El arte de cambiar una rueda va a desaparecer

No es tan extraño. Estudios recientes demuestran que cada vez más marcas de coches prescinden de la rueda de repuesto en sus vehículos nuevos, de modo que al abrir el maletero y buscar el compartimento de la rueda, no encontramos nada. O una rueda que parece de Vespino –perdón, quizás algunos no conozcan esta moto, así que diremos de ‘scooter’–.

¿A qué se debe su ausencia? Son muchos los motivos. El primero y fundamental es el espacio. Es obvio que una rueda de tamaño estándar, idéntica a las homologadas para el coche, tiene un volumen que hay que encajar en el maletero. No es tanto problema, porque durante años se han colocado ahí, pero en una época en la que maximizamos el espacio y buscamos la eficiencia, una rueda tan grande es algo arcaico.

El peso, por supuesto, es otra razón. No deja de ser un cuerpo muerto que suma algunos kilogramos al conjunto, pero no es la razón fundamental. Y aunque muchos pueden pensarlo, ahorrarse el dinero de otra rueda no es el punto central de la cuestión para que no la coloquen, pese a que obviamente se lo ahorran.

Así que hoy en día nos encontramos, o con una rueda de superficie muy reducida, o el famoso kit antipinchazos. En ambos casos son soluciones provisionales, que nos permiten rodar a una velocidad lenta y que nos obliga a dirigirnos al taller más cercano para sustituir el neumático pinchado. Bueno, en realidad, los neumáticos, porque os recordamos que hay cambiar al menos los dos neumáticos del eje para que tengan el mismo nivel de desgaste. Si pinchamos, hay que cambiar al menos dos ruedas.

Pero aunque la marca no te ofrezca de inicio ni siquiera una rueda de repuesto de ‘ciclomotor’, no pierdas de vista que puedes pedirla. Si es lo que prefieres, en vez del kit antipinchazos –que de nada sirve ante un reventón u un desllantado–, tienes derecho a ella, aunque a veces suponga pagar un poco más, o incluso perder algo de espacio en el maletero. Pero el problema de que los coches actuales no ofrezcan una rueda de repuesto en condiciones, nos lleva a otra cuestión que no es menos importante. Los jóvenes no saben cambiar una rueda.

Y os contaré una pequeña historia absolutamente real, aunque prescindamos de nombres y localizaciones. En agosto, cuatro familiares del que escribe estas líneas, de edades comprendidas entre los 19 y los 23 años, tenían que venir a una celebración desde su residencia a 450 kilómetros. Venían con su flamante coche compacto de apenas seis meses de antigüedad. El viaje, al parecer, era animado, entre risas y música pop, latina y comercial. No entremos en la música. El caso es que de repente, esa sensación al volante que indica que algo falla, precedida de un ‘¡pam! pssssss’ que sólo puede ser una cosa. Pinchazo.

Estaban a unos 30 kilómetros del destino. Pánico en la carretera. Los cuatro miraban aquél objeto circular como si un extraterrestre hubiese hecho acto de presencia en su maletero como un polizón galáctico. Se miraron entre ellos: ¿y ahora, qué hacemos? ¿Tú sabes cambiar una rueda? A mí no me mires. ¿Era en cruz o daba igual cómo quitar y poner las tuercas? Tío, no me acuerdo. Así que los cuatro miraron la pequeña rueda de repuesto, y aunque todos tenían el carnet de conducir, ninguno sabía cómo afrontar el problema.

Cogieron sus móviles, pero no para buscar una solución o un vídeo instructivo que les ayudase. Me consta que algunos pusieron fotos en Instagram de la rueda pinchada con emoticonos de pánico. Uno de ellos, el que conducía en el momento del pinchazo, me llamó.

-Hola, ¿qué tal?

-Hola. Mira, es que estamos casi en la ciudad, pero hemos pinchado, y no sabemos qué hacer.

-¡Ostras, qué mala suerte! Bueno, ¿tienes rueda de repuesto?

-Hay una rueda de moto, sí.

-Pues cambiadla.

-No sabemos. Vamos a llamar a la grúa, y que nos remolquen hasta la ciudad.

-Pero, ¿qué dices? Entre que llamas, registran la incidencia, y te envían la grúa, pasa medio día. Anda, dime dónde estáis que voy con el coche a cambiaros la rueda.

-Vale, ahora te envío la ubicación.

Eso sí sabían hacerlo. Con su móvil 4G, la ubicación tenía un margen de error de 200 metros. Así que cogí el coche y me planté en el punto exacto en el que estaban. Los triángulos colocados. Todo correcto. Salvo la cara de los cuatro, que había pasado del susto a la despreocupación. Hubo más fotos de Instagram, bajo el título 'pues aquí, tirados por el coche'. Abro el maletero, les enseño esas herramientas del jurásico –para ellos– que servían para levantar el coche y maniobrar con la rueda. Sólo uno prestó atención a las labores de cambio de rueda. Reconozco que no me comporté como un mecánico de Fórmula 1, y la cosa llevó un poco de tiempo. Todos sabemos que las llantas suelen agarrarse un poco al disco de freno, y esas cosas que te encuentras al cambiar una rueda. Pero en 20 minutos –Ferrari, si estás leyendo, puedes contratarme– la rueda de galleta estaba dispuesta, y todos camino al destino.

Completamente impotentes. Así estaban los cuatro jóvenes ante una situación de la vida de lo más corriente. Y eso nos lleva a plantearnos si de verdad, con los tiempos que corren, las ruedas de repuesto tienen futuro. Aunque en la autoescuela te enseñan la teoría del noble arte del cambio de rueda –el negro en las uñas tardó en irse unos días–, los jóvenes no saben afrontar la sustitución. A veces, hasta te hace dudar si sabrían aplicar el kit antipinchazos. Así que sea por espacio, por dinero, por moda, las ruedas de repuesto no tienen lugar en el futuro si ni siquiera sabemos cambiarlas.

A nadie le interesa ya la rueda de repuesto, esa viajera silenciosa que servía para ayudarnos en caso de necesidad.