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GP de Singapur 2016: Un Rosberg brillante

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José Miguel Vinuesa
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20 Sep 2016 - 17:37

Siete décimas. Esa era la inapelable cifra que marcó el cronómetro al acabar la tercera sesión de clasificación del Gran Premio de Singapur. Nico Rosberg había pulverizado a su compañero Lewis Hamilton. Había sido una vuelta perfecta: rápido, suave, aprovechando toda la anchura de la pista. Preciosa de observar una y otra vez. Mientras que Hamilton se retorcía en el Mercedes para intentar llevarlo por el sitio, y no lo logró. Sufría, y para colmo, por medio se había colocado el Red Bull de Daniel Ricciardo, a algo más de medio segundo del tiempo de la pole.

Nico se había trabajado la oportunidad de asestar un golpe al líder del mundial. Sólo tenía que seguir el trazado luminoso que se abría frente a él, que había sido capaz de dejar a un lado la oscuridad de mitad de temporada, manteniendo la calma y haciendo el mejor trabajo posible. La oscuridad estaba en el cielo y más allá de los muros. Pero su camino estaba iluminado: la victoria. No falló en la salida, no falló en ningún momento de la carrera, mantuvo la calma al principio cuando los frenos empezaron a calentarse prematuramente, y al final, cuando Ricciardo presionaba para llegar a él, y cuando llegó a pocos centenares de metros de la meta. No, Nico estuvo brillante todo el fin de semana, dejando muy buenas sensaciones tanto en pilotaje como en el aspecto anímico. Impecable.

La oscuridad estaba en el otro Mercedes, los problemas, las dudas, el sufrimiento. Hamilton mantuvo la tercera posición de inicio, pero a mitad de carrera, en la vuelta 33, se vio superado con autoridad por Kimi Räikkönen. Justo antes, un nuevo error de Lewis. ¿Dónde estaba el Hamilton de la clasificación de Monza, el del medio segundo respecto a Nico?. Estaba ahí, por supuesto, detrás de la translúcida visera del casco. Un piloto brillante no se evapora como si nada. Pero no se hizo con el circuito. Los neumáticos no le respondían como esperaba, los reglajes no le permitían atacar como a él le gusta. No era su fin de semana, y a veces parecía en la cuerda floja. Sólo una jugada estratégica magistral de su equipo, que Ferrari siguió, le permitió llegar al podio. Sólo quedaba felicitar a Nico, aceptar la derrota, y reflexionar para lo que queda de campeonato. Porque este Rosberg no es el dócil corderito que parecía haberse hundido a mitad de año. Tendrá que volver el mejor Lewis.

Mientras tanto, Daniel Ricciardo sacó el potencial del Red Bull en el circuito que más podía favorecerles. Por momentos durante el fin de semana, parecían candidatos serios a la victoria con ambos pilotos. Las posiciones de salida no eran malas, y permitían soñar: ¿y si Rosberg y Nico hacían una salida de las suyas?. Si Ricciardo hubiera llegado primero a la primera curva, no hubiera sido extraño. Pero no hubo sorpresas, salvo para Max Verstappen, que no salió demasiado bien, casi fue embestido por Hulkenberg en el camino de este contra el muro en plena salida, y a partir de ahí, su carrera fue a la contra, remontando, pero habiendo perdido una buena oportunidad de lograr posiciones más jugosas. Fue Ricciardo el que maximizó su oportunidad: la victoria era una quimera en circunstancias normales, pero la segunda posición era plenamente suya. Estuvo incisivo toda la carrera, con ese estilo de cazador incansable que tanto le caracteriza, sin perder nunca un ápice de su natural suavidad al volante. Mordía, pero no perdía la compostura. Su intento final de llegar a Nico Rosberg fue una demostración de cómo pilotar en modo de clasificación, al término de una carrera físicamente agotadora, sin que ello se notase: era sólo velocidad pura, precisión en cada curva, milimétrico en los muros. Por un momento nos hizo creer que sería posible la hazaña, porque tampoco hubiera sido la primera vez que Daniel hiciera algo así. Su segundo puesto le afianza en la tercera posición de la clasificación, y le revaloriza en el seno de su equipo, si es que hacía falta, frente a Max Verstappen, errático desde Bélgica, aunque salvando el expediente al final.

Ferrari, decíamos, mordió la manzana estratégica que le lanzó Mercedes. Hasta entonces, de la mano de Kimi Räikkönen, la carrera había sido correcta, pero sin nada reseñable. Sólo un Kimi cuyo fin de semana no tiene ni un pero. No es el Kimi de hace diez años porque tampoco puede serlo, con aquella eléctrica velocidad pura, pero ha recuperado un nivel excelente, trabaja como nunca, pilota con madurez sin meterse en problemas pero sabiendo ser agresivo cuando puede y debe. Ahí está su adelantamiento a Lewis Hamilton, donde no dudó en lanzar el coche al interior. Kimi había ganado por méritos propios el tercer escalón del podio, pero esta vez fue su equipo el que, con la última parada, desvaneció toda posibilidad de ello. Pero aún así, Räikkönen no se quedó demasiado atrás de Hamilton. Por su parte, Sebastian Vettel vio hipotecada toda posibilidad con el fallo en la suspensión trasera de su monoplaza en la primera sesión clasificatoria. Último. Pero en uno de sus circuitos fetiche, el tetracampeón del mundo, silencioso pero firme, remontó desde la última posición a la quinta final, sin que hubiera un coche de seguridad que influyera decisivamente en su remontada. Lo logró en la pista. Fue una carrera excelente de un Vettel que estaba empezando a ser cuestionado en su pilotaje e implicación.

La carrera de Fernando Alonso fue muy remarcable. En teoría, el McLaren debía adaptarse mucho mejor a Singapur que a cualquiera de los circuitos que restan en la temporada. Pero en algunas sesiones, se producía el curioso hecho de que en los sectores más revirados del trazado, era donde perdían más tiempo, mientras que en el primer sector, con la recta más larga, mantenían el tipo. Alonso clasificó noveno, y nos dejó una de sus ya clásicas salidas para colocarse quinto. Conquistado el lugar, quitárselo al español iba a ser difícil, y más en un trazado urbano. Al final, frente a algunos monoplazas, Fernando tuvo que acabar cediendo, contando con un tirachinas frente a bombarderos. Su carrera fue espléndida, y es un séptimo lugar muy trabajado y del que sentirse muy orgulloso. 

Carlos Sainz nos dio una gran alegría y una gran decepción. Su tiempo en la clasificación, con el Toro Rosso, fue para quitarse el sombrero. Sexto tras los Mercedes, Red Bull y Ferrari, y luego él con un coche que en otras pistas es superado ya por el McLaren, por ejemplo. Mucha atención a esa vuelta, porque dice mucho más de lo que el resultado final de la carrera arroja. En la salida, se tocó con el Force India de Nico Hulkenberg, que fue a parar al muro, y quedó dañado un deflector en su pontón derecho. Dirección de Carrera le mostró la bandera negra con círculo naranja, que le obligó a parar en boxes antes de lo previsto, y a partir de ahí, todo fue subir una montaña cuesta arriba. Para colmo, el motor eléctrico (MGU-K) falló, perdiendo así la posibilidad de contar con una buena dosis de potencia en un coche ya de por sí escaso de caballaje. Una lástima que el resultado final sea ese decimocuarto lugar. Es de destacar la carrera de Daniil Kvyat, noveno en meta. Se reivindicó, especialmente frente al piloto que ocupa ahora "su" Red Bull. Limpio, pero taxativo, sin dar más espacio de lo necesario. Por primera vez desde que está en F-1, a Max se le vio incapaz, verdaderamente incapaz, de adelantar al piloto que estaba delante suyo (luego, al final de la carrera, se reencontraron y entonces sí que lo hizo). Kvyat demostró, para desesperación de los jefes de Red Bull, que tiene las manos y la valentía para estar en la Fórmula Uno. Puede que esta actuación le haya valido la mirada de alguno de los equipos con asiento disponible.

Y brillante Kevin Magnussen con el Renault. Un décimo puesto también ganado a pulso, cuando con ese monoplaza no debería puntuar, siendo sinceros. Mantuvo un ritmo muy constante y competitivo. La mejora del motor Renault seguro que ayuda, pero el coche sigue siendo prácticamente el mismo. Así que hay que buscar la respuesta en las manos del piloto danés. Hay mucho talento en la parrilla actual de Fórmula Uno, y pensar que alguno de estos pilotos pueda desaparecer el año que viene produce cierto desconsuelo.

Las luces titilaban en el agua de Marina Bay mientras Rosberg multiplicaba su brillo con las gotas del champán del podio. Una sonrisa amplia y definitoria. Porque Nico ha recuperado el liderato del Mundial. Nadie creía en él desde que Lewis tomó el mando. Pero este Nico ya no se rinde, jamás lo ha hecho, pero quizás lo más importante es que ya no se hunde moralmente ante las actuaciones de su compañero. Con su octava victoria del año, en el circuito donde hasta ahora sólo han ganado campeones del mundo, Rosberg se encuentra en una situación estadística en la que nadie con sus números en lo que va de año ha perdido el título. Ocho puntos no son tantos, la batalla será intensa y aún larga. Pero independientemente de lo que suceda tras la bandera a cuadros de Abu Dabi, en Singapur Rosberg demostró que tiene los ingredientes de un campeón. Fue su actuación más brillante.

2 comentarios
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abelillodossantos
21 Sep 2016 - 03:29
Felicidades a Nico, Vettel... quienes hiciero un excelso trabajo!
20 Sep 2016 - 23:01
Excelente Artículo. Me parece justo, reconocer el mérito de Rosberg.
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