modelo–, cuenta con un 15% más de eficacia aerodinámica, que además está pensada también para ayudar a la refrigeración. Gracias a los estudios del Reparto Corse, el F8 Tributo cuenta con un S-Duct en su parte delantera que aporta un 10% de carga aerodinámica. Es el modelo V8 más potente y prestacional de Maranello. Es la nueva joya. Le preguntamos dónde está el techo. Edoardo sonríe, y nos dice sibilino que el techo no lo conocen los ingenieros. Sentados en el coche ante su orgullosa mirada, sólo nos invade el deseo de apretar el botón rojo de arranque y sentir el latido de este Tributo.

Por el lugar se mueve discreto un hombre con una presencia elegante y a la vez cercana. Sabe que este coche es la nueva referencia, y sabe que es su responsabilidad hacer llegar al cliente este producto. Es Andrea Modena, Director General de Ferrari West Europe. Nos recibe con unas maneras encantadoras que nos atrapan hacia sus palabras. El cliente, en quien se deposita el resultado del trabajo de todos ellos, es el centro de todo. Y por eso, para el cliente, está el programa Passione Ferrari, un compendio de actividades para hacerlo sentir querido, parte del universo Ferrari. Hablamos de poder rodar en pista con los modelos de su propiedad, de poder recibir los cuidados oficiales de la marca en el taller instalado en el propio circuito. Pero ahora también hablamos del Passione Ferrari Club Rally, una vuelta de tuerca más en ese cuidado al detalle hacia el propietario. Se divide en tres clases de actividades. La GT consiste en itinerarios por algunos de los enclaves turísticos más encantadores de Europa, con estancias en hoteles, experiencias gastronómicas y visitas a lugares emblemáticos. Un paso más allá, que combina lo anterior pero lo enfoca hacia el pasado, es la variante Iconic. Porque Ferrari es tradición, y ahí surge la competición como figura troncal en la compañía. Por eso, con el programa Iconic, el cliente es llevado a participar en las evocaciones de las grandes carreras del pasado: este año toca el Tour Auto –el renombrado Tour de France– y la Targa Florio. Y del pasado de la competición, al presente con la actividad denominada Sport: en este caso, la toma de contacto con el circuito, al que se llega en un viaje a través del país en cuestión, y que este año se celebra sólo en Valencia e Imola. Una vez en el circuito, todo el engranaje vuelve a ponerse en marcha: la Challenge, el cliente piloto, los sueños.

Andrea nos despide con la mirada brillante de quien ha cautivado a un auditorio: todos querríamos estar a los mandos de un Ferrari por las carreteras de la Targa Florio en Sicilia o del Tour de France. O llegar a un circuito. Así que nos llevan a los boxes. Allí nos espera el 488 GTB que hace las veces de coche de seguridad en la Challenge. Nos van a dar una vuelta al circuito de Cheste. Pero el encargado no es alguien anónimo. Alto, delgado, gorra calada y con deportivas, vaqueros y chaqueta deportiva roja con el emblema de Ferrari, nos espera el probador oficial de la marca, otro Andrea. Andrea Bertolini. En lo deportivo, Bertolini ganó mucho y bien, como acredita su palmarés. Ahora es la figura de referencia para Ferrari a la hora de probar coches de calle y también hacer las vueltas de instalación de los F1 de los clientes, o los FXX. Está llamado a convertirse en el nuevo Dario Benuzzi, legendario probador de la marca. Apostados sobre una mesa debidamente cubierta con un mantel amarillo lleno de cavallinos rampantes, una multitud de cascos de riguroso rosso corsa con el escudo del equipo de carreras nos espera. Es el requisito para experimentar cómo un piloto profesional saca todo su rendimiento a un Ferrari.

Entramos al 488 GTB, un modelo que conocemos porque ya lo pudimos probar hace dos años en esta misma pista. Entonces creímos ir decentemente rápidos, creímos descubrir la nobleza del coche, la entrega de potencia. Creímos. Porque Andrea Bertolini nos recibe con una sonrisa casi traviesa que nunca se le irá del rostro en el tiempo que dura la vuelta, apenas dos minutos. Sólo habla por el carril de boxes, confesando que le gusta esta pista tan técnica y variada, y que la ciudad de Valencia le enamora. Se acabaron las cortesías. Hemos llegado al semáforo de salida de los boxes, y su pie derecho aplasta el acelerador y nuestro cuerpo contra el asiento. La aceleración del 488 GTB es brutal, y lo sigue siendo camino de la segunda curva. En frenada es estable como un forjado de hormigón, y Andrea ataca los pianos con la fiereza que se espera en un piloto de carreras. No hay ni un atisbo de precipitación en sus manos, que se mueven con firmeza dominando al coche a sus órdenes. Y el coche responde. Luego, juega con él en las curvas cruzándolo, y con el acelerador telegrafía para controlarlo. Es pura poesía desde dentro, es una dimensión desconocida. El V8 responde a sus juegos con un sonido ronco en los bajos y agudo a altas revoluciones, y entonces todo cobra sentido, como en una sinfonía aún no escrita en la que lo sonoro, lo físico, lo visual, se conjugan para crear la velocidad. Nos lleva otra vez a los boxes, y vuelve a hablar risueño. Puede sentir nuestra incredulidad, nuestra emoción. Pero la degustación de la velocidad pura ha terminado. Toca alimentar ese estómago que ya ha vuelto a su posición natural.

En el restaurante para los equipos y clientes, tres escudos de Ferrari dominan la escena, cuidadosamente presentada. Algunas piezas de motores de antiguos monoplazas se exponen en una vitrina, silenciosas muestras de lo que un día fue tecnología punta en la Formula 1. Comer es sólo la excusa para tomarse un momento de respiro mientras el Cavallino nos observa en su posición furiosamente erguida. Esto es sólo una pequeña muestra de todo lo que se esconde detrás de una marca que ahora celebra los 90 años de la creación de la Scuderia. Entonces, sólo un equipo que gestionaba los Alfa Romeo de competición y que ya empezó a recolectar triunfos. Que creció a marca por derecho propio hace 71 años, y que desde entonces ha creado a su alrededor ese aura de deseo que casi cualquier ser humano tiene hacia los coches de competición o de producción que cruzan los muros de la factoría de Maranello. Resuenan así las frases más legendarias de su fundador, Enzo Ferrari, y todo cobra sentido. Ferrari sigue a la vanguardia de los sueños.