La odisea de comprar un concept car

Cuando una marca presenta un ''show car'', lo hace con la idea en mente de mostrar la visión de futuro o las próximas tendencias en diseño que se barajan en su seno, con la misión de recibir y analizar la reacción del público en general. Por desgracia, muchas de estas veces, y a pesar de la gran acogida de alguna propuesta, no llegan a materializarse en un modelo de calle. Sin embargo, el dinero puede abrir caminos de otra forma cerrados, y los coleccionistas más pudientes han podido hacerse en ocasiones con algún que otro prototipo para sus salones privados.

Se pueden poner ejemplos de todas las épocas. El Ferrari Mythos fue un prototipo fabricado sobre la base del Testarossa sobre el que se hizo un estudio de aerodinámica aplicada. El resultado enamoró a muchos, tanto, que el ejemplar de exposición fue vendido al coleccionista japonés Shiro Kosaka, aficionado al diseño italiano y muy amigo de la casa Ferrari, quien lo expuso en su museo. Es más, el ostentoso Sultán de Brunei quedó tan enamorado de él que, al no poder hacerse con el original, pidió a Pininfarina que le fabricasen al menos dos unidades a medida para su colección privada.

En tiempos recientes se puede hablar también de Lewis Hamilton, quien quedó prendado del Mercedes-Maybach 6 Cabriolet, un inmenso descapotable de casi seis metros de largo y completamente eléctrico que desarrolla 750 caballos y acelera de 0 a 100 kilómetros/hora en cuatro segundos. El piloto quiso asegurarse un ejemplar para su garaje y, durante la semana del Gran Premio de Alemania del pasado 2019, el propio Hamilton visitó la sede de Mercedes y pudo admirar en persona la unidad que, se presupone, será suya.

CRONOLOGÍA DEL DESARROLLO

No obstante, para entender un poco más el periplo que sigue uno de estos coches hasta llegar a una colección privada, vamos a desgranar en planos generales los pasos del desarrollo de un concept car.

El primero de ellos es, simple y llanamente, idear el modelo. Pero no es tan sencillo, pues todos los coches se planifican con una antelación de al menos cinco o seis años, para lo cual se realiza un estudio de mercado sobre la tendencia del sector –SUV, berlina, coupé, etc. –. Aparte de ello, se debe de contar también con un plan a largo plazo para su producción y mantenimiento en el mercado con la seguridad de saber si el producto va a ser económicamente viable.

A continuación, el departamento de diseño en conjunción con los ingenieros realizan sus creaciones en un entorno virtual mediante programas CAD/CAM. Una vez se llega a un consenso sobre la estética, se pasa a crear un modelo a escala en arcilla, modelo nada barato ya que en algunos casos puede llegar a superar los 250.000 euros si se tienen en cuenta la mano de obra de los artistas.

El siguiente paso es enseñar la creación a los responsables superiores de la marca, accionistas mayoritarios o clientes VIP, el cual se suele llevar a cabo en congresos privados y con gran secretismo. Si el desarrollo va por buen camino y se recibe la luz verde, se construye el prototipo en sí, a escala real, para mostrarlo al público en los salones del automóvil.

Destacar que muchos de estos prototipos ni siquiera son vehículos funcionales. Algunas veces simplemente es un chasis y una carrocería al que se le ha colocado un pequeño motor eléctrico para mover las ruedas y no tener que ser empujado, según palabras de Andrés Valbuena, responsable durante muchos años del departamento de desarrollo de marcas como Volkswagen, Jeep o Chevrolet. En otras ocasiones, el concept car es un modelo de arcilla a tamaño real, con un peso de casi 4.500 kilos.

Por último, el coche realiza la gira por los salones más convenientes a su público objetivo para finalmente volver a las dependencias de la marca. Es en este punto donde se debe decidir qué hacer con el coche. Algunas veces se queda en las oficinas o museos de la marca, otras veces se ha donado a alguna facultad de diseño para servir a propósitos educativos o, lo que normalmente ocurre, es desmantelado y ''reciclado''. No obstante, en contadas ocasiones se venden a compradores privados bajo unas circunstancias muy especiales.

Rolls-Royce 103EX Concept

Para empezar, el comprador debe ser una persona muy afín a la marca y que, aparte, demuestre de alguna manera cierta responsabilidad para con los coches especiales. Además, también se hacen firmar varios contratos en los que se estipula, por ejemplo, que no puede registrar el vehículo o conducirlo en vías públicas. A pesar de lo que pueda parecer la venta de un coche de este tipo, por cara que pueda ser, no supone un margen de beneficios para el fabricante, y la única razón para ello es evitar que su creación sea destruida.

En el caso de prototipos más clásicos, estas restricciones se suavizan con el tiempo. Recordemos el caso del Pininfarina Modulo, aquel Ferrari con aspecto de nave espacial de comienzos de los 70. Hasta hace unos años fue una pieza clave del museo de Pininfarina hasta que a finales de 2014 le fue vendido a James Glickenhaus, coleccionista y propietario de la escudería SCG Glickenhaus, quien logró convencer a sus responsables gracias en parte a su gran relación con esta casa de diseño. El propio Glickenhaus prometió restaurarlo y devolverlo a las calles, como así hizo.

Otro coleccionista que puede dar fe de ello es Myron Vernis, afincado en Ohio, Estados Unidos, quien posee varios concept cars clásicos y de los que asegura que nunca ha tenido mayores problemas en registrarlos o asegurarlos a través, eso sí, de aseguradoras especializadas en coleccionismo. En cuanto a su experiencia, afirma que las marcas japonesas tienden a preservar sus creaciones y son más celosos que ninguna otra nacionalidad a desprenderse de este tipo de vehículos. Por su parte, los fabricantes americanos desmantelan la gran mayoría por obligación contractual.