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Brasil 2008, ¿el mejor final de la historia de la F1?: Poseidón decide

Santi Torres
02/11/2017 18:25

En la mitología griega, Poseidón es el dios de la lluvia, el mar, los océanos y las tormentas. Todo lo relativo al agua está directamente relacionado con el hermano de Zeus, y es considerado uno de los dioses más importantes del Panteón. Supersticiones aparte, hay varios pilotos a los que les gusta que Poseidón aparezca en forma de lluvia en las carreras. Entre ellos, Lewis Hamilton.

Brasil 2008 fue una de esas carreras en las que la lluvia jugó un papel fundamental. Como si de parte de un guión hollywoodiense se tratase, el líquido elemento arreció cinco minutos antes de que se diese inicio a la vuelta de formación. La consecuencia fue un retraso de 10 minutos en la hora de dar la salida. Si de por sí había tensión, la lluvia añadió picante.

A lo largo de toda la temporada, Hamilton demostró un punto extra de velocidad bajo el agua. En Mónaco se rehízo tras un toque contra el muro de protección en las primeras vueltas. Victoria sin paliativos en el principado. En Silverstone, ganó su primer GP en casa con una masterclass bajo el diluvio. Le endosó más de un minuto a Nick Heidfeld y Rubens Barrichello, los únicos no doblados del Gran Premio. Además, Hamilton fue de los pocos que no naufragó en el verano inglés con neumáticos intermedios en plena tormenta.

En Spa, independientemente de la sanción, se recuperó de un trompo en la segunda vuelta y peleó con Kimi Räikkönen. Le quitaron la victoria desde dirección de carrera por una maniobra ilegal. En Monza, última carrera en agua hasta la llegada a Brasil, Hamilton consiguió remontar en un fin de semana en el que los equipos grandes se perdieron en las estelas de agua. Un tal Sebastian Vettel apareció en el radar de las victorias, y es un piloto de los que quieren a Poseidón.

Por su parte, Felipe Massa era como un gato. El agua no era su mejor baza, y en Brasil se le puso la cosa muy cuesta arriba. Lluvia en pista, necesidad de ganar y encima con la presión del siempre exigente público brasileño. ¿Qué podía salir mal? Silverstone era el mayor ejemplo, y Massa no quiso repetirlo.

Enganchados al televisor, muchos vimos como ese día la competición subía un grado más y la imprevisibilidad cayó con aplomo en el paddock de uno de los deportes más vigilados y estudiados. El ser humano en estado puro: reacciones, improvisación y talento. Fue una de esas tardes para ajustar la antena analógica que algunos aún usábamos por entonces, en pleno auge de la TDT. Una tarde en la que las emociones provocaron chispas y reacciones en nuestro interior.

No hay nadie que se quedase indiferente ante lo visto en las vueltas finales de Brasil: Vettel adelantó a Hamilton a pocas vueltas del final, y le dejaba sin la quinta posición que le daba matemáticamente el título. Vettel, un chaval que, de forma impertinente –la forma correcta de revolucionar un deporte– asaltó la supuesta posición de privilegio de McLaren y Hamilton. Massa, que clavó la carrera y probablemente sea la mejor carrera que jamás haya hecho, lideró con calma pese a la gran cantidad de peligros que se le plantearon.

–"¡Uy, se va! ¡Vettel pasa a Hamilton! ¡Hamilton es sexto, y llueve mucho en línea de meta!", comentó Antonio Lobato.

Massa pasó bajo la bandera a cuadros. Derrotó a la lluvia, a su mayor enemigo. En casa, con presión, Massa hizo lo que tocaba para ser Campeón del Mundo. Sólo tuvo que esperar a que pasase Hamilton por meta, pero sexto. No fue así. Hamilton terminó quinto. El momento álgido llegó en la última curva de la última vuelta. Ese fue el momento en el que el ahora tetracampeón del mundo vio la luz al final del túnel brasileño.

Timo Glock no paró en boxes a montar gomas intermedias. La lluvia fue ligera, y Bridgestone ha sido siempre conocida por su buen rendimiento en condiciones de piso mojado. Desde Toyota se arriesgaron por conseguir una cuarta posición que, aunque no hubiese cambiado la clasificación final en el campeonato de constructores, sí que hubiese ayudado a tener una sonrisa a final de temporada. Pero, Poseidón, amigo de Hamilton, apareció. La lluvia arreció y Glock sufrió en los últimos cuatro kilómetros de carrera.

La última vuelta fue patinaje puro y duro para el Toyota. 20 segundos de margen sobre Vettel y Hamilton volatilizados. Al borde del asiento, los espectadores miramos la pantalla de tiempo. Hamilton se acercó, metro a metro, hasta que en la última curva, el Toyota no se aguantó en pista. Hamilton, con gomas intermedias, pasó sin problemas a Glock.

–"¿Ese es Glock?", comentó Martin Brundle en la TV británica

–"¡Oh dios mío, sí lo es!", respondió James Allen, narrador en aquellos años.

Y, así, en un suspiro, Massa perdió el mundial. ¿O lo ganó Hamilton? Qué más da, la historia es nuestra, sólo nuestra. Los recuerdos son los que crean esa afición, ese placer. Esas emociones a flor de piel, bajo el agua. La magia, la superstición. Poseidón apareció en un mundo en el que los dioses sólo se ven a través de números. Esa idea de pelear hasta el final que transmitió Hamilton, de no dar nunca nada por perdido. Ni tampoco la idea de dar nunca nada por hecho.

Para unos fue la confirmación del amor hacia un deporte que sigue dando batallas y momentos de júbilo, junto a momentos de tristeza. Pero de eso trata la vida, de sobreponerse a momentos duros, de entender que hay luz en la oscuridad. Hamilton ese día alegró a muchos británicos.

Era el primer campeón inglés desde Damon Hill, y el más joven de la historia. Luz al final del túnel para un país que buscaba una repetición de los Jim Clark, Graham Hill, Jackie Stewart o Nigel Mansell. El heredero de la tradición británica al deporte motor, de los creadores de todo esto. Y, también, la luz de la esperanza y el esfuerzo para muchos.

Una de esas personas fue Ruth Buscombe. Actual ingeniera en Sauber, Buscombe ha explicado en Twitter que estuvo a punto de perder una pierna tras un accidente el tercer día en la universidad. "Vi la carrera en el hospital. Pensé que iba a perder mi pierna tras un accidente en mi tercer día de universidad. Necesitaba un ejemplo a seguir, algo que me dijese que no me rindiera nunca. Y vi esto", revela la británica.

En la Antigua Grecia se creía que los dioses también eran humanos. Ira, amor, celos, venganza, felicidad... todo se relacionaba en esa época con el estado de ánimo de los dioses. También eran, por así decirlo, profesores. Enseñaban al ser humano a crecer, a pelear, y la noción de ser mejores personas por esos desafíos a los que los dioses les retaban. Unos verán desafío en la lluvia para Felipe Massa: peleó en unas condiciones adversas. Otros, desafío para Lewis Hamilton: ganar el título tras esforzarse valía la pena, tras superar las penurias y una carrera complicada. Y a vosotros, ¿qué os hizo sentir ese final de carrera y de campeonato?

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