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Ferrari 288 GTO: que comiencen los superdeportivos

José Miguel Vinuesa
09/06/2019 10:41

Superdeportivos. Una palabra que casi está perdiendo el sentido, el de definir a coches de rendimiento extremadamente prestacionales. Pero, ¿qué modelo dio el banderazo de salida a este concepto? Se puede discutir, pero el Ferrari 288 GTO tiene todos los ingredientes para ser catalogado como el pionero.

Vayamos al principio. En 1975, en el Salón del Automóvil de París, Ferrari presentó el 308 GTB, obra de Pininfarina, con un motor V8 atmosférico de 3.0 litros y 252 caballos. Pero, sobre todo, era su novedoso diseño, a cargo de Leonardo Fioravanti, lo que llamó la atención, y que sería el pilar maestro de las líneas de los futuros Ferrari hasta llegada la década de los años 90. Fue ese coche el que sirvió de base para el 288 GTO, que se lanzaría en 1984, nueve años después.

¿Y por qué gestar un coche como el 288 GTO? Por las carreras, corazón fundamental en el seno de Ferrari. En este caso, por el Grupo B introducido en 1982, tanto de rallies como de circuito –que reemplazaron en esta modalidad al Grupo 4 y 5–, lugar este último hacia el que se encaminaba el GTO. Sí, había Ferrari que competían en algunos rallies, pero la posibilidad de haber visto un 288 GTO en esta modalidad es escasa. La nueva normativa exigía producir 200 modelos para lograr la homologación, con una cilindrada máxima de 4.0 litros en motores atmosféricos, o 2.8 si eran turbo.

Así que Ferrari se puso manos a la obra. Partiendo de la base del 308, redujeron los 3.0 litros del V8 a 2.8 litros, lo que hacía que, al aplicar un doble turbo IHI y multiplicar por el coeficiente de 1’4 establecido en la normativa, diera casi los 4.0 litros de equivalencia. Ahora el motor contaba con 395 caballos, montado longitudinalmente con la caja de cambios detrás.

Las dimensiones del chasis también se ampliaron, haciéndola más ancha, así como el diseño, obra de nuevo de Fioravanti para Pininfarina, con un aspecto de 308 musculado y agresivo. Para rebajar el peso se hizo uso de fibra de vidrio, kevlar, nomex y fibra de carbono en varias partes de la carrocería, lo que hizo que el peso fuera de sólo 1.160 kilogramos. Todo ello daba al coche una aceleración de 0 a 100 en 5 segundos, a 200 en 15 y una velocidad máxima de 305 kilómetros/hora.

Se construyeron cuatro prototipos para las pruebas, de los cuales sólo queda uno –el chasis 47649–, ya que dos se destruyeron en las pruebas de choque y otra se despiezó para recambios de un propietario de un 288 GTO. El coche estaba listo, y se presentó en el Salón del Automóvil de Ginebra de 1984.

El nombre oficial era Ferrari GTO, por Gran Turismo Omologata, como había ocurrido con el legendario 250 GTO de los años 60. Pero para distinguirlos con claridad, se adoptó popularmente la designación 288 GTO. Obviamente, el coche causó sensación por su aspecto, por su capó trasero lleno de rejillas de ventilación, por el guiño a su antecesor con las tres aberturas en la parte trasera. Sí, era un coche de producción, pero pensado para las carreras.

En Maranello se pusieron manos a la obra, y el 1 de junio de 1985 lograron la homologación de la FIA al haber construido los 200 ejemplares requeridos. En realidad, se construyeron 272, todos en riguroso 'rosso corsa'. Todos se vendieron, entre otros a Michele Alboreto, René Arnoux o Niki Lauda, al que Enzo Ferrari le regaló la última unidad producida.

Con los deberes hechos en temas reglamentarios, la firma italiana se puso manos a la obra para crear el modelo destinado a las pistas, con la lógica denominación de 288 GTO Evoluzione, del que se crearían seis unidades, cinco de producción y un prototipo. A cargo de ese trabajo estaba el preparador Michelotto, con la idea de crear 20 unidades. Sin embargo, la cancelación del Grupo B en 1986 puso fin al proyecto y a toda posibilidad de ver al GTO en pista, el mismo año en el que el Evoluzione estaba listo.

No obstante, la versión Evoluzione era, aunque estéticamente un poco extraña –especialmente en el frontal– una máquina de competición espectacular. El motor de base era el mismo, pero con una potencia elevada hasta los 650 caballos. A base de un serio trabajo de reducción de peso, éste se rebajó hasta los 940 kilogramos. Con un gran alerón trasero y un refinado estudio aerodinámico que incluía tomas de aire tipo NACA, la velocidad máxima llegaba a los 350 kilómetro/hora.

Desafortunadamente, el coche ya no encajaba en ninguna competición, y quedó aparcado. O no tanto, porque lo que vemos en él son las líneas maestras del F40, todo un estudio previo –y de hecho se acabó usando como tal- del legendario superdeportivo que llegaría en 1987.

Una rareza, así se puede definir al Ferrari 288 GTO, producido en una muy pequeña serie –pensemos en las 1.311 unidades del F40– y uno de los últimos Ferrari que gustaba crear al fundador, Enzo Ferrari. Esos que se pensaban para poder rodar por una carretera, pero el domingo entrar a un circuito y ser una máquina de competición de gran rendimiento.

Hoy en día, un ejemplar de este modelo puede rondar, dependiendo de su kilometraje, entre los 600.000 y el millón de euros. Ser el origen de la era de los superdeportivos tiene un precio.