Sam Schmidt vuelve a pilotar 21 años después

Sam Schmidt es fundador y copropietario de Arrow McLaren SP, fusión de McLaren y el equipo Arrow Schmidt-Peterson, uno de los clásicos de la IndyCar.

La suya es una de las mayores lecciones de voluntad y perseverancia posibles. Porque Sam es tetrapléjico total; de cuello para abajo su cuerpo es incapaz de ejercer mínimo movimiento. Pero él nunca se ha rendido y ha buscando en la tecnología las ayudas que necesitaba para hacer lo que siempre había hecho, lo que le gustaba hacer, lo que era su vida: las carreras.

El pasado marzo disputó la Optima Ultimate Street Car Series en Las Vegas Speedway al volante de un Corvette adaptado que gobierna la dirección con los movimientos de su cabeza...¡y acelera y frena con la boca!, mordiendo una especial de tubo de respiración. Y este fin de semana ha bailado en la boda de su hija gracias a un exoesqueleto, que le permitió asimismo.

Thanks to new technology, Sam Schmidt, an Indy car driver who was paralyzed from the shoulders down 21 years ago, is walking again for the first time – and danced with his daughter at her wedding. @HarrySmith reports. pic.twitter.com/m8aNXPCvu4

— TODAY (@TODAYshow) May 26, 2021

Sam era un buen piloto de Indy, incluso tenía equipo propio... hasta que en un test en el Walt Disney Speedway, preparando la temporada 2000, le produjo graves lesiones en las vértebras cervicales. Su padre, que piloto de rallycross, también sufrió un accidente grave y tardó dos años en volver a andar, pero lo suyo era irremediable.

“Hace 21 años era impensable que pudiera volver a conducir y mucho menos a competir. Para mí, volverlo a hacer en Las Vegas, donde gané hace 21 años ha sido algo muy especial. Presentarse en el paddock, llevar un casco, correr. ¡Esto ha cambiado mi vida!”, dijo Schmidt. Cierto, era una prueba peculiar, una crono de rallycross, una de ‘pit stop’ rápido y una vuelta al autódromo, las tres disciplinas de esta serie amateur... pero Sam se sintió otro: “estoy compitiendo y quiero ganar”. Y se lamentó que el Corvette necesitaría más potencia y algunas piezas especiales. “No sería piloto si no me quejase”, dijo.

Sam tuvo que ser introducido en el Corvette convertible gracias a una grúa de las que se usan para ayudar al traslado de minusválidos -por ejemplo, meterlos en una bañera- y no en el asiento del conductor, sino en el del acompañante. Por razones de seguridad, un piloto está al volante, pero sólo tomará en mando en caso de emergencia, lo que no sucedió.

Sam conduce gracias a un sistema de cámaras y sensores. Lleva unas gafas de sol con ocho sensores de infrarrojos y un sistema de cuatro cámaras de infrarrojos en el salpicadero y montantes del parabrisas en su casco, que rastrean y captan el movimiento de su cabeza. Inclinando la cabeza y mirando hacia la curva, el volante gira. Para acelerar inhala aire a través de la boquilla del ‘tubo respirador’ y este traslada la presión al acelerador; para frenar, lo inverso, muerde la boquilla y la presión negativa acciona el sistema de frenado.

El sistema ha sido puesto a punto gracias a Arrow, el patrocinador del equipo, especialista en temas de control electrónico, componentes electrónicos y soluciones informáticas.

Es cierto, no era la primera vez que competía. Desde que tuvo el accidente, Schmidt quiso volver a rodar en Indianápolis. Su equipo, sin que él lo supiera, le habilitó un Corvette C5 y en 2014 pudo cumplir su sueño, una vuelta en solitario. En 2017 volvió con dos Corvette, uno para él y otro para Mario Andretti e improvisaron un duelo (https://soymotor.com/coches/noticias/los-corvette-semiautonomos-protagonistas-en-la-indycar-934104).

“El accidente marcó mi vida. Hay muchas cosas que no he podido hacer con mis hijos, como jugar al fútbol americano”, dijo. Pero su energía vital era mucha. Nada más salir del hospital quiso seguir con el equipo, se construyó una silla de ruedas con motores eléctricos para circular por los ‘paddocks’.

Además de las carreras, Sam dirige el mayor fabricante americano de material para discapacitados, Braun Corp. La empresa la fundo Ralph Braun, un gran amigo, a quien habían diagnosticado distrofia muscular cuando tenía seis años. Ralph le hizo socio y director de la empresa; al morir se la dejó herencia, convencido de que Sam la haría crecer, no en vano tenía experiencia: fue promotor inmobiliario en Las Vegas y socio de las gafas Arnette.