Ford GT40: Mito de Le Mans
Nunca pudo esperar un final así de abrupto. De repente, cuando todo estaba prácticamente resuelto, aquel anciano de pelo blanco y sempiternas gafas de sol dijo que no. A él, a Henry Ford II. Al dueño de la marca americana más importante de la automoción. Asimilado el fracaso, se había despertado a un gigante con un apetito voraz, pero selecto. Muy selecto. Que apartaba de su mirada a los rivales insignificantes. Que sólo perseguiría arrebatar la gloria a quien le había rechazado.