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GP de Japón 2015: imponentes e impotentes

Dominio de Mercedes, Ferrari vuelve a la realidad y Alonso muestra su frustración
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José Miguel Vinuesa
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29 Sep 2015 - 16:27

Lewis Hamilton estaba impaciente durante la rueda de prensa tras la sesión de clasificación. Tamborileaba con los dedos, miraba algo en un móvil que le acercaron, asentía a preguntas dirigidas a Rosberg o Vettel. Si hubiera sido por él, la carrera hubiera comenzado en ese mismo momento. Porque Rosberg había logrado por poco la pole. Pero para Hamilton, la pole podría -debía- haber sido suya. Sólo que no tuvo un último intento.

Así que estaba esperando con ansia la carrera. El Mercedes volvía a ser el coche que conocía como una parte más de su cuerpo, y no quería dejar escapar la victoria. Y esa victoria dependía, en gran parte, de la salida, y su posición estaba en la parte sucia. Podría ser una desventaja.

Cuando se apagaron los semáforos rojos, Lewis tomo la delantera por poco, con Rosberg a su izquierda en paralelo. Una carrera de aceleración hacia la primera curva, en la que ceder era una palabra que no estaba en el vocabulario de ninguno de los dos. Guardaban un espacio de respeto, pero al llegar a la primera parte de la curva, los nervios fueron en aumento en el box de Mercedes. Rosberg aguantaba el exterior con valentía, aferrado a su única posibilidad, porque Hamilton tenía el interior. En la segunda parte de la curva, más lenta, Lewis tenía la parte buena, y simplemente mantuvo el volante en un ángulo de giro constante, aunque su compañero ocupaba toda la parte exterior. Spa 2014 estaba en el aire. Ninguno quería mostrar debilidad. Lewis se fue abriendo de acuerdo a la trazada natural, pero Rosberg seguía allí, como impasible. Hasta que se vio fuera del asfalto, por encima del piano y más allá, y supo que había salido perdiendo en el duelo. Que su oportunidad se desvanecía.

Peor aún. Le pasaban Vettel y Bottas. Cuarto. Mientras Hamilton ponía en juego lo mejor de su arte en las primeras vueltas para obtener una distancia confortable. En esa salida, no sólo se escapaba la carrera para Rosberg, sino que suponía otro golpe moral. Una vuelta al año pasado, cuando Rosberg vencía a su compañero en clasificación pero no podía hacer nada en carrera. Y en vez de tener delante, al menos, un coche plateado, tenía uno blanco, detrás de uno rojo. Otra vez a contrapié.

Pero aunque Rosberg no tiene el desempeño como para cuestionar a Hamilton, hay que reconocerle -Mercedes mediante- su espíritu combativo, su voluntad de minimizar los daños. Se deshizo de Bottas con un adelantamiento que, veintiséis años atrás, acabó en colisión entre dos compañeros de equipo en la chicane antes de meta. Fue valiente. Todo o nada. Después, tocaba otra remontada. Había que quedar delante de Sebastian, porque permitir que recortara más la distancia en la lucha por el subcampeonato sería preocupante. Así que llegó, y con la estrategia de boxes (y una vuelta de salida impresionante), superó por poco al de Ferrari cuando este salía de su segunda parada. 

Vuelta al orden establecido. Dos Mercedes en cabeza. Uno muy por encima del otro, y para los demás, los restos. Y en esos restos, destacó Ferrari, y decepcionó Williams. La Scuderia llevaba desde finales de julio advirtiendo de que Suzuka no sería una pista favorable para ellos. Y la clasificación pareció darles la razón: cuarto y sexto lugar. Los Williams, intercalados, terceros y quintos. Con mejor paso. Pero en carrera, se descubrió que los temores de los de Maranello no eran tan graves. Las mejoras en su coche, como ya se advirtió en Singapur, convierten al SF15T, si bien no en un coche perfecto, sí en el mejor del resto. Los Williams no fueron rivales ni para Vettel, ni para un irregular -rítmicamente hablando- Räikkönen. Aunque uno de ellos (Massa) quedó fuera de la ecuación por su toque con Ricciardo en la salida. La Scuderia parece haber encontrado un camino que sí que lleva a evoluciones válidas, después de varios años. Su crecimiento, al que le queda mucho camino por recorrer, parece estable y seguro, y los resultados están premiando a los italianos durante todo el año.

12043071_1144110658951890_537151322199255447_n_0.jpgFue una lástima no poder tener en esta ecuación a los Red Bull tras su buen trabajo en Singapur. Sí, aquí iban a sufrir más porque la potencia del motor es fundamental en Suzuka, pero su coche no se comportaba mal. El siempre combativo Ricciardo podría haber dado guerra. Mención especial merece un brillante Hulkenberg, que a los mandos de su Force India cuajó una actuación redonda en una pista en la que las manos aún cuentan.

Y como viene siendo habitual, los Toro Rosso se encargaron de poner el picante en la carrera. Poco importa que salgan delante o detrás. El arrojo de Verstappen le suele devolver a posiciones de puntos, y la pasmosa madurez de Sainz, lo mismo. Lástima del error en la entrada a boxes para el español, que le hizo perder más tiempo, porque estaba cuajando una actuación soberbia. Y si hablamos de valor en los pilotos del equipo de Faenza, vaya un curioso hecho ejemplificativo: ambos adelantaron a Alonso en la primera curva de idéntica forma, por fuera, y en el último momento. Ambos tienen un talento descomunal, más instintivo en uno, más reflexivo en el otro. Cometen pocos fallos para ser debutantes en la categoría reina. Su futuro puede ser maravilloso de ver, y encima, uno es español. Hay porvenir.

Lo que nos lleva al mejor piloto español de la historia, Fernando Alonso. Su carrera fue soberbia, sin paliativos. Luchó como un gato panza arriba con lo que tenía. Su salida no fue brillante esta vez (cosa a destacar por lo poco común), perdiendo dos posiciones en aceleración, pero la veteranía le hizo aprovecharse de los toques y accidentes de la primera curva para encaramarse a la novena posición en la primera vuelta. Desde ahí, sólo podía intentar resistir, tarea que se iba a revelar, como todo el año, vana. Su compañero languidecía en posiciones retrasadas. Él retenía con maestría a los que le perseguían, hasta no poder más. 

Y fue la gota que colmó el vaso de la paciencia del asturiano, que hasta en dos ocasiones envió el mensaje a su equipo de que el motor Honda de su Mclaren era de GP2. Frustrante. Lo negativo de ese calificativo no es que sea falso (en realidad, un motor de GP2 tiene menos potencia, pero irónicamente sería más fiable), ni tampoco que sea algo nuevo en el carácter del piloto, sino que lo hizo en el peor de los lugares: en el templo de Honda, y con sus más altos mandatarios escuchando un mensaje que debió escocerles en lo más profundo. Y no es que no se lo merezcan. Pero a partir de ahí, la polémica estaba servida. Ron Dennis criticando las palabras, pero suavizándolas a la vez, dejando claro que lo hablarían internamente. Luego, Fernando pidiendo que las comunicaciones sean privadas de nuevo, y contestando a la pregunta de si seguirá en Mclaren con un primer "no lo sé", seguido del discurso de que acabará la carrera en el equipo de Woking, a ser posible ganando. Ambiente tenso, en el que ya hay que apagar fuegos que cada fin de semana parecen hacerse más grandes todavía, dada la falta de prestaciones del equipo.

_x0w1722_0.jpgFernando se fue de Ferrari porque necesitaba ganar de inmediato, yéndose a un proyecto que se profetizaba ganador y en el que vio cosas prometedoras. Y sin duda, el concepto de Honda es atrevido, pero demasiado. Y el de Mclaren, lo mismo. El resultado del conjunto, paupérrimo. Button, que se rumoreaba que abandonaba el barco (y la F1), viéndose "secuestrado" por Dennis: no ejecutó su cláusula de rescisión a tiempo, así que cuentan con él. Ya veremos. Un Alonso al que le recuerdan que tiene un contrato de tres años, y que él dice querer cumplir. En toda esa encrucijada, lo que pierde es el proyecto a futuro, porque los esfuerzos y las preocupaciones, que de por sí son muchas, se agravan con cuestiones ajenas al progreso. El equilibrio en Mclaren-Honda pende de un hilo en la que es una de las peores crisis de su historia. Volverán. El problema es cuando, y con quien.

Muy por delante, el último campeón del mundo con la escudería británica cruzaba con holgura la meta, despachando con acostumbrada perfección otra carrera victoriosa. Los problemas, desvanecidos. Los rivales, puestos en su sitio de nuevo. Una íntima satisfacción con el rostro inexpresivo de Rosberg, con su mirada perdida en la rueda de prensa. Con su irascibilidad ante un comentario de Vettel. Está perdido, derrotado. Lewis lo sabe hace mucho. Burla burlando entre fiestas y carreras, se está ganando el tricampeonato.

1 comentarios
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30 Sep 2015 - 02:27
Excelente artículo José Miguel, resume muy bien en gran parte Lo acontecido el domingo, no sé, creo que honda vendió algo que sabía que no tenían en el almacén y ahora no encuentran que hacer para complacer al cliente y para colmo ya comenzó Ron Dennis a hablar poco a poco, un hombre que sabe disfrazar el veneno con un poco a azúcar, creo que el asunto no pinta tan bien para 2016..
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