Le Mans, la mejor carrera del mundo no nació para ser una carrera, fue el destino quien decidió

Pero el Automobile Club de l’Ouest no pensó en una carrera al organizar la primera edición de las 24 Horas. Quería ser simplemente un banco de pruebas para la fiabilidad de los coches. El objetivo era cubrir un distancia predeterminada -en función del vehículo-, sin importante el tiempo en que se conseguía siempre y cuando no superase las 24 Horas.

De hecho, planearon una competencia de seis años, en el que año tras año se endurecía el baremo a superar. Y sólo los que lo superaban tenían acceso a la temporada siguiente.

Pero el organizador propone y el participantes dispone. Y entre ellos, los pilotos, decidieron no sólo demostrar que sus máquinas podían cumplir con el desafío propuesto, sino que se enzarzaron en ver quien lo llevaba más lejos.

Curioso, el primer Rally de Montecarlo tampoco era competitivo. Se trataba de llegar a Mónaco pese a las condiciones invernales y para establecer la clasificación se recurrió a baremos subjetivos como confort, estado del coche... amén de tener en cuenta el tiempo como un elemento más de la ecuación -hoy diríamos algoritmo.

En esta primera edición hubo 12 fabricantes que hicieron acto de presencia. La mayor parte de ellos tenían departamentos de competición y tenían conductores profesionales. Ante el entusiasmo de la afición y la sorpresa de los promotores, se enzarzaron en una pelea para demostrar que fiabilidad y rapidez podían darse la mano.

Hubo casi veinte horas de batalla entre dos Chenard-Walckers y un Bentley. Sólo cuando éste se retrasó, los dos Chenard-Walckers aminoraron el ritmo.

Quizás nada hubiera sucedido si Chenard-Walkers no hubiera aprovechando la ocasión para proclamar su victoria en las 24 Horas de Le Mans, pese a no haber clasificación propiamente dicha. En las ediciones sucesivas, Bentley (24 y 27) y Lorraine-Dietrich (25-26).

El ACO entendió el problema o el tema. A partir de 1928, las 24 Horas fueron una auténtica carrera.