Jean Todt está en las 500 Millas de Indianápolis

Todt ya conocía bien Indianápolis. Lo visitó en múltiples ocasiones cuando la pista albergaba el GP de Estados Unidos del Mundial de Fórmula 1. De hecho, vivió en sus propias carne la polémica de Michelin en 2005, el Gran Premio más vergonzoso de la categoría reina, con tan sólo seis coches en parrilla.

Pero eso era como jefe de Ferrari. Ahora es el mandamás de la FIA. Su visita es algo más que pura cortesía. Podría tratarse de un acercamiento al propietario de Indianápolis en un momento en el que se rumorea que Indy podría volver al Mundial de Fórmula 1, sumando así una segunda prueba en Estados Unidos, como Chase Carey y Liberty Media anhelan. Una situación más sencilla que los urbanos que se proyectaban en Miami o Nueva York.

Roger Penske ya ha dicho que vería con buenos ojos el retorno de Indianápolis a la Fórmula 1, pero que las pretensiones de Liberty Media deben ser racionales. Que el Gran Circo acabe de aprobar el techo presupuestario puede hacer que los precios de la misma bajen, más en un momento de crisis económica galopante en todo el mundo.

Todt también se ha dado cuenta de la importancia que está adquiriendo la IndyCar, con múltiples pilotos jóvenes que se abren paso. Aunque las prestaciones de la categoría están alejadas de la Fórmula 1, el espectáculo ofrecido y la emoción de sus carreras es en muchas ocasiones notablemente superior.