El difícil e imprescindible cambio de la industria del automóvil

En el fondo pide un replanteamiento del uso y disfrute del automóvil –y del estilo de vida– para que haya menos coches y las emisiones de CO2 puedan descender de verdad.

A corto plazo parece apostar por los 'híbridos plug-in' pese a que algunas marcas consideran que es un paso intermedio que convendría saltarse, porque intuyen que los grandes cambios deben ser asumidos por la opinión pública y realizados produciendo el menor daño colateral posible.

No debemos fiar la reducción de las emisiones a la simple sustitución de los vehículos existentes por otros de 'bajas emisiones' y apunta a la necesidad de reducir el parque de vehículos y los desplazamientos. Todo ello podría tener incidencia no sólo en la movilidad personal si no en muchas actividades relacionadas con la industria del ocio y del turismo.

La proliferación de cruceros o de vuelos 'low-cost', por ejemplo, es una fuente importante de emisiones, hasta el punto que Barcelona se apresta a tomar medidas con los cruceros por sus emisiones de azufre, CO2, etc, cuando están anclados.

El Comité británico es consciente de que no se puede sustituir el parque actual por otro de menos emisiones o misiones cero de la noche a la mañana, pero alerta de que "el Reino Unido no está en el camino adecuado para alcanzar los acuerdos jurídicamente vinculantes firmados para 2023 y 2032". En estos acuerdos, en 2030 el 60% de los vehículos nuevos debían ser de 'bajísimas emisiones' y en 2036, el 100%.

Los frentes abiertos son dos, con consecuencias distintas. Recordemos que las multas por exceder las emisiones de CO2 las pagan los estados, pero por la contaminación por NOx y partículas las pagan las ciudades. Y estas últimas, sobre todo, tienen graves consecuencias sobre la salud como apunta la OMS, que exige soluciones más drásticas y rápidas porque el límite se acerca peligrosamente –si es que no se ha rebasado– y el tiempo se agota.

Tecnológicamente, la industria de la automoción parece en mejor situación de controlas las emisiones de NOx y partículas –mediante catalizadores y trampa, aunque su eficacia siempre está sujeta al correcto mantenimiento de estos elementos– pero el CO2 no es algo sencillo. Aunque motores más eficientes limitarán las emisiones 'individuales' el aumento del parque circulante no permitirá la reducción de las mismas, sino todo lo contrario.

En el informe se citan elementos que ponen en duda la viabilidad de sustituir todos los automóviles actuales por coches eléctricos. Esto supondría un replanteamiento de nuestras ciudades, por la proliferación de puntos de recarga. Pero también porque buena parte de la electricidad -cuya demanda aumentaría considerablemente- viene todavía producida por centrales térmicas. Y por si fuera poco está el problema de los elementos clave que se precisan para los motores eléctricos: el Litio –el 70% de las reservas están en Bolivia, uno de los países más pobres del mundo–, metales preciosos y otros elementos raros, de los que el denominado Occidente carece.

El Comité apuesta a corto plazo por "automóviles que no produzcan emisiones locales", y los híbridos enchufables son un buen paso… siempre y cuando se enchufen, de ahí la interesante iniciativa de BMW por la cual los motores térmicos quedarían 'inhabilitados' en zonas urbanas gracias a un control vía GPS, en las que sólo se podría conducir en modo 'eléctrico'.

También apuesta por que el gobierno facilite la instalación de puntos de recarga, sobre todo en garajes privados y comunitarios.

Pero sobre todo apunta a replantear "el concepto de vehículo de transporte personal ya que a medio plazo este parece incompatible con las necesidades de reducción de las emisiones de CO2".

Todo un desafió global. Es replantear el modo de vida actual, la industria del automóvil, el tipo de automóviles que serán legales, el mundo transporte –y por tanto las producciones en gran escala y deslocalizadas, la apuesta por productos de proximidad– y muchas renuncias.

Todo un desafío que exige estadistas sérios, capaces y firmes. Partidos que estén dispuestos a sacrificar las próximas elecciones adoptando medidas impopulares, pero ya imprescindibles.

En realidad, es desafío no es tanto adoptar estas medidas como hacerlo de forma ordenada, sin que ello suponga un crack económico, pero a la vez de forma rápida porque ya resulta urgente e inaplazable.