¿Porsches contra avionetas llevando las listas de la Lotería? Esto es lo más loco que vas a leer hoy del sorteo de 'El Gordo'

Viajemos a los años setenta, ochenta e incluso primeros noventa, cuando no existían los teléfonos móviles, las apps, ni siquiera el fax, algo que muchos nunca han conocido. La comunicación urgente de A a B se realizaba en coche porque tampoco existía el AVE, ni había apenas las autovías, aunque sí los aviones, aunque no con las frecuencias actuales, lo que hacía del coche el protagonista de esta espectacular historia.

El ‘número especial’ del sorteo de la Lotería de Navidad era cada año el periódico más vendido, triplicando la tirada inicial y convirtiéndose en la ‘gallina de los huevos de oro’ con la que los periódicos pagaban no solo la nómina de diciembre, sino también la paga extra. Hablamos de corporaciones que, en su día, contaban con más de 300 personas en plantilla en muchas provincias. El éxito en ventas del diario del día 23 estaba garantizado, pero había un problema: cada periódico tenía que poner su edición a la venta antes que su competencia. Esto era especialmente crucial en Valencia: mucha población, mucha lotería, muchas ventas en juego y dos enormes periódicos enfrentándose por vender más que su rival en una época en la que el ‘fair play’ no se habían inventado.

CAPÍTULO 1: EL SORTEO

Así que nos trasladamos el día 22 a la calle Guzmán el Bueno de Madrid, donde los 'niños de San Ildefonso' están cantando los números de la lotería. Allí, un equipo de tres personas por cada diario anotaba los números por triplicado y, una vez terminado el sorteo, los comunicaban por teléfono a la redacción. La edición de tarde llegaba a los quioscos con un margen de error del 2 por ciento… y se vendía muy bien, pero no era la ‘lista oficial de la lotería’, aquella que se entregaba en Madrid unas horas más adelante, alrededor de las 19:00 horas.

Desde Guzmán el Bueno, la lotería se pasaba a la calle Jorge Juan, donde se comprobaban los números y se imprimían las listas para llevarlas de nuevo a Guzmán el Bueno y distribuirlas entre los periodistas y emisarios que esperaban esos números como agua de mayo. Y aquí entra en escena esta loca carrera por la Nacional III para llevar a Valencia la lista antes que el periódico rival.

Al principio, eran los periodistas del motor de cada medio, que normalmente llegaban a este puesto a través de su afición a los rallyes, los que tomaban la lista y partían hacia su destino a todos gas. En el caso de Valencia en dos horas y media se llegaba a la capital del Turia adelantando camiones con diferentes incidencias meteorológicas. Pero lo importante no era llegar, sino llegar antes que tu rival, y así empezaron las tretas.

CAPÍTULO 2: LA CESTA DE NAVIDAD

Mientras el periódico uno esperaba sus copias como todos los demás en el lugar donde se producía el sorteo, el periódico dos ya las tenía en sus manos. ¿El motivo? El bedel del edificio de imprenta de la calle Jorge Juan recibía una apetecible cesta navideña para despistar una copia y entregarla a los emisarios del periódico número dos, que salía ‘a fondo’ hacia la ciudad de Valencia. El bedel de Guzmán el Bueno no se quejaba: había recibido y seguía recibiendo la misma cesta por sentar en un lugar preferente a los tres emisarios que anotaban los números del sorteo para la edición de tarde. De pronto, uno de los diarios llegaba antes al kiosko, ¿cómo era posible?

CAPÍTULO 3: PILOTOS DE RALLYES, PORSCHES y 'AGENTES DOBLES'

El periódico número uno tomó cartas en el asunto: pilotos de rallyes. El primer año, con un Porsche 911 de carreras, las listas llegaron en 1 hora y 45 minutos, adelantando, en un trayecto que hoy en día lleva unas tres horas por autovía. Hemos hablado con uno de los copilotos de aquéllos días “Había tramos en los que la aguja no bajaba de los 200 por hora, y había años en los que había unas nevadas impresionantes que había que pasar a muy bajo ritmo para no derrapar”. Al adelantar a coches y camiones las ráfagas y enormes pitadas de los coches que venían en dirección contraria eran constantes en el camino. Por supuesto la línea continua no tenía significado alguno, no había radares y allí se iba a lo que se iba: a ganar. "Un año nevó en Motilla del Palancar y recorrimos en segunda muchos kilómetros, repostamos y, en cuanto atravesamos la tormenta creo que fuimos a fondo hasta Valencia". Recordemos que se atravesaban pueblos, pedanías, puertos de montaña... pero algún piloto espabilado hizo lo impensable: convertirse en un agente doble y llevar las listas ¡a los dos periódicos! De nuevo el periódico 2, ubicado a la entrada de Valencia, ganaba la partida, al recibir las listas unos 25 minutos antes que su rival.

CAPÍTULO 4: LLEGAN LAS AVIONETAS

Hartos de los juegos de carreras, el diario 1 decidió contratar una avioneta –sí, ese era el nivel de gastos entonces–, así que ese año, mientras un Porsche volaba sobre la A-3, una avioneta lo hacía por encima de las hoces del Cabriel para llegar antes que su rival pero... ¡ojo! no con tanta ventaja como estaba previsto: las listas debían viajar al aeropuerto de Torrejón de Ardoz, el avioneta pedir los permisos de salida, llegar al aeropuerto de Manises y salir disparados hacia Valencia. Se ganaba por minutos, y el periódico dos tuvo que afinar el tiro cuál Adrian Newey

CAPÍTULO 5: MOTOS, O CÓMO SALIR DE MADRID A LO ‘JAMES BOND’

Tras conseguir las listas antes y contratar a los mejores pilotos de rallyes, solo quedaba una mejora para ganar a los aviones: salir antes de Madrid: había que evitar el atasco. De modo que se contrató a un motorista –solía ser cualquier amigo de la redacción en Madrid– que salía de Jorge Juan con las listas enrolladas en un tubo colgado a la espalda y las llevaba hasta Arganda, ganando una buena media hora de los entonces insufribles atascos en una ciudad con una M-30 a medio construir. El resultado es que el diario 2, ubicado en la misma entrada de la ciudad de Valencia, solía tener las listas antes que el diario 1, ubicado entonces en la Alameda de la capital del Turia.

El sistema –y la competición– era similar en otras provincias de las que no tenemos datos, pero sí rumores: todos pisaban a fondo para llegar los primeros a Asturias, Galicia, Cantabria o Andalucía con la lista premiada y convertirla así en el periódico más vendido del año, el día 23 de diciembre.

CAPÍTULO 6: LA VENTA

Las listas llegan a los diarios entre las 21:00 y las 22:00 horas, momento en el que todo el personal, que era mucho, se ponía a picar números, comprobar y comprobar datos y, hechas las páginas, enviarlas a la imprenta, en edificios contiguos a cada diario, donde los cajistas montaban las letras de plomo –esto es más largo de contar– y, con las rotativas a todo trapo, los periódicos se ponían en la calle con la tinta fresca entre las 2 y la 3 de la noche, cuando empezaba el reparto en furgonetas que iban también 'a cuchillo'… o todo lo rápido que se podía ir con una Ebro de los años ochenta. De madrugada, muchos vendedores –los quioscos aún no habían abierto– tenían pilas de diarios que vendían a los conductores al más puro estilo ‘drive-through’: taxistas, trabajadores de turno de noche o compradores ávidos que querían saber si su vida había cambiado para siempre o… si se acordaban un año más de su buena salud. 

Al final los dos diarios 'hacían el agosto' en pleno diciembre, pero el descorche del champán era solo para el que llegaba antes al kiosko, en el periódico que perdía empezaban a ingeniárselas para intentar ganar 'en la siguiente temporada'…

CAMBIO DE REGLAMENTO

Cuando ya se valoraba contratar un helicóptero llegaron los cambios en la tecnología y, con ella, historias mucho más aburridas: ahora es una insulsa app en el móvil la que te debe decir si eres millonario… ¡lo que daríamos por regresar al pasado y poder vivir en directo aquellas ‘cannonball’ que se realizaban cada año con las listas de la lotería enrolladas en un tubo dentro de un 911 de carreras!