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Todos coinciden en comparar el Red Bull Ring con el Gilles Villeneuve de Canadá. Exigencia alta del motor por sus muchas rectas y pocas curvas, pocas, pero muy caprichosas… El primer día de actividad en Austria ha estado protagonizado por un sinfín de pasadas de frenada y salidas de pista. Prácticamente a cada instante las cámaras enfocaban un coche rebasando los límites del trazado o haciendo chillar sus gomas bajo una espesa nube de humo blanco

El circuito Gilles Villeneuve de Canadá es un trazado que honra a quien lleva su nombre y que gusta a muchos por las carreras tan entretenidas que suele dejar en nuestras pantallas. Y decimos 'suele', porque la de este año ha sabido a muy poco. Al coche de seguridad, al que también le gusta mucho esta pista, no se le vio, las batallas fueron contadas y los abandonos escasos y previsibles. Como previsible fue ver al hombre que alzó el trofeo de campeón.

Incertidumbre. Esa era una de las palabras más repetidas antes de que se apagara el semáforo de la clasificación del GP de Canadá. Primero, porque la lluvia que azotó ayer la isla de Notre Dame dejó una segunda sesión de entrenamientos libres reducida de la que poco se pudo sacar en claro. Y segundo, debido a las dos banderas rojas de los Libres 3 que también distorsionaron los tiempos. Así, se llegaba a la tanda decisiva del sábado con muchas dudas.

De Mónaco a Canadá, dos lugares tan diferentes pero que comparten algunos elementos. El principal, claro, la cercanía de los muros. Acompañan a ambos trazados prácticamente de principio a fin, amenazantes, dispuestos a acabar de un plumazo con las ilusiones de quien cometa el más mínimo error. Pero, además de sus intimidantes paredes, este año hay que sumar otra coincidencia: la de la lluvia en la segunda sesión de entrenamientos libres.

Desde que llegó el miércoles, Alonso venía diciendo que la carrera en Mónaco se acababa con la clasificación del sábado por la tarde. Por desgracia, para él fue prácticamente así después de que su McLaren le volviera a dejar en la estacada, pero hay que quitarle la razón tras el final tan brutal, confuso e inesperado que nos dejó la sexta cita de la temporada. El telón del Gran Premio bajó sin previo aviso y se llevó a Hamilton por delante…

Si hay un sábado en todo el calendario en el que no está permitido ningún fallo, ni uno solo, es el del GP de Mónaco. Sus elegantes, pero a la vez retorcidas calles, hacen que seguir la carrera sea como ver una caravana de la carretera de Valencia en plena Semana Santa por los monitores de la DGT. Sosa, salvo muy raras excepciones. Por eso, los nervios afloran más que nunca en clasificación, porque tu puesto en ella marca casi todas tus opciones del domingo.

El glamour está de vuelta un año más en la Fórmula 1. Un escenario de cuento, con edificios cargados de historia, un recorrido angosto y asfixiante por curvas que podríamos recitar de memoria y unas 'gradas' únicas de yates y barcos de todos los tamaños que solo pueden verse en este Gran Premio. Es Mónaco. Y en la segunda sesión de entrenamientos libres tuvimos tiempo de sobra para recrearnos y admirar cada rincón del circuito del Principado…

No tiene que ser fácil ver cómo uno que viste con tus mismos colores es siempre el que sonríe más que nadie en lo alto del podio. No tiene que ser fácil ver cómo alguien con tu mismo coche se lleva todos los honores. No tiene que ser fácil ver cómo tu compañero de equipo acapara todos los flashes mientras tú vives a su sombra. No tiene que ser fácil ser siempre el segundo, el otro. Por eso, cuando al fin le superas, le ganas, no hay mayor satisfacción.

Horarios decentes, el paddock convertido en una pequeña de ciudad repleta de hospitalities espectaculares, viajes más cortos para los equipos, y mejoras, una cesta bien cargada de mejoras. Así es, Europa abre sus brazos a la Fórmula 1 dando paso a la segunda etapa del Mundial, esa en la que las escuderías muestran sus primeros grandes avances de la temporada. Y visto lo visto, las batallas se apretarán en la pista y en los tiempos. Al menos, en la zona noble.

Pareciera que todos los fuegos artificiales que ponen el colofón a las espectaculares carreras nocturnas estuvieran dedicados a una sola persona. Eso podría pensarse si vemos los finales de citas como Singapur, Abu Dabi o la que no nos atañe ahora, la de Baréin. En todas ellas, el mismo piloto fue el primero en cruzar la meta dando pie a un vistoso juego de luces y colores. Una fiesta grande para un campeón de los grandes: Lewis Hamilton.

En ese cielo estrellado que envuelve a la espectacular noche de Baréin hay una estrella que sobresale por encima de las demás. Una que brilla como ninguna y que guía a aquel que la encuentra. La Estrella Polar. Hoy, si centramos nuestra mirada en el asfalto del circuito de Sakhir, encontramos un homónimo terrenal del astro más centelleante. Un piloto que ha brillado con luz propia y que ha sido imposible alcanzar. El bicampeón. Lewis Hamilton.

Nada que ver de una sesión a otra. La primera, bajo un sol infernal y un asfalto abrasivo de más de 50ºC. La segunda, con la luz artificial y el manto de estrellas como protagonistas y una diferencia de 20ºC de temperatura. Dos imágenes diferentes, dos carreras diferentes. Y la que importa es la segunda. Por eso, algunos quisieron pasar una mañana más tranquila para luego lucir palmito cuando de verdad importa.

Pongan ante ustedes el cuadro que se pintó el sábado en la clasificación y tendrán delante una copia casi perfecta de lo que ocurrió en la carrera. Cambien apenas un par de pinceladas. Una reproducción exacta que firmaría cualquier artista impostor. 

Quisimos creérnoslo. Quisimos pensar que sí, que por fin alguien iba a atreverse a amenazar el trono de Mercedes de forma regular. Pero eso fue en Malasia, cuando un tetracampeón se vistió con viejos galones pero con distintos colores para hacer lo imposible. Ahora, estamos en China y el río ha vuelto a su cauce. Volvemos a lo de antes, a lo de siempre. A ver volar a las flechas de plata más que a nadie, y también a Hamilton más que Rosberg, aunque por poco…

Por primera vez en mucho tiempo se sintieron amenazados, como el pollito que se ve obligado a abandonar el nido para empezar a buscar su sustento. Ante sí, lo desconocido. Porque desde que los V6 llegaron no habíamos visto sufrir tanto y tan claramente a los Mercedes con uno de sus rivales, aquellos a los que se cansaron de mirar por encima del hombro. Ferrari lo consiguió en Malasia, pero, por lo visto en el primer día en China, fue un dulce espejismo.