De Tomaso Guarà: la última ofrenda de Alejandro a la automoción

Alejandro De Tomaso fue un hombre de gran calado en la automoción al que, tal vez, la historia no haya tratado con el reconocimiento que merecía. No en vano, salvó a Maserati de la quiebra en un momento dado, y realizó el Pantera, uno de los deportivos de los 70 y 80 más deseados por los aficionados a las cuatro ruedas.

En la actualidad y tras muchas idas y venidas con grupos inversores, la firma ha vuelto a la palestra con un 'hypercar' de altos vuelos presentado en 2019, aunque se trata de un modelo que el propio Alejandro jamás podría ver, ya que éste falleció en el año 2003. Y es que el último modelo de la firma 'tocado' por el empresario ítalo–argentino fue el Guarà, un deportivo de pura cepa con el que el fabricante retornaba en cierta manera a sus raíces de competición.

El coche tiene su origen en la época dorada de los superdeportivos, comienzos de los años 90, un hecho que quizá fuese también un lastre para su reconocimiento. Su desarrollo da comienzo en 1991 tras la presentación del Maserati Barchetta Stradale en un intento por renovar el estatus de la marca que se había quedado algo desfasada con respecto a su competencia.

El modelo serviría también como base para la creación de una copa monomarca que inculcaría algo más de prestigio si cabía. Con un chasis clásico de tipo 'backbone' fabricado en aluminio y un V6 biturbo con 320 caballos, se llegaron a disputar dos temporadas de esta copa, aunque nunca se logró despertar un gran interés y apenas se fabricaron 16 modelos de carreras y un prototipo de homologación para calle.

Tras este fracaso, De Tomaso decide continuar con el desarrollo bajo la marca que lleva su nombre. Junto a Carlo Gaino y la empresa Synthesis Design, quienes ya trabajaron en el Barchetta, proyectaron un modelo de calle sobre la misma plataforma. El concepto era extremo, con suspensión delantera tipo 'push–rod' y trasera 'pull–rod' sobre una carrocería concebida en fibra de vidrio y kevlar, a lo que había que sumar una mecánica V8 atmosférica de origen BMW.

Ésta se había visto en los 540i, 740i y 840i de la época, contaba con 3.9 litros de cilindrada, una potencia cercana a los 300 caballos y nada menos que 400 Newton metro a 4.500 revoluciones por minuto.

Sus responsables, además, concibieron nada menos que tres posibilidades para su carrocería: coupé, spyder y barchetta. Los dos primeros paraban la báscula en unos escasos 1.200 kilos, sin embargo, la versión barchetta lograba hacerlo en únicamente 1.050 kilos. Con todo ello, anunciaba unas prestaciones máximas de 277 kilómetros/hora y un 0 a 100 kilómetros/hora de menos de cinco segundos. Toda esta energía pasaba a las ruedas traseras a través de una caja de seis relaciones manual.

Los primeros ejemplares fueron entregados, a cuentagotas, a partir de 1994 hasta que, a mediados de su vida comercial en 1998, la firma retornó a las mecánicas Ford en un intento por reducir los costes y mantener la empresa a flote. Lo cierto es que desde el primer momento el proyecto estuvo ligado a la mala suerte, ya que tras la presentación del Guarà en Ginebra en 1993, Alejandro sufrió un derrame cerebral que le impidió desde entonces continuar con sus labores de manera ordinaria. En muchas ocasiones la producción se ralentizó o directamente se detuvo durante un período.

En cuanto al modelo de 1998, ofrecía todavía más enjundia si cabe. Y es que el motor V8 Ford con sobrealimentación Visteon ofrecía nada menos que 320 caballos, aunque el peso del conjunto se incrementaba en las variantes con techo hasta los 1.400 kilos.

A pesar de todos los males, el Guarà estuvo en producción hasta 2004, momento en que De Tomaso y su factoría de Módena entraron en liquidación, con un total de 50 ejemplares comercializados repartidos entre 38 coupés, 10 barchettas y tan solo dos spyders. Estas últimas son actualmente las más cotizadas, con un precio en subasta superior a los 200.000 euros.

Como nota curiosa para cerrar el artículo decir que Guarà, con el acento grave tal y como se escribe en el coche, es el vocablo catalán para referirse a los caballos sementales. No obstante, la marca nunca confirmó que el nombre tuviese algo que ver con este animal ni con la lengua catalana.