Se cumplen 19 años de la última 'corona' de Michael Schumacher

Son 19 años ya los que nos separan de aquella efeméride. Michael se proclamó campeón a falta de cuatro Grandes Premios –entonces sólo había 18– en una temporada en la que logró 13 victorias. Y en la que posiblemente se hubiera proclamado campeón mucho antes de no ser porque entonces la victoria valía sólo 10 puntos y la diferencia con el segundo clasificado era de sólo dos puntos, la menor de la historia de F1.

Hoy, es un día también triste, porque ese último título nos recuerda el accidente de esquí, casi absurdo, que sufrió a finales de 2013, hará ahora una década apenas dos días antes de Nochevieja. Un percance que lo dejó en estado crítico y del que no se ha recuperado. Su estado actual de salud es una incógnita, secreto fielmente guardado por la familia.

Eso no empaña la gran carrera de Schumacher, quien aún ostenta algunos récords de la F1. El de títulos conseguidos, siete –igualado con Hamilton–. Todavía es el segundo piloto por número de victorias –91– y eso que en sus tiempos se corrían menos Grandes Premios por temporada y lo mismo sucede con los podios. El de vueltas rápidas en carrera.   

Tan grande era Michael que Fernando Alonso quería batirle sí o sí en pista y cuando lo logró no dudó en decir: "Mis títulos valen mucho porque Schumacher estaba en pista".

Michael fue un piloto que cambió la F1. Basó sus resultados en un liderazgo absoluto, un equipo volcado a su alrededor y hecho a su imagen y semejanza. Rodeándose de una camarilla de ingenieros que conoció en sus tiempos de Benetton y que supo llevarse a Ferrari y que le siguieron fielmente hasta que colgó por vez primera el caso, a finales de 2006: Ross Brawn, Rory Byrne y bajo la protección de Jean Todt, que fue su gran amigo y confidente.

Cambió la F1 trabajando en pista intensamente, rodando siempre que podía –entonces no había limitaciones de test– hasta el punto que en lo que había sido casa de Enzo Ferrari en Maranello, al pie de la pista de Fiorano, tenía un pequeño apartamento que acostumbraba a ocupar varios días a la semana. Se decía que por muchos kilómetros de test que hiciera un piloto, Michael hacía el doble.

También fue el primero en llevar a extremos nunca vistos la preparación física, hasta el punto que se hacía seguir a los circuitos por un gimnasio ambulante, instalado en un trailer. Profesional 24/7, y muy celoso de su vida familiar.

De Michael recuerdo de forma muy especial una de las noches más importantes de mi vida. El día que recibió el Premio a la Trayectoria Deportiva en la Gala del Deporte que organizaba Mundo Deportivo –el medio en el que durante 40 años desarrollé labor profesional– y tuve la suerte de acompañarle durante seis horas, incluida una entrevista que tenía que haber sido de 40 minutos y acabó siendo de hora y media.

Recordaré para siempre aquel viernes 22 de enero de 2010, en el que la Gala del Mundo Deportivo tuvo un sabor especial, con Lionel Messi y Michael Schumacher en el ‘backstage’ improvisando unos pases y toques de balón pese a sus smokings, aunque sin poder cumplir su sueño, entrenar un día con el Barça. Simplemente acababa de anunciar su retorno a la F1, la presentación con Mercedes era apenas 24 horas después de la Gala. Michael, gran profesional, decidió anular el entreno, pero había dado su palabra de estar en la Gala y la cumplió, un meteórico vuelo en avión privado.

Recuerdo cuando, desde la suite del Hotel Juan Carlos que ocupó unas horas –se fue incluso antes de acabar la cena porque debía llegar a Ginebra antes de que cerraran el aeropuerto– vio el Camp Nou completamente iluminado y casi se le escapó una lagrimita.

Pudo caer mejor o peor. Puede que algunos recuerden a Michael por ser uno de los pilotos más sancionados de la F1, al menos en su época. Pero ello no quita su factor humano especial. Los regalos de bodas a los mecánicos de Ferrari que se casaban eran siempre especiales. Los ‘pelucos’ para todo el equipo para festejar un título estaban ahí. Incluso ayudó de forma discreta a más de algún miembro del equipo en momentos difíciles.

Su faceta humana estuvo siempre ahí… aunque pareciera que la dejaba aparcada a las puertas de los circuitos.