3 días para el Dakar: ¿Te imaginas un Ferrari F40 superando las dunas?

Pero está claro que nadie piensa ver un Ferrari en el Dakar, aunque Maranello haya comercializado su primer SUV, el Purosangue. Pero algún tifosi de la marca seguro que lo ha soñado.

Un sueño que Francesco Paoli hizo realidad en 1989 nada menos que con un Ferrari F40. Bueno, de Ferrari F40 tenía lo mismo que el Ross de Thierry de Montcorgé de Rolls. Quizás tomó de él la idea.

De Paoli era ‘dakariano de primera generación’. Todo parte en los Dakar con coches sorprendentes, desde un Rover SD1, en realidad un Range Rover vestido con carrocería de Rover SD1, a un Audi Quattro, obviamente adaptado, pero su vehículo favorito era el Range Rover, como por casi todos los amateurs de la época.

De hecho, Franco era un empresario textil, que, cautivado por el Dakar, no dudó en poner en marcha un taller de preparaciones donde preparó sus inventos, desde el Rover SD21 a este ‘Ferrari’, perdón Red Typhon.

De Paoli era ‘dakariano de primera generación’. Todo parte en los Dakar con coches sorprendentes, desde un Rover SD1, en realidad un Range Rover vestido con carrocería de Rover SD1, a un Audi Quattro, obviamente adaptado, pero su vehículo favorito era el Range Rover, como por casi todos los amateurs de la época.

De hecho, Franco era un empresario textil, que, cautivado por el Dakar, no dudó en poner en marcha un taller de preparaciones donde preparó sus inventos, desde el Rover SD21 a este ‘Ferrari’, perdón Red Typhon.

Cuando quiso hacer el proyecto del F40, era consciente de que no podía usar el nombre de Ferrari, así que lo bautizó como Red Typhon. Tampoco podía pensar en utilizar un motor Ferrari, el presupuesto se hubiera disparado, aunque lo hubiera conseguido. Así que el imaginativo italiano siguió la ‘Viá Montcorgé’44.

No eligió un Toyota como base, sino un Mitsubishi Pajero, el coche más deseado por los pilotos en aquel momento y que él había usado el año anterior. Como motor, un 4 cilindros de 2 litros turboalimentado que ofrecía 240 caballos tras pasar por las manos del preparador italiano Nocentini; era el motor que Mitsubishi usaba en los Starion de rallies. Y la carrocería no era la de un Ferrari F40, sino una imitación en fibra de vidrio del mismo, bastante fidedigna pero con medidas adaptadas a la base mecánica elegida… ¡y con motor delantero!

Pero De Paoli fue mucho más lejos que eso. Trabajó mucho en las suspensiones, adoptando un esquema de suspensión independiente detrás por dobles triángulos en lugar de un eje rígido con ballestas,  con dobles amortiguadores Bilstein en cada rueda. El cambio de suspensión obligó a adoptar un subchasis posterior específico y un diferencial trasero específico, soldado al chasis.

Pero sobre todo hizo un cambio más drástico en la suspensión. Todos los componentes eran intercambiables; un trapecio servía tanto para derecha como para izquierda, para delante como para atrás. Así se evitaba tener que llevar un gran stock de recambios.

Adiós a los muelles o ballestas, bienvenido un sistema neumático. No era un capricho sino que debía darle una ventaja importante. Gracias a un pequeño compresor podía aumentar la altura sobre el suelo para superar mejor las zonas difíciles.

El coche no era ligero, pesaba 1.700 kilogramos, es decir no era precisamente ligero. Pero estaba ahí, sumamente interesante y su depósito distaba mucho de los 500 litros de algunos de los T1+ actuales; se contentaba con 280 litros.

Este era el espíritu del Dakar en los 80. Cada cual con sus inventos a partir de un coche de serie. Había más oficio de los mecánicos que tecnología de ingenieros. Y posiblemente la mayor parte de pilotos participando activamente. Y eso daba un valor muy especial. La batalla era doble, contra el terreno y contra la mecánica.

El Red Typhon no acabó el Dakar. De Paoli tenía ideas para mejorarlo, pero no pudo ponerlas en práctica de momento. Más tarde, almacenado en el taller, fue pasto de las llamas.

Curiosidad: el Red Typhon pasó por Barcelona donde embarcó. Hubo una especial de casi siete kilómetros en la Zona Franca, aquella en la que volcó antes de embarcar, pero Ari Vatanen acabó ganando gracias a la moneda al aire que lanzó Jean Todt.