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GP de Estados Unidos 2016: Hamilton comienza la escalada

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José Miguel Vinuesa
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25 Oct 2016 - 17:36

Delicia visual. Sólo así podría definirse el paso de Lewis Hamilton por las eses del Circuito de las Américas. Todo aplomo, mordiendo los pianos con la voracidad que le caracteriza, las inercias del coche manejadas como un juego. Era precioso. Y el resultado de ese paso, y del resto de la vuelta, era una pole position bastante confortable frente a Nico Rosberg, que curiosamente solía lograr aquí la primera posición de salida.

El domingo, frente a él, el muro hacia la primera curva, toda una metáfora del trabajo que tiene por delante para intentar lograr su cuarto título mundial. Un hombre y un destino, el de trepar una montaña bastante escarpada, porque Rosberg está mejor que nunca. El primer objetivo, hacer una buena salida. Dejar atrás los fantasmas de Suzuka. Reto conseguido.

Era Nico Rosberg el que, saliendo también bien, se metió en problemas. En un problema llamado Daniel Ricciardo, que tomó el interior de la curva y ocupó la segunda posición, mientras por detrás comenzaban los toques, entre Bottas y Hulkenberg, que tendría que abandonar tras una gran sesión de clasificación, y entre Kvyat y Pérez, con la peor parte para el mexicano.

Mientras tanto, Lewis forzaba sin forzar. Se escapaba lo justo, pero estaba en riesgo de perder posición en un hipotético pit stop anticipado de Ricciardo, que es justo lo que intentó. Pero en el día de Hamilton, nada puede perturbarle, y nadie pudo poner en entredicho su liderato. Ni un fallo, ni un susto. Todo bajo el precario control del que tiene que ganar una carrera pero pensar en acabarla, o el campeonato estaría acabado.

Por detrás, el espectáculo era de nuevo Max Verstappen. Con Vettel, con Räikkönen, con quien se pusiese en su camino, hasta el punto de presionar a Nico Rosberg. Un Rosberg que estaba atascado, frenado por Ricciardo e incapaz de superarle. La estrategia no había sido buena, o mejor dicho, no había salido conforme a lo planeado: de no haber perdido la segunda posición, no hubiera tenido que trabajar tanto para recuperarla, porque nadie le hubiera inquietado. Pero ahí estaba, en medio de dos peligrosos Red Bull. 

Uno de ellos se autoeliminó, Verstappen, al entrar en boxes sin avisar a su equipo, y coger desprevenidos a los mecánicos: ahí se acabó la posibilidad del holandés de inquietar a Rosberg e incluso de llegar más arriba. Un fallo de juventud, de precipitación, pero nada especialmente grave. Que luego su motor dijera basta fue, en cierto modo, anecdótico: la carrera ya había quedado comprometida, y el podio no hubiera sido, seguramente, su lugar de llegada.

Así que Lewis campaba a sus anchas por la llanura de la recta del circuito, con todos lo suficientemente lejos como para saber que la victoria era cosa hecha. Salvo que ocurriese un "Sepang". Y encima, con Rosberg sufriendo en tercera posición, incapaz de doblegar a ese correoso australiano. Pero el coche de seguridad virtual provocado por el abandono de Verstappen, dio la luz a Mercedes y a Nico: parada inmediata, posición ganada, orden reestablecido. Y el plan a largo plazo para ganar el título, ese de quedar segundo en todas las carreras, cumplido. A esperar a México y ver qué ocurre, sin haber perdido más de lo estrictamente necesario frente a un intocable Hamilton. Podía estar contento.

En Ferrari no, claro. Ni ritmo, ni velocidad. Nada. Nada relativamente, claro, porque el coche es netamente el tercer mejor monoplaza. Pero rodar quinto y sexto durante casi toda la prueba, en tierra de nadie, no satisface a ninguno de los miembros de la Scuderia. Y errores como el de la rueda de Räikkönen, sin apretar la tuerca, sólo añaden más notas nefastas en un año para olvidar de los italianos. Y eso que el finlandés se había propuesto hacer algo, colocándose cuarto en la salida, aunque dejándose robar la cartera (otra vez) por Verstappen poco después. El abandono del finlandés, con un enfado importante, unido al gris cuarto puesto de Vettel, hacen que el subcampeonato del mundo de constructores sea una quimera. El alemán, en puros fuegos artificiales, marcó la vuelta rápida con neumáticos superblandos colocados a pocas vueltas del final. Para lograr nada.

La carrera estaba absolutamente tranquila, sin grandes emociones. Hasta que los dos pilotos españoles decidieron que había que ponerle algo de salsa a la carrera. Carlos Sainz cuajó con su precario Toro Rosso la que, posiblemente, sea la mejor carrera de su trayectoria en Formula Uno. Estuvo en los puntos toda la carrera, y a poco del final era un magnífico quinto, aguantando a Felipe Massa con su Williams, un coche al que temer en la larga recta de Austin. Pero la manera de preparar la vuelta de Carlos era de una madurez impecable: aprovechar el chasis en las eses, sacar allí una mínima ventaja al Williams, y al llegar la recta, hacer que llegase muy justo a la frenada, impidiendo que el brasileño adelantase pese a su muy superior potencia. Así una y otra vez. El precio de todo eso era un desgaste algo mayor a los neumáticos, pero podrían aguantar. O podrían haber aguantado de no ser porque el otro piloto español, Fernando Alonso, olió la sangre.

Tras el descalabro de Japón, en Austin McLaren mostró una cara más amable en manos de ambos pilotos (pese a la mala clasificación de Button). En carrera, ambos se colocaron en zona de puntos bastante pronto, y rodaron en ella con solvencia. Pero mientras que Button mantenía una cadencia sostenida, sin nada reseñable dentro de lo destacable que es colocar ese monoplaza en los puntos desde la decimonovena posición de salida, Alonso estaba sacando la quintaesencia de su monoplaza. Y de repente, rodando séptimo, apareció allí delante un Williams. Se acercaba, a veces hacía la goma. Pero cualquiera que viera la carrera o estuviera en el circuito, podía casi oler que iba a pasar algo, que Alonso no iba a quedarse ahí detrás mirando. No tiene nada que perder este año, y sí mucho que ganar, sobre todo en el plano emocional. Y además, estaba su lucha directa con Massa por la décima posición en la clasificación.

Así que Felipe era un juguete en manos españolas: Sainz se defendía como un titán, Alonso le atacaba como un depredador. En un momento dado, Carlos bloqueó las ruedas, momento en el que Felipe podría haber intentado atacar, pero estaba lejos. En la doble curva a izquierdas, lenta, Massa decidió mantener su trazada normal, pero detrás estaba Alonso, que se lanzó sin contemplaciones al hueco, mientras Felipe cerraba su trayectoria con naturalidad. Sí, Fernando entró pasado, y no había superado al Williams (él mismo reconoció que estaban "emparejados"), pero estaba ahí. El contacto fue inevitable, y la polémica, predecible. Pero, si bien la maniobra es muy agresiva, haberla sancionado hubiera sido contradictorio: este año se han visto situaciones muy parecidas sin sanción, aunque también otras en las que se ha castigado con tiempo al "valiente" (ejemplo, Rosberg con Räikkönen en Malasia). Pero al final, aunque Alonso y Massa se fueron de la pista, se trataba de competición, y se trata de automovilismo: no olvidemos que el contacto debería ser, dentro de unos límites de respeto, natural. Lo ha sido siempre, hasta que se decidió que el más leve contacto era digno de sanción.

A Fernando a esas alturas ya no lo paraba nadie. Se fue a por Sainz, cuyas gomas estaban ya dando sus últimos estertores. Resistió como pudo, y resistió muy bien, pero al final de la recta, con el DRS a favor del McLaren, el de Toro Rosso rindió la posición con su compatriota, que aún así se pasó de frenada, aunque conservó la posición. Fantástico para Fernando, y una pena para Carlos, pues ese quinto hubiera sido muy especial. Quede claro: la sexta posición no le quita ni un ápice de valor. Estuvo enorme, y cuando por fin no hubo ni un fallo en boxes, demostró lo arriba que puede estar. Esas manos son futuro, pero a la vez, presente. 

Destaquemos también a Romain Grosjean, que con el Haas logró puntuar en el GP de casa para su equipo. Y no es poco. La última vez que un equipo americano logró puntuar en un Gran Premio en su tierra, fue en el GP de USA Oeste de 1977, celebrado en Long Beach, cuando el Penske de Jean Pierre Jarier acabó sexto. El año de Haas es muy bueno para un debutante, y Grosjean, pese a sus continuas quejas, está sacando petróleo con ese coche. A veces no se valora lo suficiente, enmascarando los hechos en que se trata de un "Ferrari B". El año que viene, si se quiere, tendremos una medida más clara de la valía de este equipo, pero hasta ahora, impecables.

Así que Hamilton recorta la distancia a 26 puntos. Logra la victoria número 50, y está a punto de igualar y superar a Alain Prost, con 51, para colocarse como el segundo piloto con más victorias de la historia. Los datos son los datos, y los de Lewis son impresionantes. Se aferra así a sus posibilidades de conseguir el cuarto título, sabíamos que no se iba a rendir, y va a trepar hasta que no le quede oxígeno. Mientras, Rosberg ha salvado una carrera, y se encuentra con que, si Hamilton es décimo o peor en México, y él gana la carrera, el campeonato del mundo ya sería suyo. Es su primera, aunque improbable, oportunidad de coronarse campeón. 

1 comentarios
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26 Oct 2016 - 01:53
Muy bien narrado lo sucedido en el GP de USA. con la cantidad apropiada de picante. Saludos JMV, el mejor de laf1.es.
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