La cara B de Le Mans: el mecánico español que estuvo en el ojo de todas las tormentas de Toyota

Todos conocemos la cara A de la carrera: Miguel Molina ha hecho historia. La cara B de esta 96ª edición es un titular que nunca verá la luz: cómo el Toyota 7, 48 horas después de ser relegado a la última posición de la parrilla de Hypercar, consumó a la heroica su remontada y se quedó a tan sólo 14 segundos de conseguir la que habría sido la sexta corona de la marca japonesa en Le Mans.

Por el particular purgatorio nipón han pasado todos los miembros de esa ala del equipo: desde Kamui Kobayashi, el hombre que provocó la bandera roja que les obligó a salir últimos, hasta Cristian Hernández, el mecánico valenciano que tuvo que reparar la fibra de carbono dañada en ese incidente.

Empieza a ser tradición que, cuando quien firma estas líneas pisa Le Mans, se pase a saludar a Cristian para charlar brevemente en medio del ajetreo que supone formar parte de un equipo de carreras en Le Mans. 

El viernes a mediodía, quedé con él en la puerta trasera del garaje de Toyota para lo que, en retrospectiva, puedo decir que fue un encuentro premonitorio. Después de hablar sobre carreras, equilibrios de rendimiento, nervios, estrategias de sueño, la vida… me invitó a dar una vuelta por el garaje para terminar en el departamento de composites, donde se reparan las piezas de fibra de carbono heridas en combate, y donde él es el técnico sénior del equipo desplazado a las carreras.

"Este morro, que ves con esos parches negros, es el que tuvimos que reparar después de los 'rascones'de Kobayashi", me decía mientras señalaba a la pieza de, aproximadamente, metro y medio que sirve de alerón y carenado delanteros.

"Y esta de aquí es la especificación de carrera. Solo la ponemos para el warm-up y, de ahí, el coche va directamente a parrilla. Lo hacemos así porque es la pieza con menos kilometraje, así que hay menos probabilidad de que pueda fallar", me indicó mientras señalaba a un morro impoluto.

Ese mismo morro fue el que, 24 horas después, Nyck de Vries destrozó contra un GT durante el último ensayo previo a la gran carrera.

"Mierda, el morro que me dijo Cristian…", fue lo primero que me vino a la cabeza cuando vi al Toyota 7 con el carenado completamente roto y la estructura de impacto al aire. Por si salir al fondo de la parrilla de Hypercar no era suficiente castigo, ahora tocaba este susto de última hora… y más trabajo extra para unos mecánicos que llegan ya al borde de sus fuerzas al inicio de la carrera.

"Casi empezamos a descansar cuando esto se pone en marcha. Si todo va bien, es seguir la secuencia de paradas", me decía el viernes entre risas.

Porque Cristian no solo arregla piezas rotas, también es el encargado de uno de los neumáticos en los pit-stops del coche número 7. En esta edición de 2024, ese coche ha hecho un total de 31 detenciones que, contra los deseos de Cristian, no han sido "seguir la secuencia de paradas".

Box de composites de Toyota

De Vries dañó el frontal del Toyota 7 que en principio iba a usarse en carrera

El componente de caos que ha añadido la lluvia eleva a estas 24 horas de Le Mans a una de las mejores ediciones que se recuerdan en los últimos años. En una de esas paradas por el primer chaparrón, la unidad 7 decidió adentrarse en boxes contradiciendo la decisión que tomó el muro de Ferrari. No era la decisión correcta y hubo que rectificar, con la pérdida de tiempo que ello implica.

Súmenle a ello varios pinchazos que obligaron a Cristian a salir corriendo de su silla en el garaje y verán cómo se aumenta la montaña por escalar que tenía delante el coche de los 'chihuahuas'.

El 'chihuahua', por cierto, es una broma interna que Toyota ha jugado con una pegatina en la puerta de sus coches: una de un dóberman para los 'grandullones' de la unidad 8, y otra de un chihuahua por la contenida estatura de Kobayashi, De Vries y 'Pechito' López.

Con los dos últimos coincidí en una rueda de prensa el viernes, y casi antes de que pudiera terminar mi pregunta sobre cuánto afectaba salir últimos a las opciones de victoria, 'Pechito' me respondió con un "nada" tan seguro y tajante que incluso Nyck De Vries, sentado a su lado, fue incapaz de mantener el gesto serio.

'Pechito' fue el hombre que condujo el último 'stint', el que casi culmina la remontada. Tuvo en sus manos de lo que ya avisó ese viernes.

Y lo que dijo no era un farol. En cualquier zona de Toyota se respiraba una confianza renovada tras el sentimiento de injusticia de 2023 con el equilibrio de rendimiento. Eso cambió el sábado por la mañana en el warm-up. Aquel toque de Nyck De Vries me devolvió a una conversación que tuve con Cristian en el garaje.

"El coche va directo del warm-up a la parrilla, para que esté en el 'grid walk' -paseo por la parrilla-. A no ser que pase algo, ¡ojalá no!", me dijo el viernes. En ese 'grid walk' y, posteriormente, desde lo alto de la grada, conseguí identificar a Cristian; no hacía más que mirar los anclajes del morro al chasis.

Aquella fue la última vez que lo vi en el circuito. Habíamos acordado hablar el domingo por la mañana para hacer una pequeña pieza sobre la 'noche mágica' de Le Mans, pero tal encuentro nunca pudo concretarse.

Atento, como siempre, se ha excusado con una fórmula que yo mismo utilizaré para disculparme ante ustedes por no cumplir con mi cometido inicial: "Entenderéis que no hayamos podido hablar viendo cómo ha sido el final de la carrera".

Yo llegué el viernes al circuito con el plan de escribir un artículo sobre la noche de los mecánicos en Le Mans. Quería personificarlo en la figura de Cristian, uno de tantos que, por su pasión, están dispuestos considerar como descanso una siesta de 20 minutos previo 'chute' de cafeína, tal y como aconseja uno de los carteles que recibe a quien se adentra en el box de Toyota.

Pero Le Mans es especial. Da igual qué planes lleves, qué estrategia vislumbres: la carrera tiene vida propia y jugará contigo a su antojo. Lo ha hecho con un insignificante periodista y sus ideas, con un mecánico español al que decidió poner en el ojo de todas las tormentas y lo hizo con las opciones de una remontada épica del Toyota 7.

Entre la charla que tuve con Cristian el viernes y el momento en el que escribo estas líneas, han pasado unas 48 horas que han dado como resultado música de fiesta y olor a champán en el box de Ferrari, y cajas llenas de camisetas conmemorativas que nunca verán la luz en el garaje de Toyota.

En esas 48 horas, la unidad 7, que empezaba última de su categoría, tuvo un accidente en la sesión final donde se rompió el morro destinado a la carrera. Cristian y su gente tuvieron que repararlo.

En las horas iniciales de carrera, con la aparición de la primera lluvia, realizó una parada equivocada que les colocó en la secuencia incorrecta de pit-stops. Cristian cambió una de esas ruedas.

Un problema en el limpiaparabrisas dejó sin visibilidad a De Vries, que tuvo que hacer una parada improvisada para solucionarlo. Y, por si fuera poco, la unidad 7 se llevó una sanción porque el propio De Vries se reincorporó con el coche de seguridad equivocado.

'Pechito', invitado de última hora por la lesión de Mike Conway, condujo el último 'stint' y trompeó persiguiendo al Ferrari cuando veía que esa remontada que él ya atisbaba posible desde el viernes se tornaba en una realidad tangible.

Todo salió mal y Cristian, por azares del destino, estuvo en medio de esa tormenta. Y aun así, se quedaron a 14 segundos de una Ferrari 50 a la que, como reconoció el propio Miguel Molina, todo le acabó saliendo bien.

Con todo ello, y por el esfuerzo, sacrificio, talento, pericia y acierto de la tripulación del Ferrari 50, el titular de este fin de semana ha sido "Miguel Molina es eterno con la victoria en las 24 Horas de Le Mans".

Pero, ¿sabéis una cosa?, el destino es caprichoso. Tanto que quiso que, en esas 48 horas desde mi charla con Cristian y el banderazo final, también me encontrara con Miguel Molina en la parade y me dijera que aunque los favoritos eran otros, ellos lucharían seguro.

O que fuera a visitar su Ferrari número 50 el sábado en la parrilla justo cuando un mecánico comenzó a desmontar a toda prisa uno de los accesos del cockpit para solucionar un problema con el sensor del acelerador a poco más de una hora del inicio.

Me pregunto si ese mecánico fue el que tuvo que cerrar a golpes la puerta derecha del bólido en una parada forzada, o si fue él quien colocó los neumáticos.

Me pregunto qué habría pasado si no hubiera conseguido reparar el sensor, si hubiera montado los neumáticos de lluvia en lugar de las gomas correctas o si, en un giro absolutamente inimaginable, la puerta nunca se hubiera abierto y Ferrari no hubiera tenido que forzar una parada que, a la postre, les permitió hacer valer su estrategia de gasolina.

A igualdad de ganas, esfuerzo, tesón… ¿Por qué a él le ha tocado celebrar una victoria y a Cristian no? Y me pregunto cuantísimas de estas historias habrán sucedido a lo largo y ancho del paddock de este fin de semana y en qué momento una persona, una decisión o una pieza, te pueden cambiar por completo la vida.

Es entonces, cuando entiendes los gritos de júbilo de Miguel Molina tirado en el suelo de su garaje al terminar la carrera. Porque el destino de Miguel, que se han dejado el alma, que ha sacrificado toda su vida por un sueño, que se ha preparado como nadie para esta carrera, está en última instancia en manos de una moneda que caerá de la cara A o de la cara B.

¿Y qué haces? Pues creo que la respuesta es no buscarle explicaciones y seguir. Como Miguel, sigues intentándolo; como Cristian, reparas el morro y cambias la rueda; como el mecánico de Ferrari, cierras la puerta de un puñetazo si es necesario; como 'Pechito' aprietas los dientes hasta el límite y más allá… porque en la vida, como en las carreras, sabes que la moneda está girando y que, mientras sigas, puede caer de tu lado.

Solamente estar en la carrera, saberte dentro de ese bombo del que puede salir el ganador, ya es un privilegio. Por cierto, Cristian ganó como mecánico las 24 horas de Le Mans de 2021, quizá es que, por fin, le tocaba a Molina. Enhorabuena, Miguel, de todo corazón. Y enhorabuena a ti también, Cristian.

¿Y yo? Yo llegué al circuito con la idea de hacer un reportaje sobre la 'noche mágica' de Le Mans personificada en un mecánico, y he acabado escribiendo un texto sobre cómo la vida, el destino o como queráis llamarlo, jugará con tus planes como le venga en gana. Decidme si no es maravilloso.