Alfa Romeo 33 Stradale: la belleza eterna cumple 50 años

Diseñado por Franco Scaglione, el coche tenía unas proporciones perfectas, unas curvas deliciosas. Era, es, será siempre, un conjunto estéticamente único, como casi única es su producción, limitada a 18 unidades. Porque las cosas buenas y bellas se ofrecen en pequeñas dosis.

Equipaba un motor V8 de 2.0 litros capaz de desarrollar 230 caballos, para un peso muy contenido, lo que le permitió ser el coche comercial más rápido en el kilómetro desde parado, que hacía en 24 segundos, pasando de 0 a 100 kilómetros por hora en sólo 5’5 segundos. Era más rápido que un Ferrari, que un Aston Martin, que un Lamborghini o que un Maserati. Era el epítome de la deportividad de Alfa Romeo: un coche ligero, de motor no muy grande si se quiere, pero con un rendimiento abrumador.

Pero volvamos al envoltorio, a las curvas que se antojan casi sedosas. Las puertas en apertura de mariposa lo hacían adorable, casi inocente cuando lo miras, como si en realidad no fuese un dragón a punto de devorar a sus rivales. Desde cualquier ángulo, esto era una obra de arte en un mundo de tecnología.

Por eso Alfa Romeo le rinde el debido homenaje en su Museo, con una exposición que abrió ayer 31 de agosto y que han llamado ’33: La Bellezza Necessaria’, que no hace falta traducir. Allí podrá verse el primer prototipo, así como los coches de carreras de que deriva o que le siguieron, la mítica serie T33, junto con los modelos especiales de calle que se basaron en el 33 Stradale: el Carabo, el Iguana, el Cuneo, el Navajo y el 33/2 Speciale.

Han pasado 50 años, y la subjetividad no admite peros aquí. Cuando algo es objetivamente hermoso, sólo queda deleitarse ante ello, padecer el Síndrome de Stendhal ante el alud que se nos viene encima, y admitir que, pase el tiempo que pase, el 33 Stradale será siempre una belleza eterna.