Chalecos amarillos: la rebelión contra la subida de los carburantes

No hay un líder visible ni una organización reconocida que esté detrás del movimiento de los chalecos amarillos. Tampoco una adhesión política definida, aunque el aire elitista que desprende Emmanuel Macron nunca ha caído bien en los entornos rurales galos. Los 'gilets jaunes' -así se llaman en francés los chalecos amarillos- se han convertido en el símbolo que se exporta al mundo y que tras de sí esconde las protestas que llevan a cabo los ciudadanos franceses contrarios a la subida del precio de los carburantes que pretende el Gobierno de Macron. Los transportistas y los conductores profesionales son, obviamente, los más afectados por ello. El problema es que este movimiento, cada vez más masivo, deriva en tensión y violencia. Ya se ha producido el primer fallecimiento por atropello, además de haber centenares de heridos y detenidos.

La forma de actuar de los manifestantes, que se cuentan ya por cientos de miles, es muy beligerante. Son más de 2.000 las carreteras a lo largo y ancho de todo el país galo que han cortado por la fuerza para mostrar su descontento. El pasado sábado incluso se interrumpió el tráfico de los famosos Campos Elíseos. Se vivieron escenas de auténtico drama. Además de por el precio de los carburantes, se protesta por el aumento general del coste de la vida.

La oposición al Gobierno de Emmanuele Macron apoya moralmente lo que sucede. Desde la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon se afirma que el movimiento debe seguir como hasta ahora para culminar su éxito. Marine Le Pen, desde el otro extremo político, insta al Ejecutivo francés a reaccionar ante la angustia que muestra el pueblo. El resto de opiniones políticas van en la misma línea.

Las protestas de los chalecos amarillos afectan desde su inicio a aquellos transportistas que tienen que cruzar la frontera francesa. El cierre de las mismas hace que carreteras como la AP-8 en Irún o la N-121 se colapsen de camiones que no pueden seguir su ruta. Por ello, las asociaciones de transportistas CETM, Fenadismer y Astic han pedido al gobierno que actúe de forma urgente contra estas protestas ciudadanas. Casi 20.000 camiones atraviesan cada día los Pirineos, con lo que los paros forzados de los transportistas derivarán en pérdidas millonarias de seguir la situación como hasta ahora.

Otro de los problemas a los que se enfrentan los transportistas, muchos de ellos españoles, es que al permanecer tanto tiempo en el interior de sus vehículos pueden empezar a sufrir precariedad personal en muchos aspectos. No pueden atender sus necesidades más básicas. La libertad de movimiento para los camioneros es fundamental para detener esta sangría económica. Y lo peor no es eso, sino que la inminente llegada del clima invernal puede complicar todo más si cabe. Urge una solución.