Crónica Jarama Classic 2017: tiempos pasados, tiempos felices

Domingo soleado, apenas son las diez y media de la mañana y sorprendentemente no hay colas ni aglomeraciones en los accesos al trazado. No hay más que entrar por el túnel de acceso y entender que la mayoría de aficionados han madrugado para no perderse ni un minuto de luchas en pista.

Por suerte, hoy es uno de esos pocos días al año en el que el Jarama no tiene limitación de ruido y ya en el acceso oigo bramar a motores carburados de carreras, con ese rugido inconfundible y ese tono de admisión posiblemente proveniente de unos Weber DCOE. El aroma también es especial, diría que más de uno le echa ricino o similar al combustible, igual que en las motos dos tiempos.

Ya aterrizado en el circuito me recibe la Heritage Touring Cup, un campeonato con deportivos de calle de los setenta y ochenta formada principalmente por lo mejor de BMW y Ford de aquella época. Los incombustibles y polivalentes Escort RS 1600 –tanto valen para rally como para circuito- junto a un par de Capris V6 RS 3100 intenta imponerse a la jauría de BMW 635 CSi y los aún más especiales y bellos 3.0 CSL. Todos ellos comparten pista con dos bellos Alfa Romeo 1750 GTAm y un Volvo 240 T. La vuelta rápida en 1.49 bajo son un reflejo de su ritmo en carrera: van como demonios en curva y en recta se defienden dignamente.

La Classic Endurance también gustó a los aficionados, gracias a la lucha en pista de dos tipos de automóviles distintos por concepción: una jauría de GT de calle, la mayoría Porsche 911 RS luchaban codo con codo con barquetas prototipo monoplaza de carreras –Lola T70, McLaren M6 GT o Chevron B16- . Ya son años viendo a los alemanes y parece increíble lo bien que funcionan en cualquier circuito y categoría.

Por si fuera poco, también pudimos disfrutar de todo un Ford GT 40 -original, nada de réplica- y dos DeTomaso Pantera que daban un toque exótico a la parrilla. Además, el cambio de piloto daba un toque de dramatismo a la carrera y espectacularidad, en una maniobra que recordaba a las carreras de resistencia.

La gran novedad de este año en el Jarama Classic ha sido la Trophee Legend, todo un acierto que ha traído a España bólidos de los años 20 y 30 para reverdecer los laureles del pasado y darnos una idea de la exigencia y riesgo de las carreras de hace un siglo. En la parrilla de salida, el tiempo no se había detenido, sino que parecía como si hubiese viajado en él.

Sólo los cascos integrales y algún elemento de seguridad del siglo XXI rompían el hechizo. En cualquier caso, ver una batalla entre dos Bugatti Type 35 y un Alfa Romeo 8C Spider centenarios y a pleno rendimiento en un circuito mítico como el Jarama es una de esas imágenes que no creo que olvide nunca. Impagable. Esperemos que el año que viene repitan.

Y por si fuera poco, la organización eligió con buen criterio una melodía in crecendo con los Grupo C como el verdadero plato fuerte. Si para muchos es un sueño ver uno solo de ellos, imagina verlos todos a fondo subiendo Pegaso o apurando frenada a final de recta.

Hablo de modelos con pedigrí y algunos incluso vencedores hace dos décadas en las 24 Horas de Le Mans: Mercedes Benz C11, Porsche 962, Jaguar XJR12 o Toyota 92CV. Para el repoker sólo faltó el espectacular Mazda 787B de motor rotativo. Gracias a su aerodinámica de Fórmula 1 y a motores tanto atmosféricos como turbo con más de 600 caballos paraban el crono en 1.30 bajos, tiempos de auténtico escándalo en el trazado madrileño.

Con este buen sabor de boca me despedía del Jarama Classic y parecía que no fui el único, a tenor de la gradas repletas de aficionados y familias enteras que asistieron a contemplar un gran espectáculo del motor en un renovado Jarama. Ojalá en 2018 tengamos de nuevo el Jarama Classic en el calendario, una cita de nivel europeo y con algunos coches de carreras únicos en pista.