¡Papá, cómprame un equipo!

A este paso, el destino del equipo de Vijay Mallya y Tony Sahara, aunque a este casi no se le cite, se dirimirá en una subasta organizado por Sothebys en algún evento glamuroso relacionado con el automóvil.

"¡Papá, cómprame un equipo!", parecen decir los retoños. Es como si de repente pagar un volante, comprar un asiento, fuera de 'pobres' o de mal gusto. Lo suyo, la clase, es comprar un equipo... haciendo buena, trasladada al automovilismo, la frase del millonario Vanderbilt -el mecenas de la famosa Copa Vanderbilt de automovilismo- "si te preocupa lo que cuesta es que no tienes suficiente dinero". Así que en lugar de presumir de yates y avión privado –que también– lo 'chic' fuera disponer de parcela propia en el paddock de la F1.

En realidad, la conclusión a la que han llegado, salvando distancias, es la misma a la que en su día llegó Luciano Benetton o Dietrich Mateschitz: ¿porqué pagar por ser patrocinador si puede ser el dueño? Mantener y ampliar la repercusión mediática de mi empresa siendo dueño de mi destino, sin cortapisas... e incluso disminuir mi inversión o aumentar su rendimiento. Y el día que todo acaba... se vende. Se necesita capital, cierto, pero puede que la inversión acabe siendo más rentable que el papel de simple sponsor.

Volviendo a la F1. El padre de Sergey Sirotkin intentó comprar Sauber, pero la operación no se cerró. Sin embargo, por el método más tradicional de pagar en volante, ha conseguido colocarlo en Williams, al lado del 'chico' Stroll.

Y ahora llega Mazapin, todavía en la GP3, con lo que papa piensa en una opción de futuro.

Oh, es cierto. El dinero por si sólo es insuficiente, es una condición necesaria pero no suficiente. El jovenzuelo necesita un mínimo de talento, un mínimo de oficio. Pero si esto existe, las puertas se abren con mayor facilidad.

Lo de crear su propio equipo, sin embargo, no es nuevo. Ricky Von Opel financió la creación de Ensing. Piers Courage, heredero de las cervezas, propició que Frank Williams saltase a la F1. Jim Hall, heredero de una gran empresa de ingeniería petrolífera, alquilaba coches a Lotus. Brett Lunger, de la familia Dupont, pagaba su participación con coches privados. Peter Revson pertencia a la familia Revlon, etc., etc., etc. Jo Bonnier era miembro de una de las más ricas familias de Suecia. Y está el caso de Héctor Rebaque, que poco conforme con su Lotus cliente, mandó construir su Rebaque, esté casi descartada en la actualidad. Pero todo eso pertenece a la época.

Hoy la cosa es diferente. No hay equipos privados. No hay la posibilidad de crear tu escudería o tu equipo. Las reglas no lo permiten. Así que, si no estás bajo el manto protector –pero sin piedad– de la 'filiere' de un gran equipo, o ‘alquilas’ un asiento o compras un equipo.

¿Locura? Quizás. Puede. Posiblemente. Pero la mayor parte de estos padres son a la vez avispados y duros hombres de negocios. En teoría tienen claro lo que pueden permitirse financieramente. Y si no ven claras las posibilidades del retoño no dudarán en cambiar de objetivo. Ninguno de ellos quiere arruinarse como hizo Lord Hesketh.

Graheme Chilton, el padre de Max Chilton, se daba como financiero de Manor, el hombre que debía salvar la bancarrota del equipo. Y después lo fiaron todo a Jordan King, cuyo hijo también fue 'developent driver' de Manor.

Chilton, para apoyar a su hijo, llegó a comprar el equipo Carlin. Llegado el momento de la verdad, en lugar de comprar Manor y entregarlo a Carlin ha financiado el asalto de este equipo a la Indycar. Mucho más sensato desde el punto de vista económico. Después de todo, coche propio de Indycar cuesta menos que un asiento en F1. Con las cifras que se barajan últimamente, se tiene para financiar con tranquilidad un equipo de dos coches en USA y ahorrar dinero. Y el padre de Jordan King sigue la misma pauta.

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