¿Y si tu marca quiebra? Los clientes de Fisker están en medio de una auténtica odisea

El gran problema del Fisker Ocean es que su desarrollo aún no había terminado, porque su software todavía necesitaba trabajo. Sí, el coche ya estaba en el mercado y en España era posible adquirirlo por algo más de 40.000 euros, pero quienes lo hacían recibían un vehículo que necesitaba varias actualizaciones de software para cumplir los estándares de calidad que deseaban.

A mediados de 2024, sin embargo, la aventura llegó a su fin y la compañía entró en bancarrota ahogada por las deudas. Unos meses antes, la empresa que se encargaba del ensamblaje –Magna– detuvo la producción en seco porque su cliente había fallado un pago. Fisker nunca se recuperó de esta circunstancia y acabó desapareciendo del mapa.

Fisker quebró después de ensamblar 15.000 unidades de su SUV entre finales de 2022 y 2023. Entregó aproximadamente 8.750 coches en el mismo periodo según los informes financieros. No hay datos de los primeros meses de 2024, pero sí se sabe que, ya en bancarrota, en julio se vendió el stock restante –3.231 coches– a una empresa de leasing por 46 millones de dólares.

Ahora todas estas personas tienen unos coches que requieren de un mantenimiento y reparaciones, y en algunas ocasiones se trata de componentes específicos que no se pueden encontrar en otros vehículos. Esto está suponiendo un pequeño infierno, por toda la incertidumbre que abarca la reparación de cualquier posible avería.

Actualmente, los coches de Fisker tienen cinco problemas técnicos que la matriz está tratando de resolver.

Tres de ellos se pueden solucionar con una simple actualización de software, que corrige una pérdida de potencia, un error en las luces de emergencia y un fallo en la intensidad de la frenada regenerativa.

Pero los otros dos implican el desplazamiento a un taller: el primero es una inspección y posible sustitución de los tiradores exteriores de las puertas y el segundo es la sustitución de la bomba de agua eléctrica, que puede ocasionar una pérdida de potencia en el coche.

Y aquí es donde está la controversia, porque hace unos días Fisker le dijo a sus clientes que la marca tan sólo abonaría el coste de los componentes a sustituir. Los propietarios tendrían que asumir el precio de la mano de obra, a pesar de que el motivo de la visita era un fallo de fábrica.

Tras la indignación general, sin embargo, Fisker ha hecho un giro de 180 grados en su política y ha decidido que finalmente abonará los costes de todo el proceso. La mano de obra, por ende, ya no correrá a cargo de los individuos sino que los gestionará la misma compañía.

Los clientes de Fisker, pues, todavía tienen una red de seguridad porque los ingenieros de la marca aún trabajan para pulir los defectos de fábrica con los que nació el Ocean. El futuro a medio y largo plazo, sin embargo, no podría ser más incierto.