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Aston Martin Bulldog: cuando la firma también dio marcha atrás

25/04/2021 11:23

Como tantas otras marcas de coches exclusivos, los británicos de Aston Martin han sufrido de problemas económicos. Sin embargo, su caso es todavía más acusado, pues prácticamente no hay década sin problemas desde que su fundador David Brown la vendiera a finales de los 60. El Bulldog fue un prototipo ambicioso, pensado para presumir del músculo de la firma como fabricante de superdeportivos, con una velocidad punta anunciada de 380 kilómetros/hora que nunca pudo demostrar.

Aston Martin, propiedad actual del magnate Lawrence Stroll, se encuentra en un momento crucial de su historia. Hace unos años, desvelaron el proyecto Valhalla, un superdeportivo que debía llevar en sus entrañas un V6 de fabricación propia. Sin embargo, la incertidumbre ha llevado a retrasarlo y a decantarse después de todo por mecánica Mercedesaccionista del 20% de los británicos–. Sin embargo, nuestra historia se remonta unos cuantos años antes.

Nos encontramos a mediados de los años 70, Aston Martin ya ha pasado por tres propiedades distintas y necesita un cambio de aires. Según sus responsables, un grupo de inversores de distintas nacionalidades, el mejor camino es dejar atrás su clasicismo, irse al extremo opuesto y desarrollar los coches más vanguardistas y más rápidos del momento.

De esta idea salieron tanto el denostado Lagonda, no exento de muchos problemas técnicos precisamente por la tecnología incorporada, y el Bulldog, un concepto de Hypercar en forma de cuña con el que pretendían llegar a los 380 kilómetros/hora y entrar así a lo grande en la década de los 80. Sus máximos responsables: William Towns, diseñador interno de la firma, y Mike Loasby, ingeniero jefe que abandonaría el proyecto antes de finalizar, rumbo a Delorean.

El nombre escogido, y al contrario de lo que se pueda creer, no es de la raza del perro, sino del de la avioneta privada del dirigente de la marca, Alan Curtis. De vuelta al diseño, la estética respondía no solo a la tendencia del sector, sino también a fines aerodinámicos. Su frontal alineado con el parabrisas proporcionaba una superficie lisa que, combinada con la zaga recortada –al estilo Kamm– le otorgaba un excelente coeficiente de penetración.

La parte mecánica no era menos impresionante. Al conocido motor V8 de la firma se le añadían dos turbos Garret para anunciar una estratosférica cifra de potencia de 700 caballos junto con los ya mencionados 380 kilómetros/hora de punta. El objetivo es el de llevar el modelo a la carretera en una tirada de entre 15 y 25 ejemplares destinados a clientes muy selectos.

Las pruebas en carretera son satisfactorias, aunque no del todo enriquecedoras. Para empezar, el motor de la mula de pruebas se capó hasta los 600 caballos y la velocidad máxima registrada no superó en ningún momento los 310 kilómetros/hora –307 para ser exactos–. Para más inri, la crisis del petróleo aprieta con fuerza, y el consorcio de inversores debe vender de nuevo la empresa, en este caso a la ''Kuwait Petroleum Corporation''.

Victor Gauntlett, quien se pone al frente, encuentra el proyecto demasiado ambicioso y caro de llevar a producción, por lo que corta por lo sano y cancela al Bulldog. Pero su vida no acaba ahí. El ejemplar fabricado es vendido en 1984 a un Príncipe árabe por un equivalente actual de 484.000 euros, que lo remodela para hacerlo homologable, con retrovisores e incluso cámara de marcha atrás.

Tras pasar por manos de otros coleccionistas, finalmente en 2020 es adquirido por un estadounidense que decide someterlo a una restauración completa. Irónicamente, el encargado de ello es el hijo del hombre que enterró el proyecto, Richard Gauntlett.

El objetivo ahora es llevarlo a superar su marca y alcanzar los 320 kilómetros/hora. Veremos en un futuro si se logra el hito.