Shakespeare y los cowboys

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José M. Zapico
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08 Nov 2016 - 13:32

La duda en las películas del oeste era, para los protagonistas reales de la historia en el Far West americano, si pillarse un jaco árabe o uno español. Los dos tienen cuatro patas, cola y crines, y te puedes subir a ellos para emular a John Wayne, aunque dependiendo de que tipología de caballo elijas el viaje será distinto aunque te lleven al mismo sitio. El caballo árabe es un deportivo italiano. Rápido, resistente y ágil te llevará a la velocidad del rayo de un lado a otro pero no le exijas comodidades ni facilidad de manejo. Por contra el llamado español –o andaluz– es más alto y elegante, menos musculoso y con menor fondo físico, pero artístico y noble como ningún otro animal, es un Aston Martin

Mercedes tiene en su cuadra a dos pilotos que bien podrían estar cortados por sendos patrones propios de la factoría Disney, tan diametralmente opuestos en su comportamiento como parejos en sus resultados, al menos este año. Lewis Hamilton y Nico Rosberg están protagonizando una temporada implacable en la que no han dejado apenas espacio para el resto gracias a un un monoplaza aniquilador y un equipo que funciona como el ballet ruso de San Petersburgo.

Cierto es que Hamilton ha sufrido averías y abandonos que no ha padecido su compañero Rosberg al que la suerte de los campeones parece a sonreírle desde Australia. Este segundo, por su parte, se ha dedicado a realizar su trabajo con constancia sabedor que en una temporada de 21 citas llega más lejos el que evita los baches que el que intenta volar sobre ellos. El estilo agresivo de corsario vuelatrenes que abandera Lewis es espectacular en pista, pero le ha dado algún que otro disgusto; de hecho, hay quien piensa que las averías en los motores de su coche han sido provocadas por sus abusos con el pedal derecho. Por otra parte, su mordiente en pista, su intachable eficacia y su animal respuesta ante la dificultad le han hecho acreedor en más de una ocasión del jamón que remite Virutas a los mejores de cada domingo. Muy loables sus remontadas de China, Rusia, o la más que notable de Bélgica en la que pasó de habitante de la última línea de parrilla a inquilino del podio. Cierto es que le ayuda el tener un magnífico Mercedes W07 pero ese coche no va solo y su compinche monegasco nunca se ha visto en una de esas. Por contra, Nico puede ser tildado de muchas cosas pero no de Mr. Remonteitor. Su peor clasificación ocurrió en Austria, y saliendo sexto acabó… cuarto. Lewis reacciona como un gato cabreado cuando oye ladridos a su lado, se crece ante la adversidad, y prueba de ello es un dato de esos que poca discusión admiten. A excepción del gepé de España en el que ninguno de los cofrades de La Estrella pudo realizar una vuelta completa, Nico ha sido a vuelta única en carrera 10 veces el más rápido de los dos, por ocho de su socio británico, pero existe un minúsculo y revelador detalle. Lewis lo hizo en Spa, Monza y Mónaco: los circuitos extremos, los más rápidos y los más lentos de todos. Cuando arrinconas a Hamilton, saca las zarpas como un Freddy Krugger cualquiera y reparte leña al que se le ponga delante.

Rosberg sabe que en una temporada tan larga el Campeón acaba siendo el que nada y guarda su ropa, aunque sea con una bolsa de plástico del Mercadona, y se ha limitado a arriesgar lo justito. Tras 19 carreras se ha encaramado en el cajón 14 veces por 15 de Lewis. Nico ha palmado en carrera 10 puestos, ha transformado en victoria seis de las ocho Pole Position logradas y ha ganado tres carreras en las que no salía primero. Lewis ha tenido un año mucho más agitado. Entre los puestos perdidos y ganados en carrera suma la friolera de 45 puestos avanzados, ha convertido en victoria cinco Pole Position de las 10 conseguidas, y al igual que su socio, ha acabado el primero en tres ocasiones en las que no salía de delante. Rosberg ha recaudado un promedio de 18,36 puntos por carrera y el vigente Campeón, 17,36, ergo Lewis se ha ido dejando uno por carrera. Si no hubiera roto en Malasia cuando lideraba la carrera hoy estaría líder de la tabla a pesar de sus averías y momentos atolladéricos de la temporada.

De dos espíritus distintos han emanado dos temporadas muy alternativas, con resultados terriblemente parejos a nivel efectivo. Rosberg se aprendió la táctica de la calculadora, que usa con frialdad, y sabe que quedándose quietecito poco malo le puede pasar. Nico lo tiene hecho y a falta de dos carreras sólo puede perder su primer título, así que cruza los dedos por aquello de las averías y se va a limitar a defenderse y mantener a raya a los de detrás que poco pueden hacer. Por su parte, Lewis tiene que sacar el machete y confiar en lo que pase detrás de él si quiere revalidar su corona, tendrá que ejercer de brioso caballo árabe para hacerle la puñeta al jaco español, para más señas ibicenco, que representa el espíritu de Rosberg. Esto no hace mejor a ninguno de los dos, sino dos contendientes que atacan las carreras de manera distinta. Lewis sería un piloto de MotoGP sin precio donde se premia al correoso y amigo de los riesgos, mientras que a Rosberg le iba a ir de traca en Le Mans, donde se corre contra uno mismo y donde los excesos no perdonan cuando se tiene un sólo cartucho al año.

William Shakespeare nació Stratford-upon-Avon, una ciudad que está justo a 110 kilómetros de donde nació Lewis Hamilton, Stevenage, con una pequeña curiosidad: esa línea recta virtual, ese hilo rojo de punto a punto pasa justo por encima de Milton Keynes, ciudad en la que reside Red Bull, los únicos que han ganado carreras este año que no hayan sido Mercedes y los únicos que pueden torcer el destino escrito en alguna parte. Shakespeare lo escribió hace años: "Si dos cabalgan en un caballo, uno debe ir detrás". A ver quién acaba de caballero y quién ejerce de coceado al final, porque de momento sólo queda claro en la tabla de puntos y esa siempre cuenta la verdad… pero no lo cuenta todo. 

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