El asiento de Toro Rosso, Carlitos Sainz y la diferencia entre usar una brújula o un Tom Tom Go

En la imprevisible política de pilotos de Red Bull hay un sitio permanente para la sorpresa y las adivinanzas porque con el Doctor Marko y su ojo bueno, nunca se sabe. El tipo tiene un olfato infalible para detectar a tíos verdaderamente buenos pero se conoce que cuando se le acerca una lata de poción mágica repleta de taurina, le pasa lo mismo que cuando a las brújulas le arrimas una llave inglesa: la aguja se le vuelve loca, y esto es un poco lo que muchos nos olemos ha pasado con el sorprendente, aunque no inesperada, ascensión al cielo de los pilotos vivos con ese regalazo azul en forma de RB10 a australiano Ricciardo. 

Los pilotos son entidades biológicas con principios basados en el carbono y que atienden a una ecuación clara: nacen, crecen, reproducen su ganacias (dinerarias y deportivas), y se retiran. Los hay que directamente se les ve venir desde críos y nacen para después mejorar algo. Pero todos los que llegan a ese Olimpo de las Prisas que es la Formula 1, tienen que pasar por el parvulario, la escuela primaria, el instituto y la universidad, para lanzarse al vacío con o sin padrinos, cuando llegan a la cumbre de las cumbres.

Con la marcha del eternamente sonriente RIC queda una plaza vacante en un equipo goloso pero estructuralmente envenenado: Toro Rosso. Red Bull se gastó bien los cuartos en quedarse con los entrañables Minardi y les dotó de lo necesario para ver como sus polluelos crecían. Tras esta, su octava temporada -16 asientazos-, es Daniel el segundo soldado que alcanza la premiada zona de confort del primer equipo. A los caídos en combate ni se les ve, ni se les recuerda. Da la impresión de que a los pilotos que egresan de la escudería los matan, porque... desaparecen del panorama público.

Fernando Alonso aboga por el que aparentemente es el más claro español -junto a Dani Juncadella- heredero a su trono: Carlos Sainz Jr. Muchos le colocan ya el próximo año en ese deseado asiento del segundo Toro Colorao pero llevarle a rastras hasta el que en su día fuera de Jaime Alguersuari sería un error tan craso como el de mandar un astronauta a Marte subido en una bicicleta.

El hijo del bicampeón de rallies nos dejó a todos babeando en los últimos tests de julio

El hijo del bicampeón de rallies nos dejó a todos babeando en los últimos tests del pasado julio. Los tiempos logrados llamaron hasta la atención del propio Sebas Vettel. Impresionante, pero en las puzolanas de los circuitos de todo el mundo, en lluviosas noches oscuras, se aparecen los fantasmas de cientos de pilotos que un día deslumbraron y después no dieron la talla. El problema no es que sean mejores o peores, sino que un buen día lo puede tener cualquiera, pero es más sencillo lograr una mala temporada por llegar antes de tiempo.

En Red Bull tienen un cancerbero que igual que te abre la puerta, te muerde cual bulldog la entrepierna y es capaz de no soltar hasta que se lleva la tajá. Hay quien dice que Doc Marko no tiene corazón, pero sus decisiones son inapelables y rigen el destino de los que en su perrera aterrizan. Sus chicos son arrojados a una jaula donde cuando dos leones luchan por un Big Mac, piensa que el Big Mac nunca gana, pero el que no se lo lleva tiende a fenecer de hambre. Si esas son las reglas del juego y las aceptas, asume lo que hay pero vete preparado con una albaceteña con la que defender al menos el sobrecito de ketchup.

Tienes un ejemplo perfecto con el DJ Jaime. A Jaime lo tiraron en un monoplaza -que hasta aquel día solo había visto en fotos- un viernes húngaro cualquiera. El milagro no fue que dejase atrás a su compañero Sebas Buemí; el milagro fue que no se matara aquel domingo. El barcelonés hizo un trabajo notable, pero uno de los argumentos de Marko para echarlo a patadas de su reata fue que no se impuso de manera clara a su socio Buemí, algo que no es mentira. Si Jaime hubiera estado al menos una temporada más en las World Series o en GP2 y a un nivel de ‘ganador frecuente’ es muy posible que hubiera aplastado a Buemí desde el primer día, pero no tuvo esa suerte. Red Bull le dijo: o lo tomas, o lo dejas. No hizo falta decirle que si lo dejaba, lo dejaría todo. Los germanoparlantes insinúan mal.

Otro ejemplo, aunque en otro negociado, es el rusky Serguei Sirotkin. El ruso llega a Sauber con pinta de que el año que viene va a ser titular y diga lo que diga no-está-preparado. No lo está por muchas horas de simulador que le regalen. La GP2 es, por vecindad y cercanía, el paso previo a la F1 pero los coches de las World Series by Renault son mucho más parecidos, así que a nivel competicional y formativo puede que sea una mejor opción -que cuesta la mitad-. Sergiousky tiene esta temporada un cuarto puesto como mejor resultado y está clasificado noveno en la tabla de pilotos. Luego P12, P18... no domina precisamente. Decir que este chaval está inmaduro no es ofensivo, sino contar su realidad palpable. Lo ofensivo sería decirle a la cara a Robert Frijns, menda al que desplaza, que se vaya a su casa porque no tiene pastuqui aunque haya ganado en toda categoría de pepinos en la que ha participado. El exsoviético aterriza en el equipo suizo con la morterá de manteca colorá que Monisha necesita para tapar todos esos agujeritos que están haciendo hundirse su barco. Los rublos engrasarán las bombas de achique.

Sergiousky  aterriza en el equipo suizo con la morterá de manteca colorá que Monisha necesita

Carlos Jr. y su entorno saben perfectamente lo que ocurre cuando las cosas se hacen con un tempo inadecuado, y son conscientes de que las prisas son malas consejeras hasta en las carreras. El madrileño ya ha probado las mieles de los paseos en F1 pero apenas acaba de cumplir los diecinueve. Si aterriza en la F1 a los 20, 21 o 22 no es un problema. Ningún problema. Sí que lo sería llegar sin la experiencia necesaria, y Marko se afile las zarpas de adamantium esas que tiene como las de Lobezno, y lo acabe atravesando con ellas. Para defenderse, el carrerista tiene todo este año para pelarse el culo de dar vueltas con un World Series, categoría donde debería imponerse el año que viene, con alguna visita de Libres1 los viernes en la F1 para llegar limpiamente al negocio de Bernie con solidez en 2015. Este sería el trayecto lógico. 

Puede ocurrir otra cosa, muy en línea de las decisiones previas del Comeniños: que el presumible sustituto de Ricciardo, Félix da Acosta (o Felipe Nasr) lo haga tremendamente bien, Vergne quede en entredicho y a Carlos "le hagan un Alguersuari", o sea, que lo tiren dentro del segundo Toro Rosso sin preaviso a mitad de año... y sería un error. Da Acosta llegó el año pasado a las World Series en mitad de la temporada y de diez carreras ganó cinco. Impresionante. Pero este año, a mitad de temporada, ya da el título por perdido. En Red Bull te permiten fallar una vez, dos no. El día que entre en el box de Toro Rosso, Vergne dirá entre dientes "traédmelo pacá que le voy a dar pal pelo". 

Sainz ha mostrado destellos de indudable brillantez en la GP3, pero no ha ganado aún ninguna carrera, los protas son otros. Ser el más rápido no es la clave, sino superar las dificultades, adaptarse a los problemas, y estar por encima del resto agarrando el rábano de los vaivenes con la derecha mientras metes la cabeza, cual domador, en las fauces del resto de la parrilla. No hay simuladores para esto... solo kilómetros. 

Helmut Marko, el tipo que se sienta a comer en la mesa del payo-que-pone-la-guita Dietrich Mateschitz, es el único que sabe quién llega, quién se va, y dónde están los muertos enterrados. Marko tiene la brújula que indica a unos y otros su destino, con una salvedad: tiene un imán en forma de herradura, como el de los dibujos animados y de la marca ACME, que arrima a un lado u otro según le parece. La palabra brújula fue un invento chino del siglo IX y cuando llegó al Viejo Continente alguien dijo que era "cosa de brujas", brujería, vamos. Pues eso... brujería, doctor.