Jerez 1986: 14 milésimas para incendiar un mundial
Portaba una cruz en el cuello, un mono negro ceñido todavía desabrochado y caminaba inquieto alrededor de su monoplaza. Ni siquiera se había enfundado aún el sotocasco y su mirada, otras veces esquiva y casi mística, se dedicaba a escanear compulsivamente todos y cada uno de los detalles del 98T. A su lado, sus hombres comprobaban la temperatura de sus Goodyear. Intuían que los neumáticos jugarían un papel vital, dadas las cálidas temperaturas. Acto seguido, volvió la vista hacia su flanco izquierdo. Todavía restaban casi 15 minutos para la vuelta de formación pero Piquet, que partía tan solo un puñado de metros por detrás, ya se encontraba agazapado en el cockpit de su Williams FW11. El campeón brasileño tenía el liderato del mundial y la mirada perdida en el horizonte. Parecía absorto y casi adormecido, como ajeno a la guerra de nervios que empapaba la tensa atmósfera de aquella jerezana tarde de abril del 86.