Ford habla claro: "China es una amenaza para nuestras marcas"

Tras una visita a China para conocer de primera mano la realidad de la industria y del mercado chino, Farley hizo sonar todas las alarmas el pasado año. Alarmas de las que comienzan a ser conscientes los políticos, estableciendo aranceles para los automóviles producidos en China y que llegan a nuestros mercados. Y ahora ha renovado este temor, o más bien realidad, en una entrevista en The Wall Street Journal.

Para Farley, las marcas chinas se están haciendo con todo el mercado interno y han comenzado ya el asalto no sólo a otros mercados emergentes del sudeste asiático, sino también al occidental. Por ejemplo, la industria rusa del automóvil, abandonada a toda prisa por las marcas europeas a raíz de la guerra de Ucrania, sigue viva gracias al apoyo de China.

"Es una amenaza existencial para nosotros", no ha dudado en decir Farley, quien admite que la industria china está muy avanzada en el tema eléctrico de y de baterías. No es una sorpresa. En SoyMotor.com podemos ver la cantidad de novedades y avances de las marcas chinas cada semana.

El país asiático cuenta con unas ventajas importantes en este batalla, ventajas que podrían convertirse en decisivas a corto plazo. Una economía dirigida, fuertemente subvencionada o apoyada, mano de obra amplia y económica, buena parte de las reservas de materias primas que se precisan para la fabricación de coches eléctricos y una agresiva política de relaciones políticas y comerciales con países de África y América Latina, ricos asimismo en estos minerales, tierras raras, litio, etc, asegurándose el suministro preferencial de todo ello.

El salto tecnológico y la capacidad de producción son impresionantes. Si sus primeros productos adolecían de muchas carencias en diseño y tecnología, ha hecho valer su protección sobre el que es el primer mercado mundial.

Atraídas por la magnitud del mercado y con las posibilidades de exportación reducidas, por no decir casi inexistentes, los fabricantes europeos, japoneses y americanos, no dudaron en aliarse con las marcas chinas para producir ‘in situ’, primero con vistas al mercado local y ahora, dispuestas a exportar a Europa o Estados Unidos y también Japón. El bajo coste de producción ha hecho que varios fabricantes occidentales hayan decidido que algunos modelos eléctricos europeos se fabriquen allí.

Pero a la vez, la industria local ha sabido aprovecharse de la tecnología, tanto de producto como de fabricación, de las firmas extranjeras para traspasarlos a los productos chinos.

Ahora, los aranceles con los que a toda prisa se intenta proteger a la industria topan con un doble problema. De una parte, el producto chino no tiene mucho que envidiar al europeo. De otra, la industria europea depende en muchos aspectos de componentes o materias primas de origen chino. Y para rematar, los productos que fabrican en China pueden verse gravados con los aranceles.

Todo ello, mientras las marcas chinas han iniciado una política para producir en Europa y otros países, como México, para sortear estos aranceles.

Pero hay otras características a tener en cuenta. El apoyo del gobierno al mercado interno eléctrico, o una red de recarga adecuada. Todo ello mientras en Europa se anuncian a bombo y platillo actuaciones que sólo cubren unas mínimas necesidades para que el coche eléctrico se popularice… pero tenemos una red de recarga insuficiente, ineficiente y no siempre homogeneizada.

Para Farley, "ejecutar según un estándar chino será la prioridad más importante". Y en Ford ya están estudiando los automóviles chinos, aplicando ingeniería inversa, para intentar descubrir sus secretos… aunque su gran ventaja posiblemente se debe a factores externos, la política industrial, laboral y comercial china.

Aunque quizá vayamos muy tarde y se avecina una renovación traumática del sector, si no queremos que suceda lo mismo que ha pasado con el textil, el sector electrónico, los móviles, etc.

La voz de Farley no es única. En Europa también han sonado otras de alarmas que deberíamos tener muy en cuenta. Quizá cuando Nostradamus profetizó el 'peligro amarillo' ya imaginó lo que está camino de suceder a la industria del automóvil.