Jóvenes en los Libres 1 del viernes, ¿algo más que un gesto?

Algo sobre el tema se hablará este viernes en Monza, pero parece que va a ser en un formato muy pero que muy distinto a esta primer propuesta. Está claro que el planteamiento básico de Red Bull y McLaren tenía poco recorrido.

Los equipos modestos no pueden permitirlo: aún en manos de un piloto emergente, la desigualdad mecánica y de medios es tal que correrían serios riesgos de quedar 'ridiculizados' por el tercer coche oficial y aunque se decidiera que no pudieran aportar puntos, las clasificaciones de las carreras no dejarían a los equipos pequeños en buen lugar. Y, además, la posibilidad de que uno de sus coches quedara eliminado por un toque con un debutante, que está en pista pero no cuenta para el Campeonato, no es precisamente algo fácil de asumir, sobre todo si las arcas están un tanto justas.

Durante la semana se ha insinuado sobre la posibilidad de una carrera para debutantes, pero eso tiene un coste que los pequeños no pueden asumir… y el peligro de que el coche quede arruinado en esta carrera de aprendizaje, perjudicando a un titular, no parece de recibo.

Ahora se habla de una sesión extra de entrenamientos, de una hora para pilotos jóvenes. Parece más lógica que las otras propuestas. Permite a los equipos disponer de más datos y ayuda a formar pilotos… en teoría. En la práctica, tiene un coste –cada kilómetro que se rueda tiene un coste–; existe un riesgo de que un incidente arruine la carrera al piloto titular; cabe que sean 'relegados' a entrenamientos de rutina, que poco ayudan a formar.

Si se discute de todo ello es simplemente porque el salto entre Fórmula 2 y F1 es brutal. Tanto, que llegan a la F1 casi como un piloto de karting llega a la F4, con casi todo para aprender. Recientemente Franz Tost admitió que Yuki Tsunoda necesita tres años de F1 para estar a punto y puestos en esta tesitura, la experiencia cuenta.

Este problema surge por un doble motivo. En primer lugar, el increíble salto tecnológico entre ambas categorías, de las posibilidades de reglaje, del entorno mediático, de los ingenieros que trabajan alrededor del piloto para afinar los reglajes, de simulaciones y datos a analizar.

El segundo motivo, la prohibición de test. Hoy todos los equipos tienen piloto de test; la mayor parte de estos se limitarán a pulular con el paddock y a subirse al simulador, pero no al coche.

Cuando Flavio Briatore decidió subir a Fernando Alonso a Renault, le obligó a tomarse un año sabático. Pensó que otra temporada en Minardi le estancaría; en lugar de ello le dio 45.000 kilómetros de test en pista… la mitad de los que hacia el equipo más o menos.

Esto es algo que Lance Stroll, Nicholas Latifi y Nikita Mazepin –o sus representantes o padres– tuvieron muy en cuenta. Lance abrió la veda: alquiló los servicios de Williams para rodar de forma intensa con un coche con dos años de antigüedad, acumuló kilómetros de forma legal antes de dar el salto a la F1.

Pero ni eso, el disputar los entrenamientos de viernes, facilitaría el adquirir la experiencia necesaria. Suponiendo que pudieran rodar todos los 22 o 23 viernes de la temporada y sin tener que hacer ensayos rutinarios, difícilmente alcanzarían siquiera los 2.500 kilómetros de experiencia. Es poco.

El hacer rodar a los jóvenes parece más un gesto que una auténtica solución. Mejor esto que nada, pero no es la panacea, ni mucho menos, sólo un parche, un simple placebo.

La historia de la F1 lo dice bien claro: no importante el talento que tengas, hay que llegar en el momento adecuado y encontrar el lugar adecuado. Lo saben muy bien los pilotos de las pirámides: si no hay sitió en el equipo que te protege o en unos de sus clientes, te quedas sin F1… a no ser que tu mecenas te libere. Es algo que estamos viendo estos días.