Sébastien Ogier y su título más complicado

16 de octubre de 2016. Cuarto título consecutivo para el binomio Ogier-Volkswagen, uno de los más dominantes que han pasado por la categoría. Todo parecía de color rosa hasta que unas semanas más tarde sucedió lo inevitable: la marca de Wolfsburgo anunció su adiós al campeonato tras el escándalo del 'Dieselgate'.

Dicha decisión fue tan inesperada que dejó a sus tres pilotos -Ogier, Latvala y Mikkelsen- en la tesitura de tener que encontrar un asiento competitivo con algo menos de dos meses de margen, lo cual propició que la Silly Season alcanzase el punto de ebullición en los compases finales de la temporada.

Por aquel entonces, el campeonato afrontaba una temporada repleta de cambios en el reglamento y, por ende, en los coches, que tendrían mayor eficiencia aerodinámica y más potencia, entre otras modificaciones. Así las cosas, la mayoría de los pilotos se encontraban con la incertidumbre de averiguar cuál de los bólidos recogería el testigo de Volkswagen.

Tras una serie de pruebas con Toyota y M-Sport, Ogier se decantó por la escudería liderada por Malcolm Wilson para intentar asaltar un nuevo Campeonato del Mundo. En su momento declaró que con el Ford Fiesta WRC había tenido mejores sensaciones, sobre todo en las zonas de asfalto, por lo que no dudó a la hora de elegir.

Entonces, sin apenas tiempo para adaptarse a su nuevo coche, llegó la prueba de fuego: el Rally de Monte Carlo, donde el francés consiguió su primera victoria. Nueva era, misma historia, ¿no? Juzgando únicamente el resultado podríamos asegurar que Ogier se había paseado por las carreteras cercanas a su casa, pero la realidad fue bien distinta. Thierry Neuville dominaba con solvencia hasta que un pequeño incidente le dejaría fuera de carrera. La felicidad no era plena para Sébastien.

En el Rally de Suecia ocurrió algo muy similar. El piloto belga de Hyundai ejercía un papel dominante sobre los bosques nevados del país escandinavo cuando cometió un error en la súper especial situada en el hipódromo de Karlstad, mandando al traste cualquier posibilidad de victoria, mientras Latvala rubricaba el retorno de Toyota al WRC con una soberbia victoria, colocándose líder del Mundial.

Ogier ya sabía que esta temporada no sería precisamente un camino de rosas, por lo que, lejos de tratar de ganar siempre, se centró en sumar el máximo número de puntos en cada evento, con la regularidad por bandera. En México pudo haber peleado por la victoria con Kris Meeke, más aun con la famosa salida de pista del irlandés en el Power Stage, pero supo aguantar la compostura y conformarse con una meritoria segunda plaza.

Entonces apareció el Neuville ganador. Tan rápido como lo había sido en Monte Carlo y Suecia, pero esta vez sin cometer errores. Venció sin oposición en Córcega e hizo lo propio en Argentina, no sin antes protagonizar una fantástica remontada para arrebatarle la victoria a Elfyn Evans en el precioso tramo de El Cóndor, por sólo siete décimas.

El belga estaba 'on fire' y Ogier se veía obligado a dar un golpe en la mesa para evitar entrar en una vorágine de resultados favorables a su contrincante, así que eligió el Rally de Portugal como el lugar de su nuevo zarpazo. No obstante, Neuville no perdió comba y finalizó segundo en el evento ibérico, dando a entender que no daría por perdida la contienda tan fácilmente.

Y así fue. En Cerdeña, Thierry volvió a recortar la brecha con el piloto de M-Sport, para después conseguir su tercera victoria de la temporada en Polonia y reducir la distancia en el campeonato hasta los once puntos. Once puntos que se fueron de un plumazo en el Rally de Finlandia, donde Ogier sufrió su único accidente de la temporada y perdió un liderato que poseía desde la tercera cita del año. Así quedó su coche tras el fuerte accidente.

ALEMANIA, PUNTO DE INFLEXIÓN

Es ahí donde aparece el instinto de los grandes campeones. El piloto de Gap, lejos de amilanarse ante la abrumadora superioridad de Neuville y Hyundai en las últimas pruebas, sacó el traje de las mejores galas para la recta final de la temporada. En el Rally de Alemania cosecharía un nuevo podio para su palmarés, apoyado en un nuevo abandono de Neuville, lo cual le volvía a colocar al frente de la clasificación, de donde ya nadie conseguiría apearle.

Asimismo, una de las claves del tramo final fue nuestra cita de casa, el Rally de España. En un fin de semana aciago para Hyundai, los tres coches de la escudería coreana abandonaron por roturas de suspensión casi idénticas, entregando prácticamente en bandeja de plata el Campeonato de Pilotos a Ogier y el de Constructores a M-Sport.

Sin embargo, aún quedaba el último escalón, el de la confirmación de ambos títulos. La temporada llegaba al Rally de Gran Bretaña, uno de los más complicados e impredecibles del calendario, con la posibilidad de alargar la batalla hasta la última cita en Australia, pero Ogier decidió apretar en el Power Stage de Brenig para conseguir los puntos necesarios y llevarse los trofeos a casa. Sin contemplaciones.

Restando aún un evento para concluir la temporada, podría parecer que este quinto título ha sido un nuevo paseo para el francés. Todo lo contrario. Al bajarse de su coche en el último tramo de Gales se encontraba visiblemente más emocionado que nunca, sabedor de que este año no ha tenido el mejor coche y que la historia podría haber sido bien distinta de no ser por ciertos errores de sus rivales.

Teniendo en cuenta los cuatro abandonos de su más inmediato perseguidor, cuando en dos de ellos marchaba en la primera posición, podemos darnos cuenta del valor de este título. Echando un vistazo al baúl de los recuerdos, podríamos comparar esta temporada con la del año 2001, con Richard Burns aguantando las acometidas de otros campeones como Colin McRae, Tommi Mäkinen o Marcus Grönholm para llevarse el gato al agua. Todos ellos ganaron más rallies que el británico, que sólo lo hizo en una ocasión, pero su implacable regularidad fue fundamental para estar al término de la temporada por delante en la clasificación.

Para más inri, sólo hace falta ojear algunas estadísticas de la temporada para ensalzar algo más -si cabe- la labor de Ogier. En el apartado de victorias ya sabemos que Neuville ha sido el más exitoso, pero la mayor sorpresa viene cuando nos centramos en los tramos individuales. ¡El piloto belga ha conseguido más del doble de scratches que el Campeón del Mundo!

No son pocos los que llegaron a atribuir los éxitos de Ogier a la supremacía del Volkswagen Polo R WRC, a pesar de que a su lado tenía a un gran piloto consagrado como Jari-Matti Latvala y un joven talentoso que pronto comenzaría a despuntar, Andreas Mikkelsen. No obstante, con su quinto título consecutivo se ha encargado de enaltecer su propia figura por encima de cualquier coche, aupándose así entre los mejores pilotos de la historia del automovilismo.

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